Fue un partido fabuloso, con un Partizan ofreciendo sobre el parquet del Palau Blaugrana toda la esencia del baloncesto, con unos jugadores jóvenes mostrando su talento físico y técnico y, precisamente por su inexperiencia, alternando la excelencia con errores infantiles. Un partido que el Barcelona pareció dominar en la segunda parte pero que estuvo a punto de escapársele más por la intensidad y acierto del rival que por la falta de concentración local. Un Barcelona que tuvo al mejor Huertas y que vio como Jawai, en su versión europea, destrozaba la zona rival.
Pero tanto altibajo alteró los nervios de un Xavi Pascual que no acaba de tomarle el pulso a un equipo irregular en la intensidad de sus jugadores y con un excedente de escoltas y aleros que hace que nadie pueda sentirse del todo realizado en los partidos. Pascual quiere dar oportunidades a Rabaseda y Abrines y la vez complacer al veterano Jasikevicius combinando todo ello con la presencia en pista de un siempre imprescindible Navarro y de Ingles en el cual el técnico azulgrana confía ante la ausencia de Mickael. En esas que Jasikevicius, avisado de su extraño rol, entró por segunda vez en el partido en el minuto 35 con el partido casi aparentemente resuelto con doce puntos de ventaja para los azulgranas. Pero un parcial de 0-8 hizo que su entrenador lo hiciera volver al banquillo dos minutos más tarde. La cara de Jasikevicius era obviamente un poema. No era la única.
Pascual, al minuto de iniciarse la segunda parte sustituyó a Lorbek por un error defensivo que seguramente habían avisado en la charla del descanso. No regresó a la pista y no es la primera vez que sucede esta circunstancia en la presente temporada. Ante los Dallas en el Sant Jordi se produjo una situación similar. Pascual se mostró muy enojado con su equipo a lo largo del partido y tantos jugadores de perfil diferente y tanta tensión que se transmite en ese banquillo invita a pensar que el ambiente no es el ideal en estos momentos. Eso sí, séptima victoria consecutiva entre Liga y Euroliga que, a la postre, y tratándose del Barcelona, tiene mucha más importancia que las caras. Eso y ver un Palau casi lleno, con buen ambiente.
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