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Análisis: ‘Undrafted’, ni retirada, ni rendición. Diferentes caminos para llegar a la NBA

Análisis: ‘Undrafted’, ni retirada, ni rendición. Diferentes caminos para llegar a la NBA

Durante décadas, NBA y NCAA han perseguido el complejo equilibrio que supone dosificar el afán de cientos de jóvenes obsesionados por trasladar a la NBA su dominio en las canchas universitarias. Repasamos algunas rutas alternativas de llegada a la liga.

En 2001, Russell Crowe enamoraba al mundo del cine por su interpretación de John F. Nash en ‘Una Mente Maravillosa’, persiguiendo palomas por los jardines de Princeton y escribiendo fórmulas con tiza en las ventanas de la biblioteca, en su obsesiva búsqueda de una ‘idea original’. Su perseverancia, al final, dio sus frutos, y logró llevar las tesis de Adam Smith al siguiente nivel: en la libre competencia ya no bastaba con perseguir el éxito individual y dejar el resto a ‘la mano invisible’, sino que había que añadir a la ecuación esa idéntica ambición patente en los demás agentes implicados.

Había nacido el ‘equilibrio de Nash’ en la Teoría de Juegos, por el que le sería concedido el premio Nobel en 1994.

Durante décadas, NBA y NCAA han perseguido el complejo equilibrio que supone dosificar el afán de cientos de jóvenes obsesionados por trasladar a la NBA su dominio en las canchas universitarias. Una tarea titánica en la que regular con éxito el trasvase al profesionalismo de los mejores talentos de la nación. Una estructura capaz de cribar el flujo creciente de atletas, conscientes de que no hay hueco para todos. De que la oferta, también en este caso, supera a la demanda.

En este Draft de 2022, un total de 149 candidatos (135 de universidades norteamericanas  y 14 internacionales) resistían en el interior del bombo en el último recuento. Esto implicaba que más del 40% de ellos iban a ser drafteados. El 40%. Una ratio espectacular tratándose del pasillo de acceso a la mejor liga del mundo.

La barrera de la tradición

A finales de los años 60 no estaba permitido apuntarse al Draft hasta transcurridos cuatro años de graduarse en el instituto (el objetivo de fondo era que los futuros jugadores cerrasen, también, el ciclo universitario). Pero en 1971, Spencer Haywood empezó a resquebrajar un ‘suelo de cristal’ que Darryl Dawkins terminaría de hacer trizas en 1975, abriendo de par en par las puertas del cielo a los cracks del high school, los cuales podrían presentarse al Draft sin necesidad de cruzar el aro universitario.

Kevin Garnett y Kobe Bryant exprimieron como nadie esta vía, y sin pisar la facultad aterrizaron en la NBA para dejar una impronta eterna en el Salón de la Fama. Su temprano éxito sirvió para precipitar otras carreras sublimes de madurez sobrevenida (Jermaine O’Neal, Tracy McGrady, Amar’e Stoudemire, LeBron James o Dwight Howard).

Sin embargo, en 2005 la Liga daba un paso atrás y no precisamente para tomar impulso. David Stern –legado infinito para lo malo y lo bueno– tomó, en su labor de Comisionado, una decisión con más detractores que adeptos, y fijó en los 19 años la edad mínima para dar el ansiado salto al circuito profesional, acuñándose, desde entonces, lo que se conoce como el ‘one and done’, esto es, un paso casi obligado por la NCAA, como si de la mili se tratase, antes de poner en marcha una decisión tomada de antemano: (tratar de) jugar en la NBA.

Esta primera criba, la del sistema, se cobra sus víctimas en un despiadado efecto pinza, pues se cierne desde dos flancos. Por un lado está la NBA, como acabamos de ver, con un límite de edad que el sucesor de Stern, Adam Silver, no sabe si subir, bajar o mantener.

Peritajes: sobreviviendo al ‘no vales’

El otro nace en la NCAA, su patio de jóvenes talentos. Hasta el 2018, los inscritos al Draft se veían obligados a decir adiós a su equipo universitario en caso de arrepentimiento de última hora o tras no ser drafteados por ninguna franquicia. Esto hacía que muchos a quienes los mock drafts los situaban entre la segunda ronda y el olvido, prefiriesen pájaro en mano, dejando volar el sueño de la NBA por miedo a que se les escapase de entre sus dedos extendidos.

Afortunadamente las cosas han cambiado, pudiendo ahora desandar lo andado siempre que se cumpla la siguiente tríada: no haber sido drafteado (y comunicar tu  deseo de volver a la NCAA antes de las 17:00 del día siguiente al Draft), haber participado en el NBA Combine (al cual se accede sólo bajo invitación), y haber solicitado un informe previo al Comité Asesor de Pregrado. Es con estas dos últimas herramientas cuando se dibuja, ya sí, un espectro completo y certero de las opciones reales estar entre los 60 definitivos.

En 2019 estos informes alcanzaban una fiabilidad máxima tras ver cómo el 100% de los jugadores cuyas evaluaciones indicaron que no serían escogidos pero que, aún así, permanecieron en el Draft, se quedaron sin seleccionar. Un baño de realidad por anticipado, perfecto para que ‘la morralla’ más entusiasta sacase su nombre del interior del bombo. En este 2022 hemos visto pasar de los 283 iniciales (a fecha de 27 de abril) a los 149 definitivos.

La Fe por encima del Draft: la Summer League

Aún así, de los más de noventa aspirantes que quedaron sin draftear el pasado 23 de junio, hubo un puñado que rechazó el último guante por retomar sus estudios y optó por no romper lazos con su agente. Tercos, audaces y decididos, se niegan a claudicar.

El sueño de la NBA permanece vivo, y la Summer League de Las Vegas emerge como el nuevo escenario en el que probarse. Una jungla donde rookies, sophomores, ex jugadores sin contrato y varios de los que aún buscan su desvirgue profesional, se reúnen para once días de espectáculo y reválida ante la atenta mirada de los ojeadores. Once días en los que intentar brillar en lo individual sin encallar en lo colectivo. Once días donde el salario es lo de menos (apenas 1.500 dólares) y la oportunidad de atrapar la atención de los focos el germen motivador. Para muchos, el último tren con el que evitar una sentencia inapelable al exilio.

Allí, todos buscan escribir su historia con la esperanza de que crezca su valor en retrospectiva. Cuando Jeremy Lin pasó del ostracismo a Linsanity, de tener pie y medio fuera del circuito a convertirse en el salvador de los Knicks, de ser el último de la plantilla a firmar un contrato de 25 millones con los Houston Rockets, no tardó en reflotarse todo el contenido audiovisual de la Summer League donde un Lin undrafted plantaba cara, y de qué manera, a todo un número uno de su promoción, John Wall.

Fred VanVleet, anillo de campeón en 2019 y All-Star esta misma campaña, es a día de hoy el segundo jugador mejor pagado de los Toronto Raptors. Ningún equipo apostó por él en el Draft de 2016. “Ser undrafted era probablemente lo mejor para mí una vez supe de mis escasas opciones de ser seleccionado, para así poder escoger (en Las Vegas) el equipo que mejor encajase conmigo”.

José Alvarado, otro undrafted de 2021, firmaba en agosto un contrato dual con los New Orleans Pelicans tras su gran paso por Las Vegas. Ocho meses después se hacía viral gracias a su asfixiante presión a toda cancha, robando varios balones a nada menos que Chris Paul y en los mismísimos playoffs. Ni retirada ni rendición.

Mientras que el grueso de los jugadores de segunda ronda suelen terminar jugando en Europa, Asia o Centroamérica por, sencillamente, no dar la talla, algunos undrafted aniquilan cualquier predicción para acabar sentándose a la mesa de los mayores, haciendo de la Summer League su gran trampolín a la NBA.

Los que fueron… y los que vendrán

John Starks, Udonis Haslem, Brad Miller, Ben Wallace, Darrell Armstrong, Raja Bell, Bruce Bowen, Avery Johnson, José Calderón… todos con pasado undrafted por distintas razones pero con brillantes carreras NBA a sus espaldas. Los auténticos ‘robos’ fuera de la órbita de su promoción.

Jean Montero, Trevion Williams, Lester Quiñones, Collin Gillespie, Dereon Seabron, Justin Lewis, Brady Manek, Dominick Barlow, Alondes Williams, Kenneth Lofton Jr… puede que estos nombres os digan poco o nada a día de hoy. Pero también puede que dentro de un tiempo volvamos aquí para recodar cómo alguno de estos anónimos se ganó su taquilla en la NBA. Por creer en sí mismos por encima de cualquier criba. Por perseguir el sueño más allá de todas las barricadas del sistema. Por desafiar y vencer al ‘equilibrio del Draft’.

 

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