El 14 de marzo de 1989 tuvo lugar una de las actuaciones más legendarias del baloncesto español. Aquel día, Drazen Petrovic dio todo un recital y se marchó hasta los 62 puntos en la victoria (117-113) del Real Madrid sobre el Snaidero Caserta italiano en la final de la Recopa de Europa.
El partido se celebró en el Pabellón de la Paz y la Amistad, en Atenas, teniéndose que jugar una prórroga para acabar con un vencedor. El Real Madrid se acabó llevando el título en lo que fue un auténtico duelo de artilleros entre Drazen Petrovic y el también mítico Óscar Schmidt, que terminó el choque con 44 puntos. La victoria blanca significó la segunda Recopa para los madridistas, después de la conseguida en 1984.
Aunque aquella obra maestra de Drazen Petrovic hizo que su fichaje se considerase en todo un éxito de la era Ramón Mendoza en la sección de baloncesto del Real Madrid, la forma de verlo de los que entonces fueron sus compañeros era muy distinta. «En aquel momento todos pensábamos en el Real Madrid y él pensaba en Drazen Petrovic«, explicaba Fernando Romay en un Informe Robinson sobre el genio de Sibenik. «En el descanso tuve una conversación con Drazen, y una de las cosas que le dije fue, ‘tú estás aquí porque nosotros necesitamos títulos y yo estoy encantado de que repartas asistencias, pero tienes que ser un poco más egoísta y meter puntos’. Ahí fue un torbellino. En la segunda parte y en la prórroga fue un torbellino», comentaba el entrenador blanco de ese momento, Lolo Sainz.
Aquello provocó una crisis en el vestuario madridista, con varios jugadores acusándole de haber sido muy egoísta. «Les expliqué que yo había sido el culpable porque le pedí que hiciera eso», confiesa el técnico. Romay, sin embargo, no lo compartía. «No fue el triunfo de un equipo, sino de una persona, para lucirse delante de todos los agentes y demostrar que estaba preparado para la NBA«. Justo lo que sucedió. La temporada siguiente, Drazen firmó con los Portland Trail Blazers y puso rumbo a Estados Unidos.