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De España a la NCAA: el reto de volver a la ACB

De España a la NCAA: el reto de volver a la ACB

Un viaje, a través de FIBA Media, desde la liga universitaria estadounidense a la competición española.

El deporte de alto rendimiento rara vez permite compaginar los estudios con la enorme dedicación que demanda. En la mayoría de los casos, los atletas se ven obligados a elegir y es años más tarde, ya asentados en la élite, cuando retoman los libros. La intensidad de los entrenamientos y una vida dedicada a luchar por el sueño de vivir de su pasión tiene un alto coste de oportunidad: obliga a los jóvenes deportistas a firmar una hipoteca de por vida. La educación española tampoco favorece conciliar la vida del deportista con la del estudiante. El sistema se basa en echar interminables horas en las aulas para luego sentarse otras tantas y memorizar los contenidos como robots.

En España, donde ya cuesta trabajar y sacarse una carrera a la vez, no hay horas suficientes en el día como para estudiar e intentar ser profesional en algún deporte a la vez. No es una metáfora, es literal.

Esa es una de las razones que explican la fuga de cerebros actual del deporte español hacia Estados Unidos, un fenómeno que no se produce solo en el baloncesto. La crisis económica, los recortes en educación pública, la falta de becas y la imposibilidad de conciliar la carrera estudiantil con la deportiva han obligado a los atletas a buscar opciones alternativas. Y ahí es donde aparecen las universidades americanas para extender sus redes y tratar de pescar a los deportistas extranjeros.

En esta temporada 2018-19 habrá 10 chicos y 69 chicas (españoles) en la División I de la liga universitaria, una tendencia que cada año atrae a más jóvenes españoles. Ahora bien, ¿cuántos de ellos llegarán a ser profesionales? Sebas Saiz ha sido el primer jugador desde Rafa Vidaurreta (2001) que llega a la Liga Endesa tras emigrar a la NCAA. 16 años han pasado desde entonces. Desde entonces, Pau Gasol llegó a la NBA, España fue campeona del Mundo y dos veces plata olímpica y ahora ofrece el relevo a sus nuevas generaciones. Entre los jóvenes proyectos españoles están el propio Sebas y también Francis Alonso, que se graduará este año en North Carolina-Greensboro. Ambos buscan seguir los pasos de Vidaurreta y romper una de las barreras invisibles del baloncesto español masculino.

Y hemos de matizar que “masculino”, porque el caso del basket femenino es muy diferente y merece ser tratado en un artículo independiente que lo analice en toda su extensión. Ahora bien, ¿por qué la NCAA ha ganado atractivo en los últimos años entre los jóvenes españoles? ¿Por qué es una tendencia cada vez más pronunciada? En primer lugar, muchos jugadores van becados y, aun en el caso de no llegar a ser profesionales, al menos saldrán con una carrera bajo el brazo, asegurándose un futuro alternativo. Ahí está la clave para entender este éxodo: el deporte español exige a los jóvenes talentos abandonar todo por su sueño y lanzarse al vacío sin saber siquiera si llevan paracaídas.

Muchos dejan estudios e incluso a sus familias y su entorno cambiando de ciudad a edades cada vez más tempranas. Dejan todo por la difusa meta de vivir del deporte que aman, sin saber si lo lograrán. Yéndose a Estados Unidos, al menos, siguen con su formación. Por supuesto que la liga universitaria no es la solución, sino un parche, una vía de escape que debe obligar a que el baloncesto español reflexione acerca de su modelo de formación. Las medallas cosechadas cada verano aplacan el debate, pero la fuga de talentos hacia Estados Unidos es el primer síntoma. En este artículo presentamos algunos de los casos.

Tres historias cruzadas: Gasol, Sabonis, Saiz

Difícilmente podríamos encontrar apellidos más ilustres. La historia de Sebas Saiz nos recuerda a la de Adrià Gasol, el más pequeño de los tres hermanos. Adrià emigró para estudiar en el Lausanne Collegiate High School cuando Pau aún jugaba en los Memphis GrizzliesPosteriormente se enrolaría en la prestigiosa universidad de UCLA, aunque sin disfrutar de una beca deportiva, algo que sí tuvo Saiz. Adrià entrenaba con el equipo de la NCAA y, finalmente, regresó a España, donde tuvo su oportunidad en equipos de categorías inferiores. Tras un par de temporadas sin apenas minutos, decidió colgar las botas para centrarse en sus estudios de administración de empresas.

Siguiendo con los apellidos ilustres e historias que discurren por caminos diversos, otro paralelismo lo encontramos en Domantas Sabonis. El hijo de la leyenda lituana decidió marcharse a la competición universitaria abandonando el Unicaja de Málaga. Lo hizo justo cuando empezaba a contar con minutos y protagonismo en el primer equipo, toda una apuesta de riesgo. 

Sebas, Adrià y Domas han seguido caminos distintos. Si hemos escogido estos tres ejemplos ha sido, precisamente, porque ilustran las tres posibles salidas tras emigrar a la NCAA. Sabonis fue elegido en su draft y esta temporada oposita a los premios Most Improved Player y 6th Man en la NBA, mientras que Saiz, que no fue elegido, consiguió regresar a su país natal y hacer carrera en la ACB. Adrià, por el contrario, abandonó su carrera como profesional.

Independientemente de sus futuros, los tres comparten una experiencia que va más allá del plano deportivo. Otros jugadores/as habían emprendido el mismo camino con anterioridad, pero ninguno alcanzó el nivel de atención mediática que ellos tuvieron durante sus años en la NCAA.

Rafa Vidaurreta, la primera generación

El primer precedente en el baloncesto masculino lo encontramos en 2001, de la mano de Rafa Vidaurreta. Su caso es, seguramente, el más similar al de Sebas Saiz. Vidaurreta se marchó a New Hampton School en 1995, cuando Sebas tenía un año de vida, buscando ganarse una beca con alguna universidad americana.

Lo lograría en 1997 en una Wake Forest en 1997 encumbrada gracias a su alumno estrella, Tim Duncan, quien no llegó a compartir vestuario con Vidaurreta, ya que ese mismo año fue elegido por los Spurs. Saiz, como Rafa, también pasó en primer lugar por un instituto americano, la Sunrise Christian Academy, para ganarse una beca con Mississippi State.

Ambos son pívots, cumplieron su ciclo académico completo y en su regreso a España firmaron por Estudiantes. Las coincidencias entre ambos abundan. Sus carreras se bifurcan, precisamente, al llegar al club colegial. Vidaurreta jugó en Estudiantes sus cinco primeras temporadas como profesional, mientras que Saiz, pese a aceptar la oferta cualificada que presentó el club, nunca llegó a debutar con su camiseta, ya que el Real Madrid abonó su cláusula de traspaso de 100.000 euros y lo cedió al San Pablo Burgos en 2017. Ambos constituyen una auténtica anomalía en el baloncesto masculino español. La carrera de Saiz aún está por escribir. La de Vidaurreta acabó donde empezó, en el Estudiantes, tras varios años dando tumbos por la liga ACB lastrado por las lesiones.

De Jorge Bilbao a Francis Alonso: una nueva era

Hasta ahora nos hemos dejado otros dos nombres en el tintero para mencionarlos en un punto y aparte. Son Jorge Bilbao y Aitor Zubizarreta, ambos españoles que actualmente tienen contratos profesionales en el Legia (Polonia) y Palencia (LEB Oro, España). Jorge Bilbao firmó su primer contrato como profesional con el club polaco, aunque una lesión en el hombro lastró su progresión la temporada pasada y le ha mantenido parado los últimos meses. El Bilbao Basket, club de su ciudad natal, se interesó por él en verano, pero las negociaciones no fructificaron.

Aitor Zubizarreta, formado en los Portland Pilots, sí que firmó por el club bilbaíno un contrato por tres temporadas, aunque nunca debutó. Zubizarreta solo llegó a enfundarse su camiseta en los entrenamientos. Bilbao Basket le cedió a su equipo afiliado de LEB Oro, el Iraurgi, aunque Zubizarreta compaginaba entrenamientos con el primer equipo. Esta temporada rompió su contrato debido a la difícil situación económica del Bilbao Basket, descendido a LEB Oro, y ha firmado por Palencia, otro equipo de la misma categoría. En su nuevo equipo promedia 6.6 puntos y 2.5 asistencias en 20 minutos de media.

Son dos casos dispares de jugadores que han regresado a Europa para tratar de hacerse un hueco entre la élite del baloncesto. Ninguno llegaba con el caché ni el talento de Saiz, pero están logrando asentarse dentro del deporte de élite, toda una quimera entre los que regresan de la NCAA.

El último caso es el de Francis Alonso. El escolta promedia 16,8 puntos, 2,1 rebotes, 2,6 asistencias y 1,1 robos con los Spartans, con los que se ha quedado a tiro de superar al máximo anotador histórico de su universidad, el pívot del CSKA Kyle Hines (2.147 puntos). Su caso es similar al de Sebas Saiz. Según el convenio colectivo de la Asociación de Baloncestistas Profesionales (ABP, por sus siglas en español), el primer club donde se formó el jugador antes de ir a Estados Unidos, puede presentar una oferta cualificada para asegurarse sus derechos federativos en Europa. Es una cláusula que en España se conoce comúnmente como “derecho de tanteo”. Estudiantes tenía los derechos de Saiz, de igual forma que Unicaja tiene los de Alonso. Es decir, el club malagueño presentará una oferta a Francis y si otro equipo quiere ficharle, deberá negociar primero con Unicaja.

Por supuesto, Alonso no es el único español que atrae la atención de los ojeadores españoles. Por primera vez, los clubes ACB miran a Estados Unidos más allá de la NBA, señal de que algo está cambiando en la formación de los jugadores. Desde hace años, cada vez más talentos NCAA que no consiguen un puesto en la NBA miran a Europa como su destino predilecto.

La tendencia ahora es la de repatriar a esos talentos que emigraron por la falta de oportunidades en sus primeras etapas de formación. Pioneros como Vidaurreta, Saiz o Sabonis demostraron que emigrar no tiene por qué penalizar sus carreras, sino que es un camino alternativo a tener en cuenta. Ahora, jugadores como Francis Alonso continúan su legado y prosiguen con la voluntad de abrir nuevas fronteras para el baloncesto español.

¿Y qué significa esta tendencia en clave de Selección Española? Estos jugadores aportan una mayor diversidad al juego, con estilos diferentes y nuevos perfiles que cambiarán la forma en la que España juega. Sebas Saiz ya lo ha demostrado en Tenerife, donde ha sido un pilar fundamental para clasificar al equipo en la FIBA Basketball Champions League y a España a la FIBA World Cup. La selección aún estira los últimos coletazos de la Generación Dorada del baloncesto español, aunque el relevo ya ha empezado a producirse, como se ha demostrado en las ventanas de clasificación, y esa multiculturalidad entre los jugadores formados en casa y aquellos que emigraron en busca de otras oportunidades, debe ser el motor para mantener al país en la élite del baloncesto FIBA.

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