Un reportero inquieto en el aeropuerto internacional de Los Angeles LAX. Andrei Kirilenko sentado revisando su móvil. Presentación rápida y disparó directo. “¡AK47! Hace años leí una historia sobre el permiso de tu esposa para tener una aventura con otra mujer una vez al año… ¿Sigue vigente esa oferta?” El nuevo presidente de la Federación rusa elude responder: “Que te diga ella, está por ahí”.
La primera reacción de Masha Lopatova, esposa de Kirilenko desde el año 2000 y madre de los cuatro hijos de la pareja, es poner cara de póker diciendo que esa es una historia muy vieja. En concreto, de 2006 cuando Kirilenko jugaba en los Jazz explicaba la particular concesión de su esposa al Salt Lake Tribune. “Es una sorpresa, no tengo nada planeado”, decía el ruso. “Lo prohibido es siempre deseable. Es como si no dejo comer pizza a mis hijos; ¿qué querrán cuando yo no esté?” explicaba ella.
Pero finalmente sí acepta responder. “Es una cuestión suya; si quiere, puede”. El bueno de Andrei sigue a sus cosas: “Es una buena esposa”. La guinda es la pregunta final. “¿Y la oferta es recíproca? No, oficialmente no. Pero es como si lo tuviera” responde juguetona móvil en ristre. Las reglas son claras: una noche, solamente una noche. Nada de repetir; los affaires sí están prohibidos.
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