Siempre ha sido diferente. Precursos e innovador. Y ahora, con 66 años, Nikos Galis lo sigue siendo. El gran mito del baloncesto griego ha lanzado una nueva marca de ropa, NG, con tienda online en su propia web: nickgalis.com. Con motivo de este lanzamiento, atiende a Gigantes para repasar su carrera y dar su visión del baloncesto actual.
Nikos Galis se convirtió en un mito, logró unir a un país, hizo que los griegos se enamoraran del baloncesto y creyeran en lo imposible. Pero ¿quiénes eran tus ídolos?
Yo nací, crecí y aprendí baloncesto en Estados Unidos. Era un niño tímido, pero no puedo decir que no tuviera ídolos. Cuando crecía en Nueva York y luego en Nueva Jersey, a donde nos mudamos con mis padres, por supuesto era aficionado de los New York Knicks, el equipo que ganó la liga en 1969. En esa época, el equipo de Nueva York tenía grandes jugadores, pero quien destacaba para mí era el base Walt Frazier, un base alto para su época, que tenía un juego fantástico en su repertorio cuando jugaba. Era un jugador muy talentoso. Nunca he pedido un autógrafo a nadie en mi vida, solo lo vi jugar; mi entrenador de instituto me llevó a verlo jugar. Puedo decir que lo tenía como ídolo en esa época.
¿Qué rival te inspiró más durante tu carrera?
Drazen Petrovic, que era muy bueno, un jugador serio y también adelantado a su época en ese momento. Otro fue Toni Kukoc, que incluso me defendió. Era un jugador difícil, tenía 2,09 metros de altura con manos grandes, inteligente, muy buen jugador. Muchas veces me enfrenté a Richard Dakouri, que me defendió duro y era un atleta con un cuerpo grande que jugaba una buena defensa. Recuerdo de España que San Epifanio también era uno de los mejores jugadores en Europa en ese momento y muy inteligente. Norris también, un alto que tenía Barcelona y yo envidiaba porque nunca tuvimos un jugador alto así en Aris. Un dominador alto.
¿Qué fue, al final, el Aris de Nikos Galis? ¿Ese equipo que dominó al baloncesto griego durante una década?
Aris en ese momento era una dinastía. Realmente cambiamos todo el mapa deportivo en Grecia. El baloncesto pasó directamente de Atenas a Tesalónica. Aris era el equipo del país junto con la Selección Nacional de Grecia. La gente se sentaba y veía los partidos que jugábamos cada jueves en la Copa de Europa y todo el país se paralizaba, no solo Tesalónica. Dábamos espectáculo, teníamos el amor del público y nos consideraban como un equipo nacional en ese momento.
¿Hubo un dúo mejor en Europa en los años 80 y principios de los 90 que Galis – Giannakis?
Recuerdo excelentes dúos en Europa. Jugoplastika, de hecho, tenía más de dos, con Radja, Kukoc, Savic, al igual que Partizan con Divac, Zarko Paspalj y Djordjevic. La Unión Soviética tenía a Marciulionis y Sabonis, el Barcelona tenía Epi y Audie Norris, Real Madrid en el ’89 tenía Drazen Petrovic y Fernando Martín, antes tenía a Corbalán, Martín y Biriukov. Había dúos de jugadores muy fuertes en Europa en ese momento.
¿Y qué fue lo que llevó a Galis a conocer su límite? ¿A anotar 30 puntos por partido?
Era muy competitivo, me gustaba la competencia, me gustaba llevar al equipo sobre mis hombros y liderarlo. Y como persona, ningún atleta quiere perder ni un partido, ni un tiro, ni un dribbling. Por supuesto, eso no es posible en la realidad, pero así soy en toda mi vida. Quería ganar. Si juego backgammon, quiero ganar! Si juego tenis, quiero ganar. Era parte de mi naturaleza como atleta.
La rivalidad con el Barcelona se convirtió en parte del mito. Junto con aquellas contra el Tracer Milano y el Maccabi. ¿Qué hizo esta rivalidad tan especial e intrigante?
Porque siempre se jugaba mucho en esas rivalidades. Por ejemplo, estaba en juego la clasificación al Final 4. Eran los mejores equipos de la época. Tracer, Maccabi, junto con el Barcelona, tenían a los mejores jugadores, fichaban a los mejores extranjeros. Cada partido era una aventura y nunca sabíamos quién iba a ganar. Las canchas eran muy fuertes, esos equipos tenían muchos aficionados detrás de ellos. Y cuando les ganabas, cuando Aris, por ejemplo, vencía a estos equipos, se hablaba de ello en todos los medios, era el tema principal en toda Europa baloncestística. Era publicidad para nuestro equipo.
Como viviste lo ocurrido en aquel partido de diciembre de 1987, cuando Aris se convirtió en el primer equipo griego en salir victorioso del Palau. ¿Quizas, fue uno de los momentos más destacados de tu carrera?
Sí, definitivamente fue así. El Barcelona era un equipo muy valorado, dominante en aquella época. Fue algo sin precedentes para el baloncesto griego en aquel entonces. No solo Aris y Tesalónica lo celebraron, creo que toda Grecia se alegró por esa victoria. Fue un hito para nosotros. Demostramos que pertenecíamos a los grandes equipos y que podíamos competir con la élite. Muchos aficionados y amigos del baloncesto dicen que fue mi mejor actuación con la camiseta de Aris.
¿Cuál es el legado de Galis en el baloncesto europeo?
Quizás mi legado sea, que mientras todos prestaban atención a los jugadores altos y a los que eran pívot, demostré que el baloncesto es el deporte de los exteriores, que de ahí venía todo el juego. Que un jugador de 1.85 metros podía penetrar y amenazar cerca del aro. Con consistencia, no solo en un partido, pero en cada partido. Además, en el aspecto de las estadísticas, no se trataba solo del total de puntos, sino de los porcentajes de acierto que tenía, una consistencia en el rendimiento. Al final, el legado fue que convertimos a un país que nunca había aparecido en el baloncesto europeo, de repente en una potencia. Que conquistó un título (Eurobasket 1987), conquistó el segundo puesto inmediatamente después (Eurobasket 1989) y se había convertido en un referente en Europa con rivales como la Unión Soviética y la Yugoslavia.
¿De qué fracaso obtuviste la lección más importante?
Podríamos decir que fue del partido contra el Tracer Milano que perdimos. Ganamos en Salónica por 31 puntos y perdimos en Milan por 34 puntos de diferencia. Aprendimos duramente que nada termina en el medio tiempo, todo termina al final. Nunca a mitad de camino. Un equipo no debe relajarse y entrar en un partido sin energía. No deberíamos haber jugado conservadoramente para proteger la diferencia. Deberíamos haber jugado libremente y, aunque perdiéramos, la diferencia no habría subido a 17-20 puntos. Jugamos de una manera que no era nuestro estilo, salimos de nuestro ritmo.
(PS Aris – Milano 98-67, Milano-Aris 83-49 el 6/11/1986)
¿Cómo ve la evolución del baloncesto en la era moderna y cuáles son las mayores diferencias desde la época en la que jugaba?
En nuestra época, las cosas eran más naturales. Ahora, en el baloncesto, creo que los niños son más moldeados, los convierten en robots como deportistas. No hay esa elegancia que tenía mi época, el baloncesto fantasioso, eso creo. Ahora los niños están más musculosos, tienen piernas fuertes para levantarse, saltan más alto… Pero en este caso pierdes un poco la fantasía que tenía el baloncesto en nuestra época. Los equipos también eran más fuertes, al menos a nivel nacional. Y tal vez los mayores talentos de Europa no se iban tan fácilmente a la NBA, se quedaban y jugaban aquí, en los campeonatos europeos. Ahora, un talento, un joven, lo llevarán directamente para formarlo allí en la NBA.
¿Quién es su maestro más importante en el baloncesto y cómo influyó en su juego?
Αprendí baloncesto en Estados Unidos. Mi entrenador de instituto, Bill McKeever, que me dio los primeros fundamentos. También a Bill Raftery en la Universidad Seton Hall durante 4 años. Pero la mayor escuela fue el playground, donde aprendí baloncesto en las calles.
Allí aprendí que el baloncesto es una batalla, allí entras fuerte al juego. No podíamos permitirnos perder en ese entonces, porque no jugaríamos más, perderíamos nuestro turno y pasaríamos el resto del día inactivos. El playground me enseñó que no hay faltas, me golpeaban y seguía jugar sin quejarme. Es una gran lección, cuando aprendes baloncesto en la calle, luego todo te parece fácil.
Yo buscaba formas de ir a Harlem a jugar, llevaba compañeros de equipo de highschool conmigo, íbamos a diferentes ciudades para jugar, Nueva York, Nueva Jersey, para encontrar competencia, para ganar. Siempre buscábamos la mejor competencia, porque eso nos haría mejores jugadores.
¿Cuáles fueron los momentos más importantes en su carrera y cuáles de ellos le enseñaron más?
Los momentos importantes incluyen cuando dejé Estados Unidos para venir a Europa a jugar aquí. Seguro, el Eurobasket 1987 con Grecia. Los campeonatos y los Final 4 con el Aris, pero el punto culminante es el ’87, que cambió el baloncesto en Grecia y puso nuestro país en el mapa, alterando toda la corriente del baloncesto para la sociedad griega.
En 1987 aprendimos que con fe y esfuerzo puedes mirar a los ojos a cualquier oponente. Porque fue como si viéramos ahora que David puede vencer a Goliat.
Finalmente, regresando a los Estados Unidos en 2017 para mi inducción al Hall of Fame del Naismith, siento que cerré un ciclo de esfuerzo y reconocimiento por parte de la comunidad baloncestística.
La razón por la que el gran Aris no logró llegar a ganar la Copa de Europa… ¿Qué faltó? Es una pequeña decepción en esta enorme carrera que no hayas ganado el título;
Sin duda, pero hay otros factores involucrados. Debido a que no eran partidos a nivel nacional, dependíamos mucho de los jugadores extranjeros. No tuvimos la suerte en Aris de tener a un Audie Norris como pívot en el equipo, o un Kevin Magee como tenía Maccabi. No tuvimos suerte con nuestras elecciones de extranjeros. A pesar de tener una buena base de jugadores griegos, un buen núcleo griego, los otros equipos, aunque no tenían una base local tan buena como la nuestra, tenían extranjeros muy buenos. Entiendes, en una Final Four es un partido y estás fuera, las actuaciones de los jugadores cuentan. No es un campeonato durante todo el año para que se determine quién será el campeón. Son solo dos partidos, uno los pierdes, y ya está.
¿Cómo manejabas la presión y las expectativas?
Personalmente, siempre confié en mí mismo. Cuando llegué a Grecia desde los Estados Unidos, decía que conquistaría el país en mi campo, el baloncesto! Siempre creí en mis capacidades. Nunca tuve ansiedad por no tener éxito, porque conocía mis habilidades naturales y mi talento, y trabajaba muy duro para mejorarlo. Sabía que tenía el talento, sabía que trabajaría muy duro para mantenerlo y como persona, era positivo de que tendría éxito en lo que hiciera. Además, aunque estaba en el centro de atención en esa época y todos se abalanzaban sobre mí, debido a mi estilo de persona de perfil bajo, podía manejarlo y mantenerme concentrado en el baloncesto.