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«Orgull, Manresa» crónica de un viaje inolvidable, por Gerard Solé

«Orgull, Manresa» crónica de un viaje inolvidable, por Gerard Solé

Más de 4000 almas. Más de 4000 esperanzas. Más de 4000 sueños. La ciudad de Bilbao ya es un escenario inolvidable para una pequeña localidad que, año tras año, lucha por sobrevivir en la competición nacional más exigente de Europa. Sin embargo, hay veces que los astros y los planetas se alinean y lo que parecía un imposible se convierte en realidad. Con el presupuesto más bajo de la Basketball Champions League, los del Bages han completado una campaña inolvidable. Algo que ni una última derrota, por muy dura que sea, debe empequeñecer.

La capital vizcaína ha sido, durante unos días, la prolongación del Nou Congost. Camisetas rojas inundaron la ciudad con la ilusión de alcanzar lo que nunca habían ni siquiera soñado. Ni los más pequeños, ni los más grandes, ni eternas leyendas del club como Rafa Martínez. Impensable, inimaginable. Pero ¿cómo va a llegar el Manresa a una Final Four? Había que estar loco para creer eso. O es lo que imaginaban, por lo menos, en el corazón catalán.

Locura. O demencia. O, simplemente, una fe ciega en todas sus posibilidades. De la infinita confianza del “Nobody is perfect and I’m nobody”, a la unión de una serie de personalidades que se rebelaron contra el ser uno más de una lista interminable. Porque esa era la historia de su vida. Y ahora les tocaba ser protagonistas. Manresa no iba a ser, simplemente, una etapa más de su carrera. Manresa debía ser un sitio muy especial.

Nadie miraba más allá del siguiente partido. Tras la dura experiencia de su debut en la BCL, quedándose a las puertas del top16 tras una primera fase de demasiados altibajos, la cautela iba a ser la mejor aliada. Hapoel Jerusalem y Pinar Karsiyaka esperaban. Y un Stal Ostrow que, en un mal día, podía ser una dura sentencia final como juez de un grupo de máxima exigencia. Pero, uno tras otro, fueron superando retos. Ganar en Israel. Ganar en Turquía. Y a pensar en una segunda fase que bien podía significar el final del camino.

TOFAS Bursa, Darussafaka y un amenazante Treviso, que había dejado fuera a un histórico como el AEK de Atenas. “Quizás esta vez sí. Quizás aquí termina la historia” pudieron llegar a pensar en la grada del Nou Congost. Pero esa era una duda que nunca apareció en un vestuario que tenía muy claro su destino. Y aunque hubo que sufrir (¡y de qué manera!), el BAXI Manresa siguió su camino. Ni las lesiones de Bako, Dani Pérez o Francisco cambiaron el ánimo. Es más, hasta Pedro sumaba otro soldado. Uno de los que cayeron en 2019 y cuyo fuego acabó de avivar al grupo: Juampi Vaulet.

Hubo que esperar hasta el último día. Si TOFAS Bursa ganaba en el Nou Congost, podía significar el fin del viaje. Ahí llegó el puñetazo definitivo sobre la mesa de la competición. Porque no iban a ser uno más. Ya estaban cansados de ello. Quedaba un paso para llegar al soñado destino. Un paso que transmitía mucho respeto: Unicaja. Campeón de Korac, campeón de ACB, campeón de Copa del Rey, campeón de Eurocup… y muchas temporadas en la Euroliga. David debía superar sus miedos para vencer a Goliat.

29-4. En diez minutos, el BAXI Manresa espantó todos los fantasmas, lanzando un mensaje atronador a todo el continente. Los malagueños ni tuvieron opción de competir en el feudo local. Málaga, sin embargo, podía ser un escenario muy distinto. Podía… porque tampoco lo fue. Cuando más cerca parecían los de Pedro Martínez de la inevitable caída, surgió la magia. O la fortuna. O la inagotable fe. Dani Pérez, Luke Maye y un ya legendario tiro final de Joe Thomasson. Bilbao esperaba. La Final Four. La tierra soñada. Pero… “we are not done”, ¿verdad, Chima?

Extenuante y agónica. La batalla de Ludwigsburg nunca será recordada por su belleza y perfección. 40 minutos de entrega, de pasión y de esfuerzo inacabable. Y, otra vez, big shot Joe. Un triple de Thomasson en el momento de más dudas apagó el motor germano. El Bàsquet Manresa estaba en una final. El de la pista Castell. El del icónico Vell Congost. El que, apenas hace 4 años, estaba en LEB tras una profunda depresión económica y social de la que era muy difícil recuperarse.

Sin embargo, Lenovo Tenerife fue la montaña inalcanzable. No fue cuestión de corazón. Ni de energía. Ni de talento, quizás. Vidorreta y Marcelinho Huertas diseñaron un plan sin apenas fisuras, completando el mejor partido de la temporada. Los letales picotazos de Salin, Wiltjer o Doornekamp fueron minando la esperanza de un BAXI Manresa que nunca apagó su rebeldía. Porque es lo que los había llevado hasta aquí. Y es lo que marcará el futuro de una entidad que, esta temporada, no ha sido una más. Orgull, Manresa, orgull. Los éxitos van y vienen. La historia es imborrable y permanece por la eternidad. Y este equipo, esta temporada y todo lo que le rodea, es ya leyenda de nuestro baloncesto.

Foto: Basketball Champions League

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