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Cómo morir sin perder la vida. Crónica del Nigeria-España, por Andrés Monje

Cómo morir sin perder la vida. Crónica del Nigeria-España, por Andrés Monje

Con tres minutos por jugarse Chamberlain Oguchi anotó su séptimo triple del encuentro. Uno que ponía a Nigeria a un solo punto de España (82-83) en un duelo ya sin red, en el que la derrota suponía el abismo en el torneo olímpico. El guión podía haber salido de la mente de Hitchcock -quizás de la de Stephen King, pensará algún otro-, como tantas otras veces en el caso de una España abonada a la agonía que vivió de nuevo una experiencia en el funámbulo.

De nuevo se logró escapar. España supo jugar a morir sin perder la vida. Su viejo y peligroso truco.

El 87-96 final deja a la subcampeona olímpica con pulso vital, con el corazón latiendo restando dos partidos en los que la exigencia será máxima y el margen de error ninguno. Lituania y Argentina, los dos lobos que aguardan, se parecen poco a Nigeria y demandarán mucha menos dosis de Jekyll&Hyde a una España que aún busca su identidad de antaño. La dominante, la caníbal. La que a días dos días de jugarse su continuidad en el torneo aún no ha hallado.

Parecía una noche plácida pero no lo fue. Parecía que el arranque (2-11 en cuatro minutos) permitiría echar algo de sal a las heridas. Era gracias a otro lenguaje corporal, otra velocidad y otro fuego en los ojos. Ante Nigeria, sí, pero todo eso existía. España puso ritmo, rebote y transición, puso presión en primera línea defensiva y puntos fáciles. Se pareció un rato al equipo que sueña con ser.

Pero sería sólo un rato.

La entrada de la rotación, extendida en esta ocasión con minutos para Willy Hernangómez y José Calderón- siendo el primero muy importante después-, preservó las buenas sensaciones iniciales. Sergio Rodríguez nadó cómodo en aguas frenéticas, las únicas conocidas por una Nigeria a la que ni el carácter de Will Voigt puede templar. Nigeria es baloncesto caótico bañado de poder atlético y abuso del triple (hasta 35 lanzó, por sólo 28 tiros de dos). Es ese su ADN. Y es ese contexto el que te muestra.

No habría paz en el partido. Y no habría tranquilidad para España.

La vigente campeona de Europa, superior, cayó en el desorden pero mantuvo el mando en el marcador. No era poco. Hasta que llegó el primer giro de guión, que ni siquiera sería el más violento. A cuatro minutos para el descanso los de Scariolo mandaban por 13 puntos (27-40), pero en apenas dos minutos desconectaron del encuentro. Dos pérdidas, dos errores en el tiro y la desaparición de golpe toda la buena actitud previa atrás derivaron en un 9-0 de parcial que hizo creer a Nigeria que había partido.

Y lo hubo.

El electrónico marcaba al descanso sólo dos tantos de renta (41-43). Irreal para lo visto pero era lo que había. Apenas dos minutos de crisis derivaron en tal situación porque España, incluso siendo mucho más poderosa y fiable que su rival, hiperventiló y se disolvió mentalmente ante una mala racha, mostrando que su estado anímico anda lejos de lo ideal. España es ahora mismo un paciente en tratamiento, uno que toma medicinas para hallar en su memoria su verdadero yo.

La exigencia y el alambre devolvieron la seriedad colectiva tras la reanudación. Ricky Rubio (sin tiro exterior pero con todo lo demás) aumentó la presión defensiva y le acompañó Rudy Fernández, su antiguo socio verdinegro, con un par de tiros exteriores, vitamínicos para un equipo que necesita el triple para volar. Entra ambos lanzaron un +10 en apenas tres minutos de tercer cuarto. Con Rubio en pista (21 minutos) España fue 29 puntos mejor que los africanos durante el encuentro, muestra de su renacimiento parcial.

Desfallecimiento, Oguchi y supervivencia

Otra vez parecía el contexto controlado (51-65, minuto 25). Otra vez no lo estaba. La renta serviría como previa al segundo giro de guión. Y este mucho más sangriento. De nuevo parálisis mental ante una situación adversa pero común.

Dos tapones recibidos de Pau Gasol fueron antesala de una técnica y un Big Bang en el duelo. Un 15-0 de parcial de Nigeria en todo lo que quedaba de cuarto (4:49 de reloj) detonó el partido. Todo por los aires. Oguchi comenzaba a sentirse bien, con Akognon de escudero e Ibekwe omnipresente en los aros. Y España desapareció. Literalmente desapareció. Perdió el sentido ofensivo, cayó en la precipitación y sufrió un colapso terrorífico en ambos lados de la pista.

Viéndose de nuevo uno abajo con sólo diez minutos en el crono (66-65), España volvió a remar. Lo hizo la segunda unidad, gracias a la resurrección de Juan Carlos Navarro en el perímetro y la acción de Hernangómez en la zona. Ambos anotaron 11 puntos y dieron oxígeno al marcador (69-77, min.33). Pero como enganchada a su adicción, España no viviría final plácido.

Oguchi (25 puntos), que había calentado la muñeca, ya estaba allí para disfrutar su ebullición. Encontraría el trance en los minutos sucesivos, bombardeando desde el triple (7/12), sumando desde la línea de personal y llevando a Nigeria al mejor de sus escenarios imaginables antes del duelo. Un punto abajo ante España a tres minutos del final. Entonces Scariolo devolvió al cinco inicial (que tuvo a Felipe Reyes por Mirotic), que solucionó –no sin sufrimiento- el problema con, esta vez sí, seguridad desde la línea de personal (21/26) y limitando los errores. Con eso bastaría.

Así salvó España la vida, que fue lo mismo que no perderla. Nigeria recordó viejos fantasmas a un conjunto que sólo anhela recordarse a sí mismo. La lucha por las medallas comienza el sábado. Lituania y Argentina esperan junto a otro ejercicio de escapismo porque, mientras se mira en el espejo tratando de encontrarse, todo lo que puede hacer España es sobrevivir.

Algo que, en el fondo, no deja de ser una de sus secuencias favoritas.

 

 

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