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Homenaje a toda una carrera: Juan Carlos Navarro

Homenaje a toda una carrera: Juan Carlos Navarro

Repasamos los momentos más importantes y aspectos más interesantes de la carrera de Juan Carlos Navarro.

Juan Carlos Navarro se va. Ya no le veremos más en las pistas de baloncesto, por lo menos en las que se juegan los torneos por los que todos suspiran. Cuelga la camiseta del Barça, el club por el que lo ha dado todo, y pasa a tomar otra posición en el club. Se va lejos de los focos, unos que tampoco ha llegado a abrazar nunca pese a ser -sin ningún género de duda- uno de los jugadores más importantes de la historia del baloncesto europeo. 

El niño de Sant Feliu de Llobregat que se hizo fuerte a base de palos, a base de trabajar por lo suyo para luego poder hacer equipo, no volverá a las pistas. Una persona como las de antes, sencilla y sin estridencias: conoció a la que hoy es su mujer en la adolescencia, no derrocha el dinero, se ha alejado siempre de las grandes polémicas, de trato respetuoso con los rivales, etc. Si a eso le sumamos toda la magia que salía de sus dedos, obtenemos a una verdadera estrella de este deporte. 

‘La Bomba’ es uno de esos apodos que no son casualidad. En el caso de Navarro le viene, como muchos sabrán, no por lo que se conoce hoy en día. El renombre de su tiro fue posterior, era una bomba de relojería por su carácter cuando salía a la pista. Sabía que tenía que hacer algo más, dar un extra, si quería triunfar. El patentar, que no crear, ese tiro bombeado por encima de defensores mucho más robustos y atléticos fue el medio con el que empezó a ser grande, comenzó a explotar.

Momentos que definen

Si miramos hacia atrás y repasamos cuáles son los momentos más importantes de Navarro como estrella, el primero es en Lisboa. El Mundial júnior que España ganó, pasando por encima de Estados Unidos en la final, dio inicio a la Generación de Oro de la rojigualda y de la que Navarro sería el motor tanto dentro como fuera de la cancha durante más de quince años. Con el Barcelona su carrera se mide bien en dos lugares comunes y comparables, que son las victorias en la Euroliga: en 2003 era el que iba a coger el testigo de los Dueñas o Bodiroga y en 2010 ya ejercía como capitán del barco de Xavi Pascual al que todos podían consultar.

Con la Selección ya se cerró su persiana en 2017, cuando anunció que no participaría más, y se fue ganando una última medalla. Ése ha sido el sino de ese grupo mágico al que otros deportes han envidiado y luego imitado, ser un equipo que por ello y sólo por ello llegaba a conseguir los objetivos marcados. El Mundial de 2006, donde asumió el peso que se esperaba cuando España se quedó sin Pau Gasol, o las dos finales olímpicas contra Estados Unidos, siendo él el prototipo de jugador que los americanos parece que no conocen pero tienen observadísimo.

Su etapa en la NBA puede pasar desapercibida para algunos, pero ese año es uno de los que más sentido da a la carrera deportiva de Navarro. Él, ya destacado y con honores en Europa, decide callar a los críticos y demostrar que puede jugar (no que quiera, que puede) en la mejor liga del mundo. Y lo logra. En unos Grizzlies de capa caída donde se termina quedando solo tras el traspaso de Gasol a los Lakers logra batir el récord de triples de un novato en una temporada. Él no ve más allá, su mujer e hijas no se adaptan a la vida en Estados Unidos, Europa vuelve a llamar a la puerta con todavía más ganas y decide dejar en ese año, la temporada que iba de 2007 a 2008, su experiencia en la NBA. Fue, hizo lo que tenía que hacer y volvió a casa, así de simple.

Las mataba callando

No era el más alto, no era el que mejor tiraba, no era el más corpulento, no era el que mejor manejaba… Y siguió siendo Navarro. Sus atributos para jugar al baloncesto podían ser más limitados que los de otros, pero conseguía los objetivos y no tomando atajos: a eso se le llama talento.

Su mecánica era, según muchos expertos del método, horrenda. Que si el codo muy lineal, que si la posición de las manos, que si el poco arco. Y los triples siempre han sido, junto a los floaters, el arma más mortífera de Juanqui. YouTube está plagado ya no sólo de exhibiciones suyas en partidos oficiales, sino de series de tiro en las que anota muchos de forma consecutiva: a eso se le llama trabajo.

Y siempre está el que resalta los aspectos negativos. Con Navarro, protestas continuadas por decisiones arbitrales, simulación de faltas o sus pasos de más al recibir el balón para tirar. Vale. Si eso te pilla ante tu equipo, puedes tomar ese camino. Ahora es algo que cuenta ya en el olvido, no serán muchos los que recuerden a Navarro ni un ápice por ello y sí por todo lo que jorobó a sus rivales a base de puntos y más puntos.

Él siempre ha sido de asesinar pidiendo permiso, un caballero. De ahí viene esa famosa frase de Boza Maljkovic: «Siempre que me ve, me dice: ‘Hola, Boza’. Y luego me mete 30 puntos». Por eso él, culé de pro, es admirado también sin casi discusión por los aficionados del Real Madrid, que reconocen que estamos ante uno de los mejores deportistas de la historia del país.

El poder de la despedida

Queda ver si esto empaña algo de lo que ha sido una carrera honrosa y muy bien trabajada. Su empeño en no retirarse a tiempo ha entroncado con la posición del club, que ya no ha aceptado su posición como jugador y le ha enseñado la puerta de salida.

Para lo que ha significado como jugador e ídolo muchos convendrán que es una de las retiradas más bochornosas en un largo tiempo, con club y jugador jugando al gato y al ratón para al final acabar desvirtuando lo que debía ser un homenaje con todas las de la ley.

Ojalá esto no reste valor a lo que ha significado Juan Carlos Navarro como jugador de baloncesto, una preciosa anacronía de la que hemos sido testigos.

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