“La gente tiene miedo de quién podría ser, de cómo piensan que soy. Es como un riesgo muy alto para una recompensa muy pequeña. Es algo que le da miedo a mucha gente”. Nadie mejor que el propio Michael Beasley sabe la imagen que se tiene de él. Es el perfecto ejemplo de talento descomunal que se echa a perder por el camino. De un cabecita loca que tira al traste lo que podía haber sido una carrera estelar en la NBA. Así, sin paños calientes. Y lo peor de todo es que, esto también, él lo sabe.
“Es más que nada una opinión, pero en lo que se refiere al talento, estoy a la altura de Kevin Durant y LeBron James. Estoy a la altura de los mejores jugadores del mundo”, declaró Beasley en una entrevista con ESPN. “No pretendo ser arrogante, pero siempre me he sentido así. El problema fue que me metí en problemas tan pronto como llegué a la NBA, y eso dejó mal sabor de boca a mucha gente”. Un punto de vista que comparte Kevin Durant, su amigo del alma de los 11 o 12 años, cuando le preguntan en el NY Post sobre las palabras de ‘B-Easy’. “Dijo que tenía el mismo talento que LeBron James y yo, y es verdad. No lo digo porque sea mi amigo, sino porque realmente creo que es así. Es un jugador que marca diferencias. Puede anotar desde cualquier lugar y ante cualquier rival. Puede usar las dos manos. Pero además hay algo que le diferencia de los demás, y se trata del aspecto mental. Tiene todas esas habilidades, pero debe saber construir sobre ellas”.
Los caminos de Michael Beasley y Kevin Durant hasta llegar a la NBA han sido similares. El desarrollo de cada uno de ellos en la Liga, muy diferente. Compartieron equipo en la AAU (Amateur Athletic Union) y en secundaria, jugaron en universidades de la Big 12 (Kansas State y Texas respectivamente), fueron jugadores del año en dicha conferencia de la NCAA, salieron elegidos en el puesto #2 del draft… y a partir de ahí las cosas fueron muy distintas. “Siempre quise ser ‘the man’, como Kevin Durant o LeBron James. La persona que trajera esa aura y atmósfera, esa clase de triunfos a un ciudad”, confiesa Beasley. Nada más lejos de la realidad. El impacto de Durant en Oklahoma City Thunder, previa mudanza de los Seattle Supersonics, fue automático. KD se convirtió en una auténtica estrella de la NBA y en poco tiempo llevó a OKC a las Finales de 2012, junto a Russell Westbrook y James Harden. El caso de ‘B-Easy’ fue muy distinto.
Pese a una buena campaña rookie en Miami Heat, en la que formó parte del Equipo Ideal de Novatos de la temporada, Michael Beasley se encontró con un agente externo en South Florida. Después de su segundo año, la franquicia se lo quitó de encima para liberar espacio salarial con la llegada de LeBron James y Chris Bosh, así como con la renovación de Dwyane Wade. Lo envió a los Minnesota Timberwolves vía traspaso. Dos cursos después, en 2012, justo después de que su amigo perdiese las Finales ante LeBron James y Miami Heat, fichó como agente libre por Phoenix Suns. Desde entonces no paró de hacer las maletas y mudarse. Volvió a Miami, viajó a China en dos ocasiones y vistió el uniforme de los Houston Rockets, los Milwaukee Bucks y los New York Knicks. “Siempre he querido jugar al máximo nivel el mayor tiempo posible, pero por esto y por aquello, por culpa mía o por culpa de otros, siempre he estado en un nivel bajo”, admite el jugador maldito. “Todavía creo que tengo la posibilidad de ser uno de los mejores de la NBA. Soy el jugador favorito de tu jugador favorito. Pero no me vale con saberlo yo. Quiero que lo sepa todo el mundo, por lo que estoy trabajando tan duro como si fuese a convertirme en el mejor jugador de todos los tiempos. Si la gente duda de ello, mi historia será todavía mucho mejor”.
Este tipo de motivación extra de la que habla el mismo Beasley es lo que le ha llevado a empezar a cambiar su reputación como jugador. Atrás quedaron asuntos con la marihuana, estancias en centros de desintoxicación, detenciones por conducción temeraria y exceso de velocidad, un caso de asalto sexual (del que salió inocente)… Un currículum nada envidiable, que ahora quiere enterrar a base de baloncesto. Simple y llanamente baloncesto. Hasta el punto de rechazar en su momento una oferta de los New York Knicks de 10 millones de dólares garantizados. ¿Por qué? Porque el dinero no importa. “El dinero que ganas siempre define el baloncesto que haces. Por supuesto que quiero mucho dinero, pero también quiero probar que soy el mejor. El balón es el que dirá quiénes son los mejores jugadores. No los contratos ni los medios de prensa”. Pues si es así, que ese cabecita se centre en la canasta. De momento, en New York, parecía que así ha sido. “He madurado. Ahora tengo hijos y responsabilidades. No me arrepiento de cómo era antes, pero ahora soy una persona distinta”. Sin embargo todo apunta a que su paso adelante definitivo llegará en Los Angeles Lakers, junto a un LeBron James que le conoce perfectamente y sabrá hacerle dar el máximo.
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