Desde octubre de 2014 no ha habido en la NBA un equipo mejor que los Golden State Warriors. Cuatro veces campeones, seis finales, nadie ha ganado más partidos que ellos ni tiene mejor récord, con 505-266 (65.5%) desde entonces. En esta casi década ha habido, sin pausa, cuatro piezas que no han faltado ni una temporada: Steve Kerr en el banquillo, y en la pista Steph Curry, Klay Thompson y Draymond Green. Ellos han sido cara de la dinastía, el foco de cada triunfo. Pero ninguno ha tenido un impacto mayor en el nivel de Golden State que Draymond Green, el verdadero termómetro de este equipo. Steph y Klay ponían los triples, Kerr las ideas, pero ha sido Dray la verdadera báscula identitaria de la franquicia. En las buenas y en las malas.
Era el propio Green el primero en ser sincero tras la paliza de los Celtics: “Hay que olvidarse de ella rápidamente. Probamos algo, no funcionó, toca pensar en el siguiente partido” decía. Lo que probaron los Warriors fue defender a Jaylen Brown a distancia, dejándole tirar liberado. “Fue divertido intentarlo” decía Draymond entre risas, pese a los 19 puntos de Brown en el primer cuarto, más que cualquier jugador de Golden State en todo el partido. Fue la tercera derrota más dura de la historia de la franquicia, la segunda en la era Kerr (aunque en la primera no jugó ninguno de los miembros del big-3), y como respondan puede marcar el futuro de los Warriors, que siguen peleando por evitar ser décimos en el Oeste. Y con Green en pista, pueden.
Con Green disponible, los Warriors han ganado el 58,3% (21-15) de sus partidos, lo que les tendría quintos en la clasificación por delante de Phoenix. Cuando el interior es baja, generalmente esta temporada por sanción, no superan el 50% (11-13). Porque hasta la fecha esta temporada Green se ha perdido 21 partidos por sanción o estar apartado del equipo: los primeros cinco por ahorcar a Rudy Gobert y los últimos 16 por agredir a Jusuf Nurkic. Cuando volvió, a mitad de enero, los Warriors estaban duodécimos (18-21), con ratio neto negativo (-1), la séptima peor defensa de la NBA y un ataque mediocre. Pese a los números de Steph Curry. Desde entonces están 14-7, el cuarto mejor récord de la liga tras Boston, Cleveland y Denver, aunque siguen décimos.
En estos 21 partidos, desde la vuelta de Dray, el interior está siendo una vez más el jugador más importante de los Warriors y los números lo confirman. Con Green en pista, los Warriors son 10 puntos mejores que el rival por 100 posesiones (119.1 en ataque y 109.1 en defensa), pero cuando se sienta Dray, son 4.2 puntos peores que el rival (109.1 en ataque y 113.3 en defensa). Ese +14.2 de ratio diferencial supera a Steph Curry, cuarto en la lista con +7 o Klay Thompson con un horrendo -14.4. La tendencia de ser mejores con Draymond Green en pista no es para nada nueva: algo que arrastran desde 2015, cuando Steve Kerr movió al #23 a la titularidad.
Muy pocos jugadores en la historia han sabido entender un sistema y explotarlo como Green ha hecho con estos Warriors, ni han conseguido la mejor versión de Steph Curry. El problema radica en la dualidad de Draymond Green, uno de los mejores defensores de su generación y al mismo tiempo un jugador de dudosa credibilidad para ser regular, o incluso mantenerse en la pista. “Sé que probablemente suena como una locura, pero cuando estoy en pista es como si tuviera un alter ego. No es la misma persona con la que tratas a diario fuera” explicaba a Howard Beck. “Y estoy muy tranquilo con ello”. Por eso, con su ausencia se planteaba el final de la dinastía y desde su vuelta, los Warriors han vuelto a colarse entre los 10 favoritos en algunas casas de apuestas, aunque cueste creerlo.
Y a sus 33 años, Green está jugando un baloncesto igual de eficiente que en sus mejores temporadas. Está en máximo de carrera en porcentaje de triple y tiro efectivo, siendo el mejor triplista del equipo (44.6%) y solo el hecho de estar en mínimas de minutos en la era Steve Kerr le aleja de ser su mejor campaña, al menos en ataque, donde está en top-3 de su carrera en asistencias, rebotes y puntos por 36 minutos. Defensivamente, se ha visto a un Dray menos diferencial, en parte por las carencias de Golden State y la desaparición de figuras como Andrew Wiggins en el ala o Kevon Looney en la pintura. Y se ha ido ajustando por el camino, como la rotación del equipo, entre lesiones, sanciones y cambios de plan.
El trabajo de Green ha pasado de disruptor a defensor principal, una tarea en la que nunca ha brillado tanto, aunque está reduciendo el porcentaje de tiros al rival un 7.7%, líder de la NBA entre los jugadores con al menos 10 tiros defendidos por partido. En parte porque está defendiendo mucho más al cinco rival (29% de sus minutos, por 18,4% el año pasado) como parte de la adaptación. Y las palabras de Curry son el ejemplo perfecto. A principios de año, tras la derrota ante los Nuggets, Steph aseguraba que el equipo todavía “no había descubierto quienes somos ni lo hemos podido demostrar”. Esta semana, tras ganar a los Knicks, el discurso cambiaba por completo: “Estamos formando nuestra identidad”. Que puede ser un sinónimo a la vuelta del mejor Draymond Green.
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