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Un segundo, dos décimas y el cierre de un ciclo. La historia escondida tras los tiros libres de Raquel Carrera

Un segundo, dos décimas y el cierre de un ciclo. La historia escondida tras los tiros libres de Raquel Carrera

Raquel Carrera

Un segundo y dos décimas. El balón, en manos de Queralt Casas, a tres metros de la línea de banda. La catalana necesitaba espacio y las dimensiones del pabellón le daban un respiro. Valencia Basket acababa de recibir una canasta que suponía media sentencia en la final soñada, su primer gran encuentro de verdad en Europa. Una de esas noches que construyen las leyendas de los clubes y que, en esta ocasión, parecía estar destinada a formar parte de la historia del Reyer Venezia tres cuartos de siglo después de conseguir su primer título. Era su turno a no ser que ese balón, en manos de la mejor jugadora de Valencia Basket en el último mes y medio de competición, acabara entrando por el aro una vez más. Pero quedaba un segundo y dos décimas. Un suspiro y una eternidad. Porque cuando tienes un final fatídico tan cerca, ese tiempo es suficiente para recorrer toda una vida mentalmente antes de llegar al nefasto desenlace.

En el caso de las taronja, esa vida tiene 7 años. Ese es el periodo de tiempo que han necesitado para pasar de sus encuentros en el pabellón de la Malvarrosa ante unas decenas de familiares y amigos a ese balón de Queralt Casas en Szekszárd. Dos escenarios completamente diferentes y tremendamente familiares. Porque esta misma situación, con Esther Díaz como protagonista, tenía lugar en el final de aquella temporada. La valenciana esperaba en la banda, con el reloj acechando, encontrar a una compañera desmarcada. Una canasta valía el primer ascenso en la historia del club y dejar la Nacional atrás dos campañas después. Un error, posponer el sueño de la LF2 un año más. Pero Esther no falló, encontró a Pallardó, y esta pasó a la memoria como la primera heroína del club. 

Como si de un relato cíclico se tratara, tan solo dos años después el caos estaba instalado de nuevo en el presente que iba a definir el futuro de las valencianas. Ya con una Fonteta copada por más de 6.000 espectadores, Valencia Basket y Celta Zorka se batían en una noble batalla en la Fase de Ascenso a Liga Femenina.

A menos de dos minutos para el final, el marcador lucía un 51-51 que Tirera se encargaba de desequilibrar a favor de las taronja. El Celta estaba liderado por una joven de 16 años que había debutado con 14 en LF2. El escenario no le pesaba. O, si lo hacía, era en una medida ínfima, a pesar de acabar con -2 de valoración, fallando un tiro clave para igualar el choque a 53 y eliminada con 5 faltas. Sin embargo, sus 11 puntos, 17 tiros y 7 rebotes no decían lo mismo. Tampoco su excelsa temporada. El público lo sabía y brindó un sonoro aplauso a la adolescente gallega, llamada Raquel Carrera, en su gran presentación al público nacional. También era consciente de aquello Rubén Burgos, entrenador de Valencia Basket desde esa misma campaña, que buscó a la joven para felicitarla por su fase final cargada de fe, responsabilidad y sangre fría, más allá de que los tiros acabaran o no entrando.

En Szekszárd, en ese balón de Queralt, todo volvía al punto de inicio una vez más. Al de la tensión y nervios, al de la igualdad y desesperación. Por capricho del destino, tres años después, todas las decisiones volvieron a cobrar un sentido mayor. Un sentido que tan solo el deporte y la vida es capaz de crear de manera tan natural.

Tras la canasta de Anderson, Rubén Burgos pidió tiempo muerto y Santi Pérez cogió de inmediato la pizarra. La jugada parecía clara y las protagonistas también. O un triple de Bec Allen o un balón colgado a Raquel Carrera, la adolescente gallega ovacionada en la Fonteta a la que Rubén fue a abrazar en 2018. La niña hecha mujer ante su segunda oportunidad. Porque aquel tiro vestida de celeste, con el poder de cambiar el devenir de ambos clubes, no entró. Pero si aquel pabellón a reventar no le pesó con 16 años, al menos a ojos de cualquier espectador, una pista medio vacía no iba a ser menos por mucha final europea que fuera.

Un segundo y dos décimas. El balón, en manos de Queralt Casas, a tres metros de la línea de banda. Y, al levantar la vista, ahí estaba ella, Raquel, en medio de la zona pidiendo el balón que podía darle a Valencia Basket el primer título de sus vitrinas. La gallega recibió, se levantó y cayó. Falta. Dos tiros libres. Queralt apretaba las manos y rezaba. Valencia entera lo hacía, pero no Raquel. Porque la responsabilidad la ha tenido siempre, pero nunca la presión estuvo por encima de su ilusión (entrevista El País, 2021) y ese tiro no era una excepción. El deseo de que el balón entrara era superior a los nervios que recorrían su interior. Y el resto, esta vez sí, ya es historia. Historia taronja con acento gallego.

La Final Four 

Raquel Carrera, final vs Reyer Venezia: 13 puntos (4/8TC), 4 rebotes, 3 asistencias, 0 pérdidas.

Raquel Carrera, semis vs Carolo Basket: 22 puntos (8/10TC), 8 rebotes, 1 pérdida.

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