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Análisis NBA: Kevin Durant, el renacimiento del anotador más puro

Análisis NBA: Kevin Durant, el renacimiento del anotador más puro

Kevin Durant ha recuperado, tras varias lesiones, su mejor nivel. Esta versión del jugador es la representación más clara del anotador como especie en extinción.

Tras anotarle 31 puntos a los Lakers en la derrota de Phoenix en el último partido de cuartos de final del In-Season Tournament, Kevin Durant subió sus promedios a 31 puntos por partido con un perfecto 50% desde el triple. El primer número solo lo había logrado su año MVP; el segundo, nadie lo ha conseguido en la historia con al menos 25 puntos por partido. Kevin Durant en su figura representa la vuelta del anotador como forma da vida, el renacimiento de una figura que por momentos pareció extinta en la NBA. Recuperar la esencia del baloncesto más puro en Estados Unidos. Y al mismo tiempo, simboliza también el renacimiento como movimiento. Porque KD es el mejor artista renacentista que hemos visto en la NBA actual.

Durante los siglos XV y XVI, en la parte Occidental de Europa se produjo un movimiento cultural que recuperó principios de la antigüedad clásica, culturas griegas y romanas, y los actualizó a la nueva era. Fue un periodo de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, entre la invención de la imprenta y llegada a América y que duró hasta la Revolución Francesa, en el que se empezó a entender el mundo y el ser humano con un prisma diferente, dando paso al antropocentrismo. El hombre pasa a ser el centro de todo y el resto gira a su alrededor, y no como se consideraba previamente. Un cambio total a la hora de interpretar la vida y al mismo tiempo, el arte. Y 500 años más tarde, Kevin Durant ha hecho lo mismo en la NBA con el baloncesto.

No hay mejor ejemplo de artista del renacimiento que Kevin Durant. Llegó a la liga en mitad de la transición del baloncesto de principio de siglo, lento y dominado por los interiores, a la era actual, donde reina el triple. De los Shaquille O’Neal a los Steph Curry. Aterrizado en Seattle, como Atenas, una ciudad ahora mismo con más historia que presente, Kevin Durant ha representado desde siempre el ideal del jugador por encima del todo. Esencialmente del anotador, recuperando una figura que con el tiempo ha ido quedando aislada en el paradigma actual NBA. Estirpe de los Jerry West, Elgin Baylor, Michael Jordan o Kobe Bryant pero perfeccionada hasta hacerlo imparable. Ignorando las proporciones del Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci. Más grande y, por qué no admitirlo, mejor.

Con la eclosión de las redes sociales haciendo de símil con la invención de la imprenta, la época vista en los últimos 16 años, desde que KD llegó a la NBA, ha sido la más examinada de la historia. Cada movimiento, jugada, declaración y canasta ha sido analiza hasta el más mínimo detalle. Dentro y fuera de la pista ha sido observado al milímetro y Kevin Durant siempre ha respondido a su manera. Desde las cuentas secundarias en redes sociales, a su firma por Golden State, su postura pública a favor del consumo de marihuana o incluso su defensa constante a sus compañeros, sean Kyrie Irving, James Harden o Draymond Green. La rigidez histórica queda de lado, dejando paso a una mentalidad libre. Yo hago lo que quiero.

Durant simboliza la vuelta a lo clásico, el poder de uno contra todos. En la época de las dinastías, de los superequipos (de los que ha formado parte) y el talento global, KD sigue siendo él. Para lo bueno y para lo malo. Porque Kevin Durant, al contrario que otros jugadores NBA, sí que es un sistema. Solo seis jugadores han conseguido tener más temporadas de 30+ puntos en la NBA que Durant, y de todos ellos, Allen Iverson es el único que ha sido protagonista este siglo. Cifras de los años sesenta o setenta, o de Michael Jordan, en su propio escalafón histórico con ocho. Y solo Shaq tiene más años con al menos 25 puntos por noche y un porcentaje de tiro eficiente superior al 57%, con nueve en total, algo que KD está logrando esta temporada por séptima vez en su carrera.

Anotación en su esencia más pura. La del talento innato, combinado con un físico que lo diferencia del resto de los mortales. Más cerca de Giannis Antetokounmpo que de los Jordan o Kobe por altura y envergadura, ha depurado la capacidad de poner la pelota en el aro de tantas maneras y desde tantos lugares posibles como el ser humano pueda imaginar. Ha vuelto al origen, al arte más convencional que los Jerry West, Bob Pettit, Elgin Baylor o George Gervin enseñaron. A meter canastas como forma de vida, por encima de todo y de todos. La diferencia es que Kevin Durant lo hace mejor que la mayoría de jugadores en la historia. KD es la vuelta del renacimiento, un periodo que llegó a su fin únicamente con la muerte del Rey.

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