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George Karl y su complicado paso por el Real Madrid: repasamos una etapa difícil

George Karl y su complicado paso por el Real Madrid: repasamos una etapa difícil

George Karl quiso revolucionar el baloncesto español cuando fichó como entrenador del Real Madrid, pero su aventura en nuestro país no fue fácil

El antes y el después de las dos etapas de George Karl en el Real Madrid (1989-90 y 1991-92) podrían resumirse de una forma muy rápida. Una trayectoria remarcable en la CBA le sirvió para dar sus primeros pasos en la NBA, antes de poner rumbo a su primera temporada en el Real Madrid. Tras un año en la liga española regresa a Estados Unidos, para una campaña más tarde desembarcar nuevamente en la capital. Un curso después, vuelta a la NBA y hasta hoy. Sin embargo, entrando en detalles, hay más que contar. Mucho más.

George Karl llegó al Real Madrid prácticamente de rebote. Tal y como cuenta Antonio Rodríguez en su serie George Karl, un yanque en la corte del Real Madrid publicado por Endesa Basket Lover, el técnico de Pennsylvania fue una recomendación de Don Nelson cuando Lolo Sainz aprovechó una visita informal a Madrid del por entonces entrenador de los Golden State Warriors para intentar ficharlo. Donnie afirmó estar muy bien en la bahía, pero sacó a relucir el nombre de un George Karl al que vendió casi como un genio del baloncesto.

Métodos atípicos… tirando a incomprendidos

Al aterrizar en Madrid, George Karl se encontró con un equipo sin Drazen Petrovic y todavía sin americanos, pero no le importó. Comenzó la pretemporada con lo puesto y con mucho trabajo. El técnico quería llevar al Real Madrid los métodos que le habían funcionado a la perfección en Estados Unidos, pese a que en el baloncesto español en particular y el europeo en general no se entendiesen ni lo más mínimo.

George Karl quiso trasladar a la competición española la fórmula que le había funcionado en su terreno. Intensidad, rotaciones de banquillo, tiempo de juego preestipulado. Y vídeo. Mucho vídeo. El nuevo entrenador blanco era un maníaco del scouting. Antes de cada partido entregaba a sus jugadores auténticos tacos de apuntes con información del equipo y los jugadores rivales. Deberes para que todo el mundo estudiase a su oponente y supiera por dónde irían los tiros cuando empezase la batalla. Nada más ver la ciudad deportiva del Real Madrid preguntó dónde estaba la sala de vídeo, y el club blanco salió del paso asegurándole que la estaban remodelando, para posteriormente ponerle una.

Baja lo batuta del técnico norteamericano se entrenaban todo tipo de situaciones. Buscaba la agresividad, el darlo todo en la cancha, la defensa férrea, la presión constante atrás y el movimiento sin balón y sistemas con variaciones en ataque. Quería que el juego fluyese en todo momento, sin jugárselo a situaciones estáticas o de uno contra uno. Era otra mentalidad. Sus jugadores saltaban a la cancha y cuando cumplían el tiempo que él había estipulado los sentaba en el banquillo a descansar, sin importar que hubieran metido tres triples seguidos o estuviesen controlando a su hombre en defensa. Karl sabía que jugando a la intensidad que él pedía no se podía aguantar más de siete minutos sobre el terreno de juego, y que a partir de ese tiempo el rendimiento bajaba. Daba igual tu estatus en el equipo. Lo cumplía a rajatabla. Nadie lo entendía, pero sus jugadores se acabaron acostumbrando, sobre todo partiendo de la base de que no había que rendir cuentas al entrenador de lo que se hacía fuera del trabajo, con la tranquilidad y libertad que eso implicaba.

Dolorosa toma de contacto

Quizás el gran pero que se le pudiese poner a Geoge Karl en su primera etapa en el Real Madrid fuese que no era del todo consciente del nivel del baloncesto del viejo continente. Venía con la mentalidad de allí y la idea de que en Europa se estaba años luz en lo referente al baloncesto de clubes, y los americanos que se trajo no fueron del todo potentes. De hecho, ambos fueron sustituidos una vez comenzada la temporada y de forma simultánea.

Además las críticas se cebaron con el entrenador desde el primer momento, pese a que los resultados iban acompañando de un modo u otro. Para colmo, las lesiones jugaban en contra de Karl y el hecho de que el Real Madrid siempre estuviese en el punto de mira hacía que el técnico no parase de recibir palos por una u otra razón.

Aunque si hubo un momento que marcó la primera etapa de George Karl en el Real Madrid (y la historia del baloncesto español en general) ése fue el 3 de diciembre de 1989, cuando Fernando Martín perdía la vida en un accidente en la M30 madrileña. Fernando era el ojito derecho de Karl y todo un ídolo y referente para el hijo del entrenador, Coby, que campaba a sus anchas por la Ciudad Deportiva y no se despegaba nunca del jugador español.

Una mala racha de resultados y una situación obviamente complicada para el vestuario hicieron que George Karl estuviese más que nunca al filo del precipicio. Su guerra constante con los árbitros le acabó de enterrar. El Real Madrid quedó tercero en la liga, perdió en semifinales de Copa y cayó en la final de la Recopa. El entrenador norteamericano dejaba la casa blanca sin títulos.

«Estoy muy orgulloso de este año. Fui aceptado por los jugadores desde el principio, tanto en el aspecto personal como técnico. Tras esta temporada tan difícil, me siento parte integrante del Real Madrid».- George Karl

Una segunda oportunidad

Tras salir del Real Madrid después de un año aciago, George Karl regresó a Estados Unidos para entrenar en la CBA, en la que fue nombrado Coach of the Year. Una temporada después volvía al conjunto madrileño. Después de una campaña con peores resultados que la anterior, Karl tomó las riendas del Real Madrid para el curso 1991-92, aunque sólo se quedó tres meses, antes de aceptar una oferta de los Seattle Supersonics con los que retornaría a la NBA, donde sí que brilló como se suponía que podía hacerlo, pero eso es otra historia. El técnico dimitió de su puesto, no sin antes mostrar su descontento.

«Me hubiese gustado que en España se me hubiese respetado más. No ha sido así. Es difícil luchar y ser destruido cada día. En ocasiones se me ha herido», declaró en El País, allá por 1992, hablando de una frustración profesional y personal como motivos de su decisión de dejar el banquillo blanco. «En ocasiones he transmitido mi frustración a mi familia. Mi experiencia en España se estaba convirtiendo en algo negativo«.

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