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De España a Western Michigan: la universidad que busca talento al otro lado del charco

De España a Western Michigan: la universidad que busca talento al otro lado del charco

“Si se ha subido a este tren y su destino es California, le comunico que se va a llevar una desagradable sorpresa cuando se dé cuenta de que nos dirigimos a Michigan”, anunciaron por la megafonía del viejo ferrocarril. Sonoras carcajadas se contagiaron con rapidez a lo largo de los cuatro vagones. La monumental Union Station de Chicago había quedado atrás y la naturaleza comenzaba a ganarle terreno a la jungla de cemento de la gran urbe.

Apenas dos horas de trayecto eran suficientes para cambiar de huso horario, rodear la zona sur del imponente lago Michigan y saltar de un estado a otro. New Buffalo, Niles, Dowagiac y, finalmente, Kalamazoo. Una ciudad de poco más de 70.000 habitantes cuya estación de tren, construida con ladrillo rojizo, se encargó de dar la bienvenida al puñado de viajeros que bajamos del convoy.

Cruzando la calle, Quim Gómez esperaba al lado de su coche. Era el primer viaje de Gigantes del Basket a la ciudad situada entre Chicago y Detroit, pero esa situación la había vivido más de una vez el técnico español. Llegado hace un año, su humilde piso no tardó en convertirse en un centro de acogida de familia, amigos y conocidos. La ubicación, a escasos minutos de la Universidad de Western Michigan, era ideal. Los libros de baloncesto ocupaban las pocas estanterías disponibles y revistas con Caitlin Clark y Angel Reese en portada se situaban en el espacio inferior de la mesa que separaba sofá y televisión. En la pared, un inmenso mapa de Estados Unidos acaparó toda nuestra atención. Cada pequeña marca reflejaba un destino, una aventura, una prueba más de lo vivido en una historia personal que se inició con lo justo en maleta y bolsillos, persiguiendo ese sueño americano con el que cada vez más universidades atraen a jugadoras y profesionales europeos.

Cerca de 24.000 alumnos estudian y conviven en la Universidad de Western Michigan durante una etapa vital que pocas veces pasa desapercibida. Con la seguridad que da el uso diario, el técnico español nos dio una vuelta por el recinto en un carrito de golf de dimensiones difíciles de definir. Cabía medio equipo en ese vehículo con permiso para desplazarse por aceras y calzadas, necesario para recorrer un campus que combinaba edificios modernos con instalaciones deportivas con capacidad para congregar a miles y miles de aficionados. Ese espacio que ya siente como propio después de una temporada ejerciendo de entrenador asistente, encargado a su vez de potenciar el desarrollo individual de las jugadoras.

La primera sorpresa del viaje llegó al entrar al pabellón de baloncesto. La pista, con una madera reluciente, descansaba bajo varias banderas de las nacionalidades que forman los equipos de la universidad. Entre ellas, la de España. Por ahí nos escurrimos detrás de unas lonas y nos dirigimos camino a la zona de trabajo de los entrenadores, donde Shayne Whittington nos cedió el paso. El jugador con pasado en Obradoiro, Andorra, Estudiantes y Betis se había unido recientemente al staff del conjunto masculino y su mesa de trabajo se encontraba a escasos metros de la dispuesta para Quim Gómez, donde un libro de Ricard Casas reposaba junto al ordenador, fotografías y apuntes.

En ese rincón, el español cumplía un horario laboral de 8 horas, destinado a preparar entrenamientos, tareas de scouting y todo lo que pasara por su mente que pudiera beneficiar al equipo. Desde análisis estadísticos con ayuda de la inteligencia artificial a observar situaciones de juego de equipos españoles que fueran susceptibles de ser implementadas en el conjunto universitario. Aunque, al encontrarse solo en Kalamazoo, no sería justo afirmar que todo se reducía a ese tramo diario. La vida del técnico de Sabadell discurría alrededor de la anaranjada. En su despacho, en la pista, en casa, en el coche. Un rato de conversación bastaba para entender la pasión y la vitalidad que desprende por el juego que le ha llevado a miles de kilómetros de su hogar.

Al regresar a la cancha, nos topamos con Marina Asensio. La joven base sabadellense pasó por el programa Siglo XXI y, posteriormente, dio el salto a la NCAA. Tras dos años en South Florida y en un verano en el que se colgó la plata en el Europeo U20, la directora de juego llegó este mismo agosto a Western Michigan. “Sigue siendo Estados Unidos, pero el clima, la zona y la cultura es muy diferente”, reconocía. Aunque nada de eso fue lo que le llevó a ser transferida de una universidad a otra: “Necesitaba un cambio. Yo creo que Western Michigan es la opción correcta, la gente es maravillosa y te acoge de una manera increíble”.

Pocos minutos después, esa misma afirmación cobró un sentido mayor. Tras nueve horas de avión y un día entero viajando, nos encontramos ante una conversación entre Quim Gómez y Marina Asensio, al mismo tiempo que Nile Mugira (Gernika) se adentraba en la cancha y Vinyet Morató aparecía por un lateral, recién llegada este mismo año desde el Joventut Badalona. Tres jugadoras españolas que, siguiendo el orden mencionado de mayor a menor edad, se juntaron en Michigan. “Yo soy de un pueblo muy pequeño y Kalamazoo es similar. Así que pensé que era la mejor opción para mí”, nos confesaba Morató, cuyo debut universitario llegará en breve. En el caso de Mugira, la primera en aterrizar en la universidad, su situación era un poco diferente: “Cuando firmé aquí, yo sabía que Quim iba a venir y eso me ayudó bastante a la hora de elegir”. Sin embargo, no solo entre españolas se entienden a la perfección. A pesar de no tener la misma nacionalidad, las tres incluyen a su compañera griega Artemis Kouki a la hora de hablar sobre esa pequeña familia que están construyendo: “También entiende lo que es estar fuera de casa”, nos contaba la jugadora gernikarra, a lo que Asensio añadió que es “la parte más bonita de todas”.

Sin tapar la dureza de los inicios en Estados Unidos, la conclusión a la que llegaron las más experimentadas fue bastante similar. “Estás lejos de la familia, es otro estilo de baloncesto, más físico. Me costó adaptarme al principio, pero aquí la gente te ayuda una barbaridad”, nos explicaba Mugira, quien mencionó por primera vez en la conversación las duras sesiones de entrenamiento destinadas a mejorar el físico. Asensio lo contaba sin tapujos: “Diciéndolo de forma vulgar, te das una h**** tremenda contra la pared al inicio”. A su llegada a la NCAA, no se encontró lo que su mente trazaba en España: “Venía de Siglo XXI, pensaba que estaba preparada para el baloncesto americano. Pero no. Aquí la prioridad es correr mucho, jugar muy rápido”. Un comentario con el que coincidía Morató, antes de completar el debate con su caso personal: «A mí el tiro me cuesta un poco más. No estoy acostumbrada a entrenarlo tanto, Quim me ayuda mucho”.

En ese sentido, la figura del entrenador europeo le está dando un aire diferente al programa. El técnico español, el único junto a Xavi López (TCU) en la División I del baloncesto universitario femenino, llegó para aportar su estilo, gestado al otro lado del charco. “Tenemos mucha suerte de tener diferentes entrenadores como Quim que nos hacen pensar, nos hacen movernos. Las personas son lo importante”, nos explicaba Asensio, dándole una relevancia vital a este punto a la hora de elegir universidad por segunda vez. «Tener a Quim nos ha ayudado a disponer de esa parte europea del baloncesto”, añadió Mugira.

Sin darnos cuenta, la conversación en uno de los márgenes de la cancha se alargó más de lo previsto. El resto del equipo comenzaba a calentar para realizar la sesión diaria. A esas alturas de la pretemporada, por normativa NCAA, tan solo disponían de una hora de pista. Así que nos despedimos rápidamente antes de que Nile, Marina y Vinyet posaran juntas para Gigantes y los altavoces resonaran por encima del ruido de las zapatillas en el antiguo y elegante pabellón. “Queremos reguetón”, se escuchó en un perfecto español. Efectivamente, las cosas están cambiando en Western Michigan. Uno de los focos universitarios en los que numerosas españolas buscan un refugio para compatibilizar los estudios con el baloncesto.

Foto: Garrett Morales

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