El American Airlines Arena se convirtió en una calculada discoteca, de rugido ensordecedor y música disco que invitaba a patullar las calles de Miami hasta el amanecer. «¡¡Hoy nos vamos todos de fiesta!!», gritaba Pat Riley, micrófono en mano… Mientras todos los que estábamos en el pabellón, junto al mundo entero, contemplábamos el éxtasis de un ‘Rey’ que volvió a ser un niño de nuevo. Lleno de júbilo, de emoción, con una sonrisa interminable. Saltando de alegría como un crío, bailando sin cesar al ritmo que le marcaban, el de un atronador ¡¡MVP, MVP!! que llevaba escuchando desde que Erik Spoelstra le cambiase a falta de tres minutos para la conclusión del 121-106 final en el 5º partido de una serie histórica por muchos motivos, pero sobre todo porque supone la llegada a los cielos de un ‘Rey’ anunciado. Se abrazó a su técnico con orgullo, se fundió con D-Wade en lo que vino a ser la representación del concepto ‘Band of Brothers‘ que ambos promueven y le tiró besos a un público con la garganta rota de cantar ¡¡Let’s Go Heat!!. Sí, LeBron James lo ha conseguido…
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