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Jaden Ivey, la estrella de nueva generación con pasado en Zaragoza

Jaden Ivey, la estrella de nueva generación con pasado en Zaragoza

Marzo. March Madness. Locura, promesas, upsets. El mes en el que el futuro se convierte en presente por unas semanas para millones de aficionados, tanto por lo que acontece en la pista como por la cercanía en el calendario del Draft de la NBA y WNBA. Las comparaciones se suceden y las preguntas surgen de manera natural. ¿Quién será la próxima gran estrella? En un sistema hecho por y para ellas, este aliciente es suficiente para muchos con tal de seguir a aquellos jugadores y jugadoras que en un futuro pueden formar parte de su día a día. Esa misma rutina que permite a los mejores convertirse en referentes para multitud de jóvenes jugadores.

Sin embargo, no siempre fue así. Al menos en el baloncesto femenino en general y norteamericano en particular. A pesar de ser un punto vital en el desarrollo y progreso de cualquier deporte, las niñas y adolescentes han tardado décadas en poder admirar a jugadoras que disfrutan por televisión. Observar lo que han logrado otras en sus trayectorias siempre ayuda a elevar el techo de los sueños de las futuras generaciones, pero hasta la llegada de la WNBA hace 26 años esto era casi imposible. ‘¿Por qué no voy a ser capaz de conseguir lo mismo que mi ídolo?’, se han cuestionado en algún momento casi todos los jugadores que ahora conforman NBA y WNBA. Preguntas que han sido parte activa de la evolución del baloncesto desde su creación, dejando a un lado el género. Porque, como en la vida fuera del deporte, la necesidad de tener referentes va en nuestra propia naturaleza.

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Dependiendo de la época, ellos crecieron con Bill Russell, Magic Johnson, Michael Jordan, Kobe Bryant o LeBron James, entre otros muchos. Ellas, hasta principios de siglo, también. Candace Parker, nacida a pocos kilómetros de Chicago, admiraba a Jordan de la misma manera que Diana Taurasi, quien observaba con atención al mismo tiempo el Showtime en Los Ángeles. Y así multitud de generaciones, hasta que ellas mismas llegaron a posiciones mediáticas lo suficientemente relevantes como para cambiar el proceso cíclico de la historia. Ahora, al igual que las estrellas NBA, ellas son admiradas y respetadas por las más jóvenes. Nuevas hornadas de talento para el baloncesto femenino que ya han crecido con leyendas a las que imitar. Esas mismas que ahora también idolatran ellos.

Devin Booker ha compartido en público en múltiples ocasiones su admiración hacia Taurasi, Dejounte Murray ha hecho lo propio con Becky Hammon, Patrick Williams aterrizó en Chicago como ferviente seguidor de la WNBA y Tyrese Haliburton aseguró que se enganchó en el instituto a la liga y que sigue mucho a Kelsey Plum. Son algunos nombres que conforman un nuevo género de jugador que está naciendo en la actualidad: aquellos que crecieron con referentes masculinos… y femeninos. Un grupo al que Jaden Ivey, candidato al TOP-5 del próximo Draft (junto a nombres como Jabari Smith o Chet Holmgren) y sensación del March Madness, se unió desde la cuna.

El caso de Jaden Ivey: Zaragoza, Notre Dame y NBA

El joven jugador de Purdue lo lleva en la sangre: su madre, Niele Ivey, fue una histórica exterior de Notre Dame (universidad de la que ahora es entrenadora) con pasado WNBA. Para Jaden, desde bien pequeño, las estrellas eran ellas. Y, principalmente, su madre.

Niele llevaba consigo a Jaden allá donde iba. Pabellones WNBA, entrenamientos, comidas. Le integró por completo en su vida diaria profesional, a menudo nada sencillo según el contexto. Su viaje a Europa, habitual en todas las jugadoras norteamericanas de primer nivel, no fue una excepción. La aventura fue breve, más de lo habitual: Niele solo jugó un total de 21 partidos en el Viejo Continente. ¿Su club? MANN-FILTER Zaragoza. La capital aragonesa supuso una experiencia clave en la vida de la actual entrenadora de Notre Dame, que recuerda con cariño aquella etapa con su hijo.

“Tuve que crecer bastante rápido con Jaden, pero llevarlo a vivir a España fue un desafío adicional. No fue fácil adaptarme y la mejor comparación que puedo hacer es con lo que muestran en la película `Love & Basketball’. Estás sola en una ciudad extraña, sin conocer la cultura, la gente, hablando un idioma extraño y preguntándote cómo vas a lograrlo. Entonces aprendes y maduras rápidamente: pude inscribir a Jaden en una escuela española e incluso hasta el día de hoy, ambos recordamos ese año como uno de los mejores momentos de nuestras vidas, rememoraba Niele una década después.

Junto a MANN-FILTER Zaragoza, Niele vivió meses frenéticos. Su día a día transcurría entre los entrenamientos con el equipo y su siempre inquieto Jaden, que cumplió 3 años en Aragón. El pequeño iba a la guardería entre la avenida Tenor Fleta y el paseo de Sagasta e hizo compañía a su madre en un gran año para el baloncesto aragonés. «Él vivió todo conmigo, tenía 3 años. Íbamos al parque en Zaragoza todos los días y fue una experiencia  increíble. Aprendió español, una nueva cultura, y es algo que todavía recuerda», relata Niele a Gigantes. Sin embargo, ella tampoco desaprovechó la oportunidad: «Zaragoza era preciosa. Los edificios y la arquitectura eran increíbles. Me encantaba visitar el castillo que había en la ciudad (La Aljafería). También recuerdo a la gente y la comida española. Mi tiempo en España me encantó», concluye la actual entrenadora de Notre Dame, horas después de una inolvidable victoria ante Oklahoma.

En las canchas, el conjunto zaragozano hizo historia, alcanzando la final de la Copa de la Reina 2005. En cuartos, las aragonesas superaron a Hondarribia – Irún en un choque marcado por una espectacular remontada maña. El guion se repitió en semis, derrotando al Barça tras firmar un parcial de 22-5 en el último periodo. En la gran final, Perfumerías Avenida (con Nuria Martínez, Vanessa Hayden, Tamika Whitmore o Sandra Ygueravide) necesitó llegar a la prórroga para poder batir a las zaragozanas (74-68). Niele anotó 34 puntos entre los tres choques, aportando su granito de arena a un subcampeonato de enorme mérito.

Niele Ivey en la Copa de la Reina 2005 (Foto: Solobasket)

Poco más tarde, la exterior colgó las botas y pasó a los banquillos NCAA. Dos años en Xavier fueron suficientes para que su segunda casa, Notre Dame, le hiciera un hueco en el staff. Bueno, les hiciera. Porque Jaden seguía acompañando a su madre allá donde iba y aquel gran programa nacional de baloncesto no iba a ser diferente. Ahí comenzó todo. Jaden creció rodeado de estrellas. Mientras otros observaban a LeBron James, Stephen Curry o Kevin Durant, él no solo admiraba, también convivía, con Skylar Diggins-Smith (2009-2013), Jewell Loyd (2012-2015) o Arike Ogunbowale (2015-2019), entre otras muchas. Tres de los mayores talentos gestados en la última década.

«He sido testigo de la grandeza de Skylar, Jewell, Arike y otras mujeres. Han sido mis primeros ejemplos a seguir por su amor y pasión por el juego», confesaba recientemente el exterior de Purdue, universidad con la que se ha clasificado para el Sweet 16 del March Madness. Su juego, eléctrico y dinámico como ninguno, tiene destellos de todas ellas en cada una de sus acciones. Sentarse a ver a Jaden Ivey es revivir la última década al completo de Notre Dame comprimida en un solo jugador. Ese mismo que está llamado a ser una de las próximas estrellas de la NBA pertenecientes a una nueva especie en la que no habrá mejor ejemplo que el suyo: los que crecieron con ellas como referentes.

El análisis de Gerard Solé

Ivey: «Vertiginoso talento. Es inevitable que no te vengan a la mente imágenes de ese joven chico de Murray State que está dominando en la NBA, un tal Ja Morant. Jaden Ivey comparte ritmo y frenesí con la emergente estrella de los Memphis Grizzlies. Un desvergonzado exterior que desprende carisma y valentía en cada movimiento. Y todo ello, a mil revoluciones. Sus contraataques han sido la pesadilla de todos sus rivales en su explosión definitiva universitaria y, aunque aún hay muchas aristas por acabar de tallar, es muy evidente que nos hallamos ante un individuo muy especial. Si es capaz de añadir madurez a su irrefrenable descaro, puede acabar el próximo mes con un histórico título nacional bajo un brazo… y un número uno del Draft bajo el otro»

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