En todos estos meses, Ricky, en su silencio, en su búsqueda de la calma, la que no tuvo en la adolescencia, habrá mirado de vez en cuando a un balón, a unas imágenes de un partido que aparecieran en una televisión cercana y desde la lejanía habrá sentido varias cosas: hartura, pereza de lo que hay alrededor de la pelota, frialdad por tener otras prioridades vitales, cariño, añoranza y quizás en algún momento la pulsión de la pasión por el juego.
La felicidad sentida cuando el salto entre dos empezaba. Ojalá sea así. En un ejercicio de ficción y respeto ante los procesos personales de quién estuvo en el centro de la opinión de un deporte desde demasiado temprano.
Publicó un comunicado sencillo, austero, directo. Quiere volver a entrenar con un equipo de alto nivel. El Barça. Solo podía ser la Penya o el Barça.
Ricky Rubio es puro instinto, veloz inteligencia natural en una época en la que solo se fabrica la artificial. Por eso, en el ejercicio de poder anticipar qué podría aportar Rubio al Barcelona, antes debemos tratar de entender quién es Ricky a nivel humano en un grupo de personas que se reúnen para el fin de hacer deporte, mejorar colectivamente y competir por un título exigente.
Ricky sabe que el día límite de inscribir su nombre es el 7 de febrero, para nuevas licencias Euroliga. Eso y la inminente Copa del Rey son alicientes en una agenda que durante meses estuvo ocupada por lo esencial y a la que borró todo lo urgente. La saturación de adrenalina competitiva necesitaba un barbecho, un periodo de desafecto para poder tener claro por qué se juega.
Y el Barcelona parece que lleva meses esperándolo, en una trayectoria donde ha aguantado en Liga Endesa y Euroliga en posiciones altas tras los cambios de idea de juego y de líderes interiores estadísticos. Ricky Rubio, si termina decidiendo tras estos entrenamientos que tiene que jugar, llega a un equipo con dos bases muy grandes, disciplinados, queridos en el vestuario pero con necesidad de un ingrediente de magia, de sonrisa, de salirse de guión. Eso es Ricky. Es evidente que, sin necesidad de cuadricularse en posiciones de 1 y 2, podría compartir campo con Satoransky y más aún con Jokubaitis, que piensa a menudo en lo vertical más que en lo colectivo. Ricky nunca fue un tirador, los otros dos no lo son. Pero Ricky Rubio no es el jugador en el que los últimos años pensáramos en que puede ser flotado como cuando era niño. La madurez le hizo mucho más anotador.
La traslación de balón, la envergadura de brazos, la sabiduría de posicionamientos, la extremada rapidez de pensamiento, el control del ritmo del partido. Todo eso serían cualidades que darían seguridad a Willy, a Parra, a Dario Brizuela. La idea de Navarro de traer lo rojo a lo blaugrana y fundirlo para competir por una Euroliga que en el Palau no se degusta desde que precisamente en 2010, con Ricky como base titular, con todavía 19 años. El 7 de mayo de aquel año, en semifinales, el partido más complejo del curso Euroliga siempre, Rubio fue el más valorado, para dar 8 asistencias en un partido de 64-54…
No sabemos qué viene después del comunicado de volver a los entrenamientos, parece que él quiere llevar la mano de lo que decida y de cómo comunicarlo. Y así debe ser. Ojalá lo siguiente sea confirmar lo que los aficionados al baloncesto queremos. Que vuelva a jugar si él se siente preparado.
OFICIAL: El Barça ficha a Ricky Rubio y le inscribe en la Euroliga y la Liga Endesa
Foto: V.Salgado / ACB Photo
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