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Cuando en la zona se impone la ley del más bajo: entrevista con Kyle Hines

Cuando en la zona se impone la ley del más bajo: entrevista con Kyle Hines

Kyle Hines pasó por la revista Gigantes del Basket en noviembre de 2018 en una entrevista con José Manuel Puertas

«Antes que nada, ¿cuánto mides descalzo?». Kyle sonríe, hace una pausa y aborda la respuesta: «No sé en centímetros, pero 6 pies con 3,5 pulgadas, más o menos». Así comenzó la charla de Gigantes durante el Zadar Basketball Tournament con uno de los pívots más dominantes de Europa. Un tipo de atroz mérito desde sus 1,92 metros convertido en -por aquel entonces- capitán del CSKA de Moscú y capaz de mirar a la cara a cualquiera que pise su territorio, por más que sus ojos estén a la altura de los hombros del rival. Eso sí, sus impresionantes gemelos tienen consecuencias: «¡No puedo ponerme pantalones de pitillo!», admite entre carcajadas. 

¿En qué momento te das cuenta de que puedes competir con jugadores mucho más altos?

En la universidad. La primera vez que jugamos contra Duke, allí estaban Shavlik Randolph y Shelden Williams tíos muy por encima de los dos metros. En el primer cuarto y el inicio del segundo lo hice fatal, pero  en la segunda parte les jugué de tú a tú, y en mi mente llegué a la conclusión de que valía lo suficiente para estar a ese nivel, que no era peor que ellos. Ese fue el punto de inflexión. Yo llegaba de un pueblo pequeño donde era bueno, pero nunca había podido compararme con gente de otros sitios y saber si era así de bueno.

¿Siempre fuiste un pívot pequeño o empezaste como alero?

En la universidad jugaba a veces de ‘3’ o de ‘4’. Siempre tuve los pies grandes y los brazos largos y me decían que podía medir 2’05 o así. Pero llegó un momento que dejé de crecer, aunque no fue un gran problema.  Soy de cerca de Philadelphia, y cuando era niño, el mejor allí era Charles Barkley, el favorito de mi padre, que siempre me decía que me fijara en las cosas que hacía y su esfuerzo en la cancha siendo un pívot tan bajo. También como Anthony Mason. Creo que fueron mis modelos. 

Entiendo que fue una decepción no ser drafteado.

Siempre tienes esa esperanza, especialmente cuando eres estadounidense sueñas con ver tu nombre ahí. Peleé por ello, hice entrenamientos con Celtics, Spurs o Bobcats. Sí, pensaba que era una posibilidad. Pero todo ocurre por un motivo, y ahora puedo decir que estoy muy feliz con mi carrera, por venir a Europa y todo lo que me ha pasado.

Y todo empezó en un McDonald’s de Las Vegas, reunido con Andrea Trinchieri. ¿Por qué crees que fue allí?

Deberíamos preguntarle al entrenador, quizá es un poco tacaño (risas). La verdad es que todo el mundo estaba en los casinos, que son como los cuarteles de la liga de verano, y quizá simplemente le venía bien quedar allí. Fue un poco surrealista, porque cuando te reclutan para la universidad te llevan a restaurantes de alto nivel. Así que sentarme allí, en un McDonalds, en ese momento decisivo para mi carrera, fue extraño. Pero sí, allí me citó Andrea para conocernos. Sin duda, fue raro tener esa reunión con toda aquella gente que no paraba de entrar y salir del restaurante. Pero supongo que salió bien, estuvimos casi dos horas y se creó buena química entre nosotros. Me sentí muy cómodo con él porque hasta ese momento yo no tenía ni idea de lo que era Europa y el baloncesto aquí. Mi mente estaba fijamente puesta en una cosa (la NBA), y él me la abrió a un mundo totalmente distinto. Me ayudó muchísimo. 

Y te marchas dos años a Veroli, segunda división italiana, donde no lográis ascender. Otra piedra en el camino.

Sí, desde luego fue decepcionante. El primer año nos jugamos el primer puesto y el ascenso directo en la última jornada, y perdimos, y el segundo perdimos en la final por el ascenso contra Cerdeña. Fueron situaciones angustiosas, por llegar a ese momento decisivo por el que trabajas todo el año y no ser capaz de conseguirlo. Fue descorazonador. Pero estoy muy agradecido por aquellas dos temporadas en las que aprendí a ganar y también a perder. Aprendí mucho. Y la verdad, no sé qué habría podido pasar si aquello no hubiera sido así. 

¿Es cierto que Trinchieri te ponía vídeos de Felipe Reyes para mejorar su adaptación al baloncesto FIBA?

Sí, muchos. Veíamos bastantes partidos. Le gustaba enseñarme a Reyes y también a Mike Batiste, los mejores pívots de Europa. Siempre me estaba haciendo preguntas: ‘¿Quiénes son los cinco mejores pívots de Europa? ¿Has visto a este jugador? ¿Viste este partido?’. La verdad es que soy alguien al que el aprendizaje visual se le da bien, y creo que aquello me ayudó a entender el baloncesto europeo.

Y de Veroli al Brose a jugar en Euroliga, un salto espectacular.

Habíamos tenido ya alguna conversación el año anterior, cuando ellos jugaban en Eurocup. Chris Fleming es del sur de New Jersey, e imagino que alguien le habló sobre mi carrera universitaria. También el scout Brendan Rooney supongo que me había visto esos dos años en Veroli. Desde luego apostaron por mí llevándome a Bamberg. En Veroli yo veía partidos de Euroliga: de Roma, Milán o Siena y era un nivel al que yo desde luego quería llegar. Ellos acababan de ganar la Bundesliga, y llegar a un equipo ganador era a lo que yo aspiraba, quería probarlo. Me pareció el lugar idóneo para dar otro paso. 

Tanto en Veroli como en la universidad habías sido un anotador muy consistente. ¿Cómo es el proceso hasta convertirte en uno de los mejores defensores de Europa?

En Brose fue donde aprendí a jugar como un role player. Hasta ese momento nunca lo había sido. En el instituto, en la universidad y en Italia siempre había sido el máximo anotador, el líder en casi todo. Tuve que aprender a tener un papel distinto, a salir desde el banquillo, a jugar 20 minutos por partido, a no tener demasiados tiros y a ayudar al equipo a ser mejor defensivamente. Llegar al Brose fue el gran cambio para mí, porque allí entendí que sacrificarte, jugar tu papel y dar lo mejor por el equipo es la mejor forma de ganar. Me ayudó mucho para ser un mejor jugador el resto de mi carrera.

¿Cómo fue aceptar ese rol de no ser la estrella?

Muy difícil. Los dos primeros meses fueron extremadamente complicados porque tenía que hacer cosas que no había hecho nunca. Aprender que ya no eres el mejor, el líder, que llegas a un equipo que acaba de ganar la Bundesliga, y donde tienes que encontrar tu sitio, haciendo cosas diferentes. No fue fácil. Chris Flemming me ayudó a entenderlo, pero desde luego no fue fácil.

Dos años en Atenas, ganando dos Euroligas con un Olympiacos con el que casi nadie contaba, ¿Cuál era el secreto de ese equipo?

Honestamente, creo que nuestra química. Había una buena mezcla de jugadores en diferentes momentos de sus carreras, y de algún modo conectamos. Quizá no teníamos mucha presión o no había grandes expectativas sobre nosotros, pero desde luego fuimos capaces crecer juntos a nuestro propio ritmo. Había varios jugadores griegos entre 22 y 25 años, yo tenía 24, Printezis venía de una etapa difícil en Málaga, así que todos teníamos algo que demostrar. Y maduramos y creímos los unos en los otros incluso cuando íbamos por detrás en el marcador. No sé si era algo consciente o no, pero el hecho es que estábamos juntos en cualquier situación, y cuando llegaba el momento de la verdad, las cosas pasaban. 

Si hay una jugada que te describe es aquel tapón a Mirotic llegando desde atrás en la final de Londres.

Siempre digo que empieza en un momento de mierda para mí, porque acababa de perder un balón en ataque. Por tanto, tenía motivos para correr así de rápido hacia atrás porque el error había sido muy gordo, y todo acabó bien. A veces tus mejores jugadas pueden venir de tus peores errores. De hecho, supongo que si no hubiera hecho aquella pérdida, esa jugada nunca habría pasado. 

Moscú, capitán del CSKA… un negro americano… ¡Los tiempos cambian!

Mucha gente me pregunta por eso de vivir en Moscú. La mayoría juzgan a Rusia por lo que escuchan o leen, lo que ven en las noticias y este tipo de cosas. Nunca habría imaginado que viviría en Moscú más de la mitad de mi carrera, pero tengo que decir que no cambiaría nada. Moscú es mi segunda casa. En el club todo el mundo ha sido siempre muy hospitalario con nosotros. Cuando puedes estar en un sitio así y sentirte como en casa realmente lo agradeces mucho. Es algo como lo que le pasa a Jaycee Carroll en el Real Madrid.

¿Cómo es jugar con Sergio Rodríguez?

¡Maravilloso! Es un tío capaz de montarte un contraataque él sólo y acabarlo él mismo, tiene mucha energía. Pero además es un enorme profesional del que aprendo cada día, de su experiencia. Me hace crecer como compañero y disfruto mucho a su lado.

No siempre uno se encuentra jugadores estadounidenses tan implicados en sus diferentes proyectos como tú.

Gracias. Implicarse es muy importante. En Veroli tuve la suerte de jugar con un equipo lleno de veteranos y había un base, Jerome Allen, que me confesó que su carrera cambió a raíz de haberse implicado al máximo con la población y la cultura local. Ya que estás en un lugar lejos de casa, tienes que empaparte de él. Sé que hay jugadores que se pasan toda la temporada encerrados en su piso, pero yo lo que procuro es vivir el momento y aprovechar lo máximo posible la experiencia. 

La leyenda se hizo mecenas

Tim Duncan, Alonzo Mourning, David Robinson, Derrick Coleman, Pervin Ellison… Y Kyle Hines. Esa es la lista de los seis jugadores en toda la historia de la NCAA en sumar al menos 2.000 puntos, 1.000 rebotes y 300 tapones en la competición universitaria. Se entiende rápidamente la relevancia que tiene Hines en los Spartans de North Carolina-Greensboro, donde no solo es leyenda, sino también mecenas: «Formo parte de la asociación de antiguos alumnos, y trato de velar por los intereses de la universidad, de sus alumnos y sus deportistas. Cuando yo jugaba los veteranos siempre fueron un buen ejemplo para mí, y ahora me veo en la necesidad de ayudar. Allí aprendí, cometí errores con los que crecí y ahora simplemente quiero tener cierta influencia en la universidad», valora acerca de su apoyo al programa de UNCG. Allí se forjó una de las esperanzas del baloncesto español, el escolta malagueño Francis Alonso, en el que Hines ve a un futuro jugador de la Euroliga: «No me cabe ninguna duda, es un jugador fantástico. No he tenido la oportunidad de conocerle muy bien fuera de la cancha, más allá de algunos mensajes, pero es muy bueno. Con un poco de suerte, creo que puede tener nivel NBA. Es un tirador espectacular y un gran líder del grupo. Es uno de los motivos por los que el programa de UNCG ha subido de nivel en los últimos años, su llegada fue muy positiva».
Su otro gran proyecto es la Team Hines Basketball Academy, fundada en 2011 en su localidad natal, Sicklerville (New Jersey). Su padre, Reggie, y su hermano Tyler, ex jugador profesional en varios países europeos, están al cargo de un centro para niños de 8 a 17 años al que se les exige un nivel académico mínimo para poder participar de sus actividades. «Cuando yo era joven no tuve nada parecido a eso, donde poder trabajar con un personal realmente profesional. Sicklerville es muy pequeña y queremos darle a los niños esa oportunidad de ir becados a una universidad o jugar en Europa que hemos tenido mi hermano y yo. Queremos que puedan lograr sus objetivos, darles un modelo de trabajo a seguir, inspirándonos un poco en cómo se hacen las cosas en Europa. Y en eso nos centramos, en ayudarles con su desarrollo a través del baloncesto», afirma.

 

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