Parece que esos años en los que descender de la Liga Endesa era inviable han quedado, por suerte, definitivamente atrás. La normalidad que indica que los equipos puedan subir y bajar de una liga a otra ha vuelto a instaurarse en nuestro baloncesto y no cabe duda de que esa es una fantástica noticia. Asomar la cabeza en ACB desde la LEB Oro suele servir para dar aire fresco a la competición, y a los hechos podemos remitirnos. No hay que ser muy lince para ver el impacto positivo que Burgos o Andorra han tenido en la misma, para entender que aficiones como Bilbao o Lugo cuando están hambrientas son un lujazo para nuestra liga o que incluso a al Baxi Manresa o al Coosur Betis les vino francamente bien pasar un tiempo en la LEB para volver con la pilas cargadas, después de aquellos años en los que algunos les miraban con recelo porque parecían estar en la máxima categoría casi por decreto, como también le ha ocurrido al Movistar Estudiantes.
Por fin han quedado atrás esos años en los que los de arriba iban al ralentí por tener casi un salvoconducto de permanencia y los de abajo no invertían lo necesario porque entendían que dar el salto era, a la hora de la verdad, imposible. Ourense, Palencia, Alicante o Melilla se quedaron en el camino de los despachos después de merecerlo en la cancha. Pero ahora, desde Valladolid, San Sebastián, A Coruña, Palma, Lugo y también los otrora damnificados Palencia o Alicante ya se mira a los ojos a esa posibilidad. Y eso es bueno, por mucho que aumente el temor a la caída en plazas como las de Montakit Fuenlabrada, UCAM Murcia, Coosur Betis y quizá alguna que otra más que todavía no se siente segura. Parece que el baloncesto español ha recuperado lo que nunca debió perder. Ha vuelto, en definitiva, a la normalidad y la justicia deportiva.
Y en este escenario, al que escribe le gustaría ir un paso más allá. ¿Por qué no recuperar los ‘play offs’ de permanencia? Es evidente que a la Liga Endesa no le vienen nada mal esos estímulos que aparecen en distintos momentos del calendario que dejan atrás cierta rutina para hacerla especial. Y creo firmemente que una eliminatoria por salvar la categoría entre los cuatro últimos clasificados tendría ese componente de dramatismo tan adictivo para el mundo del deporte y tan necesario para tener una razonablemente buena audiencia en la televisión. Los más jóvenes del lugar quizá ni sabrán de qué les hablo, pues desde la temporada 1998-99 la ACB erradicó la eliminatoria por la permanencia, pero les puedo asegurar que pocos momentos más emotivos se pueden vivir en una cancha de baloncesto que un ‘play off’ con la salvación en juego. Sí, no deja de ser baloncesto. Y quizá un tanto mundano, entre dos equipos que no aspiran a ganar un título ni a ser los mejores de su país o su continente. Pero las sensaciones que se viven en un pabellón donde la vida deportiva, incluso en algunos casos la supervivencia de un club o el próximo contrato de los jugadores está en juego, son inigualables. Y eso, estoy convencido, se contagiaría también en cierto modo a la televisión. Un quinto partido por la permanencia es de las cosas más especiales que se pueden contar o vivir. Y desde luego, sufrir.
Cierto es que, antes de recuperar esta situación, habría que marcar unas directrices. Probablemente lo que acabó con las eliminatorias de salvación fue el que no pocos equipos se dejaran ir durante meses para ahorrar costes y reforzarse un mes antes de un ‘play off’ al que se presentaban con un equipo bien distinto al que había penado durante la mayor parte de la temporada. Y en muchos casos lograron salvarse después de haber, en cierto modo, faltado al respeto a la competición para hacer un esfuerzo final. Y encima, ahorrando presupuesto. Premio doble a la perversión. Es cierto que si las dos plazas de descenso se deciden al final de la liga regular evitas eso. He ahí el quid de la cuestión. Y como sería demasiado buenista pensar que quien se está jugando la existencia va a actuar de forma más ética ahora y no va a repetir actuaciones de hace dos décadas, sin un riguroso control de esa situación es difícil plantearse que se vuelvan a reflotar estas eliminatorias. Pero creo sinceramente que merecería la pena hacer un esfuerzo por parte de todos y que supondría un nuevo empujón a ese necesario drama que tiene que ir ligado al deporte para que este capte nuevos adeptos.
Pregunten en Valladolid, Murcia, Granada o Huelva. En Ourense, Huesca, Girona o Andorra. Hasta en Valencia o Bilbao saben lo que es eso y lo que ahí se vive. Hay muchos más lugares, estos son solo unos pocos, que recuerdan esas sensaciones tan especiales. Imágenes que no se olvidan de la memoria cuando los has vivido, para bien o para mal.Fechas, canastas, sonrisas y lágrimas que quedan grabadas a fuego para siempre. Y, en el fondo. ¿No es eso lo que más necesita el baloncesto o cualquier otro deporte?
Llámenme loco, pero a mí me gustaría.
Foto: ACB Photo
