Estados Unidos ha cerrado la fase de grupos con un perfecto 3-0. Se une a Alemania y Canadá como los dos equipos todavía invictos tras ganarle a Serbia por 26 puntos, Sudán del Sur por 17 y Puerto Rico por otros 21 puntos de diferencia. Acaban la primera parte del torneo olímpico con el mejor diferencial (+64), el mejor ataque (317 puntos, 105.6 por partido) y habiendo mostrado, por momentos, su mejor cara. Y ya esperan a Brasil en los cuartos de final antes de meterse de lleno en la lucha por las medallas. Buscan el séptimo oro en ocho ediciones, el quinto seguido y llegan con una plantilla profunda, llena de estrellas y talento a raudales, presente y futuro con algún fichaje.
Y pese a la excelencia, las palizas, LeBron James y Kevin Durant en pista al mismo tiempo, el Team USA ha dado la sensación de ser mortales. No al nivel del pasado Mundial, cuando perdieron dos veces, o en 2019 cuando acabaron con un récord de 6-2 y la séptima posición, pero es posible. Porque entre el nivel del baloncesto internacional, cada vez más cercano al estadounidense, y el ciclo que sigue la selección cada década, es posible pensar en una derrota. Posible, que no probable, dos conceptos muy diferentes, pero que se suelen combinar e intercambiar a menudo.
Desde 1992, cuando el equipo olímpico empieza a llevar jugadores NBA, la selección ha seguido un ciclo, uno muy similar. Empieza con una derrota siempre, que genera la necesidad de demostrar un dominio aplastante, casi insultante: pasó en 1992 tras perder en Seúl, y pasó en 2008, tras la derrota en 2004, en ambas ediciones bronce. Pero poco a poco, tras el dominio, que suele durar dos ediciones, empieza un ligero relajo. Uno que lleva a la selección a igualarse con el resto de países y los números se normalizan hasta que llega un susto, generalmente en forma de derrota. En 2004 fueron tres, incluyendo las semifinales, y en 2020 fue una ante Francia, aunque llegó en la fase de grupos. Pero llegan.
En azul los puntos por partido, en rojo la diferencia con el rival | Elaboración propia.
En 2000, en Sídney, en la fase de grupos Estados Unidos ganó por un promedio de 29.2 puntos y acabaron el torneo al completo venciendo por 21.6; después de la debacle de Atenas, en Pekín y Londres respectivamente la diferencia se fue a 32.2 y 38.2 en fase de grupos y 28 y 32.1 hasta la final. Eso incluye el partido por la medalla de oro. Y eso se esperaba para esta edición. El susto de 2020 se combina con las malas participaciones en los Mundiales de 2019 y 2023, por lo que analizando el ciclo que sigue el Team USA, era momento de traer a todas las estrellas (esta parte sí la han hecho) y de aplastar a todos sus rivales. Y esto ha pasado menos.
Los números de este año son menos especiales que los de otros combinados, pese a tener muchos más nombres que antaño. El +21.3 que suman, ventaja por partido, es el peor desde Atenas 2004 cuando acabaron la fase de grupos 3-2 y perdieron en semifinales a la postre. Y los 105.6 puntos sí mejoran las dos últimas ediciones, pero están muy lejos de los 117.8 de Londres o los 115.8 que el Dream Team promedió en Barcelona 92, los dos equipos con los que más se ha comparado a la selección de 2024. Por nombres sí, por resultados, no están para nada cerca, al menos todavía. Pueden llegar a hacerlo, y más con la plantilla que arrastran por calidad, pero necesitan mejorar y ser más regulares.
Influyen los rivales, como el +54 a Irán en Tokio, +57 a China en Río de Janeiro o las palizas a Nigeria (+83) y Túnez (+47) en la edición de Londres, en 2012. Pero Puerto Rico y Sudán del Sur eran, este año dos de las selecciones más débiles del torneo junto con Japón y Brasil y no han conseguido tanta diferencia. Ante Sudán, por ejemplo, perdieron el parcial de la segunda parte (50-48) y Puerto Rico llegó a dominar a mitad del segundo cuarto hasta que apareció LeBron James. Incluso Serbia en los minutos con Nikola Jokic en pista empató, pese a luego permitir un -26 al sentarse el tres veces MVP de la NBA. Serbia podría ser, en semifinales, el rival de Estados Unidos que ha tenido algo de suerte en el sorteo con Canadá y Alemania al otro lado del cuadro.
Otra opción es que Joel Embiid tuviera razón cuando dijo que las estrellas del equipo nacional eran veteranos lejos de su mejor nivel. «La gente se ha dejado engañar por los nombres, pero ellos han construido su legado durante su carrera y ahora son mayores. Ya no son lo que solían ser» decía el franco-camerunés, aunque luego LeBron James y Kevin Durant hayan sido dos de los mejores jugadores. Quizá simplemente se están reservando, esperando los cruces, a la parte importante del torneo, igual que muchas veces en la NBA solo importan los playoffs y la temporada regular es un trámite. No todos se pueden permitir ese lujo, pero Estados Unidos, con LeBron, Durant, Curry y tantos otros, por ahora sí.
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