Artículo originalmente publicado en el especial Así fueron los 80s de Gigantes, número 1508
Miguel, hijo mío:
Cada mañana vamos al cole y echamos cuentas de cuantos años ha de estar Doncic en NBA para que te diera tiempo a coincidir con él, me dices que Danny Ainge debería “sacar la pasta” y mejorar a “tus” Celtics, te digo que Magic iba a clase botando el balón con la izquierda, debatimos sobre por qué si me gustaba Sabonis (el padre) y por qué no lo fiché para el Cáceres…
Cada mañana cuando entras en tu aula de 4º de primaria y yo me vuelvo a casa me bajo pensando en las razones de estas conversaciones. En buena parte, Tú y yo hablamos de NBA porque mi generación se enamoró de todo lo que significó un equipo de oscuro con mucho orgullo jugando a cara de perro contra uno de claro con mucho “Flow”.
Miro fotos de los 70 y me parece que entre el humo (sí, permitían fumar…) y la tecnología de las cámaras, todo estaba peor iluminado. A la que “Magic Johnson” saltó a la cancha (1980), hubo más focos, el amarillo de los Lakers era más satinado, su sonrisa le dio brillo a todo lo demás. En España no vimos NBA en televisión con algo de regularidad hasta que Fernando Martín en 1986 no fichó por Portland Trail Blazers. Pero en 1984 nuestra selección ganó la medalla de plata en el Forum de Los Angeles (la cancha de los Lakers antes del Staples). Y vimos a España jugar contra Michael Jordan. Nos iban sonando los grandes jugadores de la NBA.
Pero no hubo una rivalidad mayor que la “skin” dorada y púrpura de Los Angeles Lakers jugando contra la “skin” verde irlandés de Boston Celtics y sus tréboles. Recuerdo la emoción máxima de poner el despertador de madrugada para ir a la habitación de tu bisabuela Petra (que se iba en verano a Granada) y tenía una tele donde yo veía las finales Lakers-Celtics. Todo apagado, los santos y vírgenes de las estampas de testigos, el volumen bajito y mi corazón latiendo fuerte al ritmo del coast to coast de James Worthy.
Cuando tenía 12 años, para mi Boston Celtics eran como para tu generación son los grandes villanos de Marvel. “Galactos”y “Thanos” eran Kevin McHale o Robert Parish (y no te digo ya los Bad Boys…). Tenían grandes poderes y podían batir a Kareem-Abdul-Jabbar que no sonreía mucho pero su gancho era imparable, luego me enteré que su asesor fiscal le robó mucho dinero y claro, como iba a sonreír el hombre…Una leyenda que cuando nosotros llegábamos a la NBA, él llevaba toda la temporada despidiéndose para retirarse.
Te hablo mucho de la importancia del pase, de compartir la bola en este juego de equipo. Larry Bird nos parecía un tirador y anotador serio. Rubio, bigotudo y formal. Resulta que también era un pasador excelente, con unas manos estupendas. Pero por encima de todo era un ganador. Y llegado desde un pueblo, a la franquicia que entonces había ganado más anillos, la más campeona. Se echó el peso de la historia encima de su espalda, “farmeó” 3 anillos más para los verdes, 5 finales contra los Lakers y sus vértebras llegaron justas a Barcelona 92, donde se despidió del baloncesto jugando al lado de sus grandes enemigos en la cancha, con la selección USA.
Earvin “Magic” Johson era la sonrisa de Luka Doncic en el cuerpo de LeBron James y con un carisma propio. Nos encantaba que se pudiera jugar mirando a la grada, repetíamos sus jugadas en el recreo, dábamos pases picados de cancha a cancha, los altos se animaban a subir la bola en contraataque, la modernidad era disfrutar de las jugadas, ya no todo tenía que ser sobriedad. Larry Spriggs fue un Laker que fichó el Real Madrid, sus compañeros no entendían sus pases. La creatividad iba apareciendo.
Ganar era importante, pero jugar con buenos pases, con grandes mates, también molaba.
Supimos lo que significaba un 7º partido (lo más grande), el Doctor J nos enseñaba sus últimos vuelos, Isaiah Thomas se besaba con Magic antes de los partidos, el fútbol nos “raideó” muchos aficionados, Larry levantaba el dedo de número 1 antes de que el último triple entraba.
Y unos secundarios gloriosos, Kurt Rambis que no acumulaba “kills” pero casi, con los bloqueos que ponía y lo duro que jugaba para ayudar a Magic y Worthy en el trabajo sucio. Aunque los triples no son lo de ahora, ni mucho menos, Celtics tenía un “franco” como Danny Ainge (sí, sí, el mismo que te pone nervioso porque no te ficha a nadie para ayudar a Tatum y Jaylen), pues era un buen tirador mormón, base suplente de aquellos años. Por los Lakers quién te podía pegar un buen “francazo” era Michael Cooper, con unas piernas y brazos larguísimos pero buena muñeca desde el triple también.
En las finales de los 80, Lakers y Celtics sonreían pero también gruñían. No había ningún jugador que “campeara”, no estaba permitido esconderse en el juego y sobre todo como hubiera algún golpe de más. Los dos banquillos salían a separar o a defender al agredido.
Magic Johnson, James Worthy y Kareem Abdul-Jabbar fueron números 1 del draft, ganaron la NCAA con Universidades legendarias y fueron la santísima trinidad de los Lakers en los 80. Hasta 5 Campeonatos de la NBA fueron amarillos en esa década. Pat Riley fue el entrenador de esta saga, su gomina y su cuidado “outfit” eran parte de un plan de venta. Los Lakers eran un “pack” de vacaciones al mundo de la fantasía deportiva.
Larry Bird, McHale y Robert Parish encarnaban el orgullo de la clase trabajadora de la Costa Este. Un juego posicional con un poste bajo sólido pero un juego colectivo excelente. En el anillo de 1986, la incorporación de Bill Walton les llevó a ser un equipo cuyos interiores pasaban la bola mejor que los exteriores, un juego muy completo. Su entrenador era K.C. Jones, antiguo Celtic de la época gloriosa, transmisor de los valores de Bill Russell, Bob Cousy y Red Auerbach. Vieja escuela.
Miguel, una gran rivalidad como aquella les hizo mejores a los dos equipos. Una rivalidad como aquella nos hizo querer la NBA, querer el baloncesto, querer mejorar en cada entrenamiento. Nos hizo respetar al rival como alguien a quién tratar de ganar pero alguien a quién conocer cuando el partido termina. Respetar a tu mayor rival es respetarte a ti mismo.
Ver a Magic bromear y carcajearse con Larry Bird en el rodaje de anuncios, en el Dream Team o en otras apariciones públicas le dieron sentido a todo esto y fueron el cierre perfecto a una década de grandes batallas deportivas entre dos equipos legendarios que cómo puedes comprobar han pasado de la cancha a la tradición oral de padres a hijos.
Foto: Getty Images
