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Desfile de colmillo. Crónica del España-Lituania, por Andrés Monje

Desfile de colmillo. Crónica del España-Lituania, por Andrés Monje

Sin vuelta atrás y contra las cuerdas llegaba España al duelo ante Lituania. Una derrota dejaba virtualmente fuera, sin acceso a los cruces, a la actual subcampeona olímpica. El contexto, claustrofóbico para cualquier ser racional, sólo tenía una salida posible para un equipo acostumbrado a cruzar rascacielos entre alambres.

España se metió en la cabina, se enfundó el disfraz de superequipo y le metió 39 puntos de renta a Lituania –hasta entonces invicta- en sólo tres cuartos, dejando una imagen atronadora e inalcanzable. Serían 50 al final del duelo (109-59). Como si nada hubiera pasado los tres encuentros anteriores, como si de pronto todas las sombras y dudas hubieran mutado en una perversa máquina de jugar a baloncesto. Una sin piedad.

Hace justamente un mes Rimas Kurtinaitis, leyenda del baloncesto lituano, ofreció unas declaraciones que apuntaban a la falta de forma física de Pau Gasol durante la preparación. El catalán calló entonces, muy en su línea. Pero se guardó las palabras para hablar esta noche. Habló sobre la pista y en sólo 23 minutos, no hicieron falta más. En ellos dejó 23 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias, con 5/5 triples. Y por el camino un partido reventado y un equipo en proceso de resurrección.

España fue la España de las grandes ocasiones. La vieja campeona que responde al momento más crítico con su mejor versión, la virtud de entre las virtudes. No hicieron falta ni cuatro minutos para comprobarlo. En ellos el conjunto de Scariolo ofreció todos los rasgos que le convierten en un equipo potencialmente excepcional. Todos sin excepción.

Hubo lenguaje corporal hambriento, una primera marca defensiva muy agresiva (fantásticos Ricky Rubio y Rudy Fernández en líneas de pase), pulcritud en las ayudas, actitud y aptitud para correr la transición y hacer la cancha larga y amplia. Hubo también rebote en ambos aros, dominando el propio y castigando el ajeno (se cerró el partido con más capturas ofensivas de España que defensivas de Lituania). Hubo verticalidad en los bases para dividir la zona y generar ventajas. Hubo acierto en los triples. Y hubo, por supuesto, Pau Gasol.

Lo hubo todo y todo a la vez. Como lanzar un alarido al viento. España salió 12-4 y obligó a parar el partido a Kazlauskas. Pero -entonces no lo sabía- el temporal acababa de empezar. A pesar del sensacional Kalnietis, incisivo en el juego de pick&roll, Lituania era incapaz de hilar dos pases ante una estructura defensiva arácnida, todo velocidad de pies y todo manos en movimiento buscando la intercepción. Los bálticos metieron cuatro canastas en diez minutos. En el mismo tramo perdieron ocho balones y se vieron quince puntos abajo (26-11).

La segunda unidad de España (de diez hombres en primera instancia tras tener nuevamente Hernangómez minutos como relevo de Gasol) mantuvo el tipo y el banquillo no dejó lugar a dudas ante cualquier posible tentativa rival. Sin embargo Scariolo detuvo el encuentro a los dos minutos del segundo cuarto (28-17) tras ver un par de despistes atrás. No habría concesiones, metió a Pau Gasol de nuevo en pista y le juntó con Felipe Reyes, que esta vez no salió de inicio.

El madridista ofreció un clínic de lo suyo, el trabajo oscuro pero esencial que junta un equipo y le dota de espíritu. El rebote ama a Felipe Reyes como una madre ama a un hijo, así le busca casi por instinto. El cordobés puso músculo, cabeza y corazón para desesperar a los lituanos en los aros. España volvió a velocidad de crucero al compás de sus capturas.

Habría resistencia. Mindaugas Kuzminskas apareció entonces para aprovechar facilidades de España, las únicas de la noche, en la defensa de perímetro. Pasar los bloqueos por detrás y no apurar en los indirectos ante la batería exterior báltica era sinónimo de ser ametrallado desde la línea, como así fue. Pero la distancia, que se puso en diez puntos (39-29), fue estirada de forma salvaje en el tramo final de segundo cuarto.

Ricky Rubio, renacido ante Nigeria, recuperó la sonrisa sobre la pista. Hasta entonces había sido agresivo y puesto el ritmo en el umbral que le hace especial. Pero con confianza le entraron los tiros exteriores (3/4 en triples) y entonces alcanzó su máxima dimensión. Su (determinante) hiperactividad defensiva  se reflejó en una particular acción donde fue capaz de salir a puntear el triple de Kuzminskas en el lado débil, salir al contraataque y acabar él mismo la bandeja con la izquierda. Después sonrió y de inmediato volvió a concentrarse en defender. Era el mejor Ricky. Y estaba de vuelta.

España se fue 19 arriba a la media parte (48-29), con todos sus jugadores (diez con minutos entonces) con balance positivo en pista. Todos los elementos bajo control: ritmo, rebote, defensa y fluidez ofensiva, un plan con muchos menos botes y muchos más pases. Y aún quedaba lo mejor.

Pau Gasol señala el camino

La reanudación no apagó la sed de un equipo que venía del desierto y se pegó un atracón. Pau Gasol demostró que no sólo es estrella en poste bajo sino que a estas alturas ya es leyenda global. Y recordó con hechos que no resulta necesario jugar con la motivación de las leyendas. Metió tres triples consecutivos para arrancar el tercer cuarto, todos tras pick&pop, para acabar de hundir a Valanciunas y por extensión a toda Lituania. Gasol se iría pronto al banquillo, con 23 puntos en 23 minutos y el partido resuelto. Ya había marcado el camino, como siempre con el ejemplo: recorriéndolo él mismo. España se había puesto 57-31 (min.23). No había partido. Lituania pensaría ya en Croacia.

Pero no dejaría de llover. Sergio Llull, Juan Carlos Navarro, Rudy Fernández y Nikola Mirotic se unirían al festín, sacarían también su manual, como Pau y Ricky habían hecho antes. España cerraba el tercer cuarto con 39 de ventaja (84-45) y acabaría ganando también el último parcial, finiquitando el duelo con una victoria por 50 puntos ante un equipo que llegaba invicto y es serio candidato a las medallas en Río.

Lituania quiso pero no pudo. Después bajó los brazos. No era posible esta noche ante un bloque que se miró al espejo y por fin se encontró. A tiempo, con el reloj agonizando, se acordó de quién es. España tuvo a sus once hombres con al menos +10 en pista, repartió 31 asistencias y metió 16 de sus 32 triples. Dejó un sinfín de datos escandalosos para rubricar una exhibición de músculo como ninguna ha habido en este torneo olímpico. No al menos entre equipos teóricamente candidatos a las preseas.

Pero por encima de registros la vieja España, la de las grandes ocasiones, posó para la foto regalando su mejor cara. Dejó sensación y poso de poder. Sabiendo todavía que ante Argentina este lunes no habrá margen de error, pues una derrota más victoria de Brasil (ante Nigeria) dejaría a España fuera. Pero siendo consciente, al mismo tiempo, de que nada le motivó nunca tanto como el funámbulo.

En él sigue. Pero ya con la sonrisa puesta y el colmillo amenazante.

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