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[Historias de 2022] ‘El legado intangible’. Pablo Laso y el Real Madrid, por Carlos Sánchez Blas

[Historias de 2022] ‘El legado intangible’. Pablo Laso y el Real Madrid, por Carlos Sánchez Blas

El destino es un cómico insaciable que aprovecha sus poderes para complicar el camino natural. Solo así se explica que una historia de amor tan hermosa como la protagonizada entre Pablo Laso y el Real Madrid comenzara mal… y haya terminado peor. El técnico vitoriano arribó al banquillo atravesando protestas, desazones y hartazgo de una afición que se resistía a la costumbre de la derrota. Pablo se marcha de su casa por la puerta de servicio, tras encanallarse la relación con su jefe y con una despedida cuyas formas colisionan frontalmente con los éxitos cosechados durante la última década. Llegó y venció (Copa en Barcelona en 2012). Se va después de ganar (Liga). Primer y último título de un total de 22. Entre medias, una dinastía que trasciende mucho más allá de los trofeos. El proyecto Pablo Laso, que aglutina a muchos profesionales en la cotidianidad de un equipo de baloncesto, ha sido la oferta de ocio más atractiva de Europa. Un equipo de leyenda en un club de leyenda. Una historia que más que un texto como este, merece un gran libro de aventuras. Épico The End. Infartito, copita y agur. Pablo Laso. Nueve letras que trazan una etapa inolvidable en la historia del baloncesto continental.

PASIÓN

Por el juego. Por la profesión de entrenador. Por el día a día. Por competir. Por enseñar. Por aprender. Por ganar. Por curar la acidez de las derrotas. Por ganar. Por volver a ganar. Por empezar de nuevo. Por ver partidos y más partidos incluso cuando sangra abundantemente la cornada más dolorosa. “Ahora mismo mi vida y mi pasión es ser entrenador de baloncesto”, fue su última frase tras negociar durante casi una hora delante del micrófono las curvas de su abrupta salida. Pablo transmite su pasión en una charla junto a la máquina de café de su oficina (una cancha de basket), en un tiempo muerto que agrava su cabreo o en una entrevista en la que se puede aflojar el nudo de la corbata. Pasión innegociable. Pasión con P de Pablo.

AGONÍA

Es un tipo muy divertido, hasta el punto que posee la virtud de reírse de sus propios sustos. “De infarto”, respondió a Gigantes cuando le solicitamos una palabra para definir la temporada. Pero ser entrenador del Madrid durante 11 años supone abrazarse con asiduidad a la agonía. El deporte de élite es presión. Y más en un club en el que el triunfo es menú del día y la derrota un fracaso intolerable. Hay que ser muy bueno para surfear olas blancas durante tanto tiempo. Para la historia, la imagen icónica de Laso en 2014 abandonando expulsado el Palau… ¡en silla de ruedas! Aquel abrupto final de curso supuso su momento más agónico en el Real Madrid.

 BALONCESTO

No solo ha sido ganar, sino también enamorar. El Madrid de Laso es un equipo reconocido por propios y ajenos. Durante muchos meses se convirtió en la mejor oferta de ocio de una ciudad como Madrid, que acuna tantos eventos sociales, musicales y culturales. Han jugado al baloncesto como los ángeles. Los trofeos son tangibles. Se abrazan y se alzan, aunque ese destino caprichoso quisiera que el último no tocara el cielo para evitar esfuerzos innecesarios del hasta ese momento entrenador merengue. Pero en el cajón de las emociones se conserva lo más importante. Pablo fue el líder de la resurrección de una sección desdichada. Convirtió en ilusión hasta el guiñapo emocional más andrajoso. Eso es impagable. Y eso es indeleble.

 LEGADO

El deporte es presente. El ayer se difumina rápido, el antes de ayer se olvida y el pasado ya está enterrado por el hoy. El primer título que conquistó el coach vasco lo hizo escoltado por soldados como Singler, Begic, Pocius, Velickovic… y Mirotic. Suena a prehistoria, ¿no? El paso del tiempo minimizará el impacto de los éxitos, pero los fieles aficionados al baloncesto madridista jamás olvidarán a ese señor campechano que les permitió reencontrarse con la felicidad. El alma del legado no está en una sala de trofeos, ni en una vitrina, ni en un exitoso tour dedicado a clientes del éxito. El legado entra en el corazón de las personas y ya no se extingue. El ser humano jamás olvida a las personas que han pulsado nuestro botón de la felicidad. L de legado. Una en el nombre y otra en el apellido. Por si acaso.

ORGULLO

Antes de 2011 el aficionado que acudía al Palacio, o a la Caja Mágica, o a Vistalegre, o que viajaba para ver a su equipo en una Copa del Rey, lo hacía con la derrota preventiva tatuada en la entrada. De vez en cuando sonaba la flauta e incluso saboreaba con incontenible placer algún triunfo épico, pero no disfrutaba de un equipo ganador. Laso devolvió la grandeza al Real Madrid. Lo reubicó en el escalón de los mejores. Antes del vitoriano el Madrid no llegaba a las Final Four, no jugaba todas las finales domésticas ni convertía las celebraciones en menú del día. Cuando uno está orgulloso de su gente, se vacía también en la derrota, como aquella estruendosa y emotiva ovación tras caer sometido por el Fenerbahce en el playoff del año 2016. Pablo cierra su nombre de pila con una letra que acoge una palabra cuya acepción positiva es maravillosa. Con O de Orgullo.

LEALTAD

El Real Madrid de los últimos 11 años, el de Pablo Laso Biurrun, ha sido uno de los colectivos más leales de la historia del deporte. Así, tal cual. “Sentimiento de respeto y fidelidad a los propios principios morales, a los compromisos establecidos o hacia alguien”. Se instaló en Valdebebas la cultura del respeto. Respeto por la profesión y por los aficionados. Valores. Compromiso con el grupo, con el escudo que representan y con el deporte que les da de comer. Pensar que estas palabras son puro envoltorio supone una tentación cabal. Pero es conmovedoramente real. Desde el entrenador hasta el encargado del material, pasando por capitanes, médicos, delegado, auxiliares varios o empleados indispensables cuya labor es hacer más sencilla la vida de los jugadores. Ese ecosistema lo canalizó Pablo, ubicado siempre más cerca de la máquina de café que del despacho. Un líder. Un profesional respetado y un tipo querido. La lealtad no se impone, se cultiva. Por eso impactó el discurso final del ex hacia el nuevo, buenos amigos al margen de la labor. “Si yo no dirijo al Real Madrid, ¿cómo me voy a preocupar de quién lo dirige? Tengo respeto y cariño por Chus Mateo, le deseo la mejor de las suertes como persona”. ¿Lealtad descosida?

ALEGRÍA

Mucha y muchas. Pero hay chinchetas especiales en ese mapa de la felicidad. La Copa de 2012 en el Sant Jordi, la Euroliga de 2015 en casa y la última Liga conquistada hace un par de meses ocupan el podio de proezas de una etapa memorable. Y la cesta de Llull en el Carpena, el palmeo de Thompkins en Belgrado, el triple sobre la bocina de Carroll en aquella Liga del Palacio o la primera canasta del marciano Doncic contra Unicaja… en la primera bola que le llegó a las manos. El expositor de postales da vueltas y vueltas con decenas de instantáneas. Muchos actores, siempre el mismo entrenador. El Madrid de Laso ha sido un generador constante de alegría. La tiranía de  la sonrisa.

SABIO

De Laso siempre se ha dicho que es un gran gestor. Gestor, una palabra a la que la crítica acude con asiduidad para enterrarla con menosprecio debajo de la pizarra. Laso se marcha del Madrid tras haber combatido tácticamente de tú a tú con maestros del baloncesto europeo como Obradovic, Itoudis, Messina o Pascual. Duelos inolvidables en los que el “gestor” ha sorprendido con trampas, variantes y recursos inesperados solo a la altura de los mejores entrenadores. Además, este catedrático en gestión de personas ha aplicado a diario la maravillosa letra de la canción de la M.O.D.A, que retumbó en el vestuario del Belgrado Arena antes de ganar la Décima Copa de Europa:

Nadie avisó de los baches y las caídas.

            Aún así, un pie delante del otro, un pie delante del otro, desafiantes.

            Qué importa lo que diga el mundo y cuan ciega sea la tormenta.

            No dejes que te arrastre y te hunda bajo la arena.

OFERTA

La que está por llegar. La que merece un entrenador de su palmarés. Pablo Laso Biurrun cambia de vida. Durante 11 años no ha hecho otra cosa que ser entrenador del Real Madrid. De día y de noche. De lunes a domingo. En primavera, verano, otoño e invierno. En Madrid y en cualquier ciudad del planeta. Abandona su hogar de manera convulsa y sin poder despedirse del activo emocional más especial que posee un profesional del deporte: el cariño de la gente a la que has hecho feliz. Algún día Pablo regresará al Palacio de los Deportes como entrenador forastero y será ahí cuando se dé cuenta de lo que ha grabado en el corazón del madridismo. Un legado intangible.

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