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La melancolía y Laprovittola (El diario no hablaba de ti), por Piti Hurtado

La melancolía y Laprovittola (El diario no hablaba de ti), por Piti Hurtado

Nico está solo, nadie se dio cuenta porque nadie le echó cuenta. Durante días se ha hablado de Gaby Deck, de Poirier, de Pierria Henry. Durante semanas se ha hablado (yo también) de sus pérdidas de balón, de su ritmo de juego distinto al que le gusta a su entrenador. Durante meses se ha hablado del vacío que deja Campazzo, de que Heurtel les ganó dos Copas y es el sustituto más idóneo en la posición de base (¿lo es?).

El hijo mayor suele ser el que recibe más atenciones por parte de padres, abuelos y tías solteras. El mediano es (como dice Mónica) el “hijo-sandwich”, el que pide la atención de formas heterodoxas, sin reclamarlo oralmente. Y el pequeño es un superviviente.

Nico Laprovittola es el mayor de tres, pero su madre con su carrera política ha sido más popular en Argentina de lo que cualquier jugador de baloncesto podría serlo (obvio, no contamos a Ginobili). Como Diputada fue combativa a más no poder (“El Hijo de la Diputada”), como candidata fue aún más mediática pero poco votada (“El Hijo de la Candidata”). Y mientras la carrera de Nico se iba desarrollando con un estilo propio, el de la cancha, ese estilo de ritmo pausado, de arreones de cambio de ritmo, de parones. Observando mucho tiempo, ejecutando a veces a deshora. Nico también estaba en medio, no es un hijo mayor al uso. La sonrisa melancólica.

Facundo Campazzo, Gaby Deck y Laprovittola. Tres hermanos en la diáspora eterna del jugador argentino de alto nivel. Dos hermanos pidiendo la tira de asasado poco hecha. El otro pidiendo entraña. La NBA haciendo el sándwich y haciendo voltear la cabeza a todos hacia el medio oeste. Y mientras el balón lo tiene el hijo del medio.

Jugar en un club “brasileiro” para no es la salida natural de tu país para un argento. Y menos como primera salida. Aparecer por Lituania y después caer en San Petesburgo en un agujero donde solo “Delfi” y su familia pudieron sacarle. Apartado del equipo a las primeras de cambio, incomprendido deportivamente, no es Rusia un lugar donde se gesionen las franquicias con una nivel empático suficiente para alguien que necesita que le quieran. Poco calor encontró allá…

Entre Lituania y Rusia, etapas en Estudiantes, Spurs y Baskonia. Lugares baloncestísticos tan diferentes entre sí.

Y por fin, las paellas en el casco viejo de Badalona. Los viernes, con todos los chicos. Lo importante no era si pagaban a tiempo, si el piso era lujoso, no. Lo importante era sentirse querido de verdinegro, desde el primer minuto. Hasta la noche de la Copa del Rey, donde el balón lo tenía en la mano durante 18 segundos y nadie le apremiaba. Y a nadie le molestaba. Porque él era el dueño de su tiempo, de su melancolía.

Aquel MVP de la Liga Endesa (no fue el primero, ya lo fue de la Copa Intercontinental, por ejemplo) le llevó al Real Madrid. Llegar a Madrid también fue un continuo buscar calor, la vitrocerámica del Tortu que no enciende, las parrillas en casa de Facu que se acabaron, el fuego interior del Chapu Nocioni que confundía a la afición, ¿existen los argentinos con pechofrío?

Y de repente, ves a Laprovittola con el balón en la mano, a falta de 9,9 segundos. Tras el triple de Mirotic que remontaba el partido, que le daba una canasta ganadora a Niko, que volvía a hacer ganar al Barça pese a todo el volumen mediático de la vuelta de Pau Gasol.

Laprovittola superó muy pronto a Abrines, la defensa presionante de Jasikevicius no podía echarse atrás, el atacante no se salió de el carril central, el que había dominado Calathes en la segunda parte. Lo tenía claro, pero era a su ritmo, como siempre juega.

Laprovittola le recordó al madridismo que aún es jugador de su equipo, le recordó a los analistas de fichajes que el juego sigue ganando a las exclusivas y enfiló el aro a una velocidad media, la necesaria para hacer dudar a Higgins (tuvo que salir a la ayuda y abandonar a Taylor), hizo dudar a Mirotic (temía el balón doblado a Rudy), contó con la alianza de Garuba (se pegó a Davies para que este dudara si saltar y perder equilibrio) y en el momento final dio un paso hacia la trayectoria de Abrines que veía que nadie le ayudaba y seguía persiguiendo la carrera melancólica del un hombre que tras anotar 18 puntos y 10 asistencias, para 29 de valoración en la final ganada a Fenerbahce, el diario no hablaba de ti.

Otra vez Laso tuvo la razón, aunque su instinto superior le impide decírtelo a la cara, volviste a dudar todos esos partidos donde Alocén jugaba razonablemente bien los primeros cuartos pero siempre cerraba el partido Laprovittola. Volvió a cerra Nico y ahora no recuerdas que tú pensabas que era mejor que en los finales ajustados fuera otro jugador con más confianza.

El talento de Laprovittola, el que le ha llevado a este nivel no es un talento de tener que convencerte alzando la voz, ayer no robó ningún plano televisivo con golpes en el pecho.

Los que conocen a Nico en la distancia muy corta dicen que solo puedes quererle. Se habrá levantado pensando en la paternidad que llega, en si es oportuno hacer otra temporada de su podcast “Hola, Qué tal” con German Beder, se habrá despertado pensando que quizás hoy el diario si hable de ti, qué remedio.

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