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Drazen Dalipagic: Anotar, anotar y volver a anotar

Drazen Dalipagic: Anotar, anotar y volver a anotar

Máximo anotador histórico de la venerada Yugoslavia. Líder de los primeros títulos del Partizán. En la Lega italiana promedió 35 puntos a lo largo de siete temporadas con asombrosos porcentajes. Falleció el pasado 25 de enero… fecha en la que, 38 años antes, firmó su gran obra maestra: 70 puntos a la Virtus Bolonia.

Serbio de padre bosnio (Sacir, funcionario) y madre croata (Marije, enfermera en maternidad). La familia Dalipagic era un ejemplo perfecto de la armónica convivencia de etnias de la antigua y socialista Yugoslavia. Vivían en el barrio de Vranpcici, al noreste de la ciudad junto al río Neretva y el estadio de fútbol del Velez Mostar. El pequeño Drazen pasó su niñez viendo como los propios aficionados construían Bijeli Brijeg, que sería escenario de épicos episodios: 3 subcampeonatos (73, 74 y 87), 2 Copas (81 y 86) y unos cuartos de UEFA (75). En la clasificación histórica, Velez Mostar es el séptimo equipo yugoslavo. Destino cruel, el estadio fue asaltado en 1992 por los ustachas, ultranacionalistas croatas, y su esqueleto pasó a ser utilizado por el Zrinjski, entidad vinculada al colaboracionismo nazi. El tema del estadio aún sigue siendo un tema delicado en Mostar.

Club centenario (1922), el Velez es el club que mejor encarnó el espíritu yugoslavo de conciencia de clase y hermandad entre los pueblos eslavos del sur. Cabían todas las etnias, credos y nacionalidades. Multiétnico, inclusivo y espíritu rebelde. Aquel fue su caldo de cultivo. Camiseta roja y escudo con estrella de cinco puntas. Y, claro, el sueño de Dalipagic era formar parte de aquello.

Captado por los ojeadores en las liguillas de barrio, jugó cuatro temporadas en categorías inferiores con el 5 a la espalda. Su buen desempeño le hizo merecedor de un apodo que terminaría cuajando para la historia. Prajo (a su llegada a Belgrado mutó en Praja) en referencia a Dane Prajo, central e ídolo local.

El baloncesto, por fin

Pero la influencia de su hermano mayor Sasa, que pasó de portero a destacar como alero en el Lokomotiva Mostar, y un estirón de diez centímetros en un verano cambiaron sus planes. Fútbol en verano y basket en invierno. Con 17 años, le llevó a su primer entrenamiento cestista. Poco después ganó con sus nuevos compañeros un torneo en Zagreb. Pasó de evitar goles pasó a meter canastas con una facilidad (y fiabilidad) asombrosa. Ya no hubo vuelta atrás.

Para cuando Ranko Zeravica lo sufrió en un partido Bosnia vs Serbia, su calidad ya era conocida por los principales clubes del país. Con 19 años en Lokomotiva desarrolló su letal lanzamiento, una suspensión rápida, lejana e infalible. Una joya con muchas ofertas. De hecho, Dalipagic recibió dinero de la Jugoplastika como anticipo de un acuerdo… lo que le supuso una sanción de seis meses cuando fichó por Partizán.

Por increíble que pueda parecer, Partizán descendió en 1971: derrota vs Slavonskog Broda 67-70. El entonces seleccionador Zeravica fue el encargado de la reconstrucción y no dudó en viajar cuatro días a Mostar para convencer a Drazen para que se uniera al proyecto. “Tienes talento y puedo ayudarte a desarrollarlo. No desperdicies tus oportunidades… porque pueden no volver”. Sólo una condición: que el equipo volviera a Primera. Y así fue en un torneo denominado ‘Liga de Hormigón’ disputado ese mismo verano.

La forja de un campeón

Todo este largo preámbulo desemboca en su llegada a Belgrado para convertirse en mito: 8.278 puntos en 305 partidos (27,1 de media) a lo largo de nueve temporadas. ¡Imaginen este incansable tirador-metedor con triples! Dalipagic, rookie de 20 años en aquella voraz Liga yugoslava de los setenta. Y procedente del Borac Cacak, Dragan Kicanovic se unió al Partizán en 1973. Pareja memorable que, más allá de supuestas desavenencias personales, será recordada entre los grandes de este deporte.

En aquellos inicios, acumularon lecciones de aprendizaje. Ligas dilucidadas entre los dálmatas Zadar vs Split. La derrota en la final de Copa73 contra el Estrella Roja en Zagreb. Una semifinal de la Korac74 resuelta por un punto en el caliente Gripama de Split con ‘solo’ 17 puntos suyos. O la impotencia ante equipos italianos en la Copa Korac. Primero, el Cantú de Arnaldo Taurisano, Marzorati, Recalcati, Bob Lienhard… en la final a doble partido de 1974 y, un año después, en semifinales desperdiciando 13 puntos de la ida (14 tantos de Praja en el Pianella). Después la Virtus Bolonia de Dan Peterson. Derrotas para afianzar un carácter ganador. Serio, concentrado, sin adornos ni aspavientos, imperturbable, ese bigotón… Imponía (mucho) respeto.

Liga 76 y Korac 78

Con Zeravica en el Barcelona (74-76), el Partizán conquistó la primera Liga de su historia en 1976 con Borislav Corkovic como entrenador, por delante de la Jugoplastika y tras 5 subcampeonatos previos. ¡Mayoría de edad partisana! ¡A la Copa de Europa! Lástima que ni 45 puntos en Brno bastaron para evitar una temprana eliminación.

Como veremos más tarde, Dalipagic ya era una figura mundial en 1978. Pero su gran éxito a nivel de clubes fue la Copa Korac de aquel año. De entrada, remontar 18 puntos al Anderlecht (45 tantos en la vuelta del Pionir). La semifinal contra el Joventut de Slavnic… con 70 puntos entre los dos choques. Y, como culmen absoluto, los 48 puntos en la final con prórroga ante el Bosna Sarajevo de Mirza Delibasic en Banja Luka (117-110). De película. De hecho, el rótulo del speech en el Hall of Fame redondeó a 50… “Nunca en toda mi carrera tuve que jugar tan bien para ganar un título”.

Foto: Getty Images

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