En otoño de 2014, un chico tímido llegó a Tampa. Su nombre era Rubén Guerrero y había abandonado su España natal para probar fortuna en los Estados Unidos. Sus 7 pies (2,13 metros de altura) procedentes de Marbella no le aseguraban un futuro por el que tenía que trabajar, y mucho.
«Cuando llegó por primera vez aquí, no dijo gran cosa», dice el compañero de cuarto de Guerrero, Jake Bodway, en declaraciones a usforacle.com. Ahora, más de dos años después, el andaluz se ha transformado. Ha ganado fuerza y es una pieza clave del equipo, además de ganar el Premio a la Deportividad de la NCAA en 2016.
Y todo a pesar de estar en un conjunto que no tiene balance ganador. Nueve derrotas consecutivas, y 62 victorias y 85 derrotas con los USF Bulls en tres temporadas. «Quiero que USF sea conocido por su buen nivel», declara un Guerrero que no se resigna. Reconoce que «no siempre vas a a ganar en tu carrera ni a tenerlo fácil. Estoy aprendiendo a ser mejor perdiendo, aunque suene mal».
Guerrero llegó a Estados Unidos acompañado de su hermano Adrián para jugar en la Sunrise Christian Academy. Un sistema de escuelas que prepara a los talentos internacionales. Tras llegar a Florida, dónde vive su tercer año, sigue alucinando con las facilidades: «Tenemos acceso abierto 24 horas y siete días a la semana al gimnasio, comida gratis, y entrenadores todo el tiempo. En España esto es impensable».