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Arvydas Sabonis

Arvydas Sabonis

Era la máquina perfecta de jugar a baloncesto. Imbatible, infranqueable. Un pívot de 2.20 que tiraba de tres, pasaba como el mejor de los bases y reboteaba de forma voraz. Arvydas Sabonis estaba destinado a ser el mejor pívot de la NBA. Sí, el mejor. Sólo la dichosa política y un maltrecho tendón de Aquiles lo impidieron.
[Por David Carro
Fotos: Getty Images]

Tuve suerte de que coincidimos en una época en la que él ya estaba en declive, porque me han dicho que sólo ha habido dos jugadores interiores tan imparables en plenitud como él: Arvydas Sabonis y Wilt Chamberlain». La frase es de la semana pasada, y es del prematuramente retirado Yao Ming refiriéndose a un legendario como Shaquille O’Neal. El gigante chino sólo dio dos nombres comparables al inimitable ‘Shaq Attack’… Y uno de ellos es el del hombre que nació en 1964 en Kaunas, el mismo del que un mito de las pizarras como Red Auerbach dijo que «hubiera sido el mejor pívot de la historia de la NBA». Es algo en lo que coinciden todos los que le vieron en acción, algo indiscutible. «Antes de que llegase a la NBA era uno de los tres mejores pívots del mundo junto a Kareem Abdul-Jabbar y Bill Walton. Podía correr, tirar, pasar… Habría sido increíble». El que fuera su entrenador en los Blazers durante cuatro años (del 97 al 2001) también lo tiene muy claro. En Europa fue dios, de eso no cabe duda, pero en la NBA tuvo que ‘conformarse’ con rondar entre la elite de los pivots de la competición, con medias de 12 puntos, 7.3 rebotes, 2.1 asistencias y 1.1 tapones en siete temporadas (desde los 30 a los 37 años). Si le hubiesen dejado llegar antes…

Pasaron nueve años
Desde que los Portland Trail Blazers (Fernando Martín, Petrovic, Rudy, Sergio… los europeos siempre han tenido una relación más que especial con la franquicia de Oregon) le escogieran con el número 24 del draft de 1986 hasta que Sabonis pudo estampar su firma en un contrato NBA (30 de septiembre de 1995) pasó casi una década. Primero fueron las circunstancias políticas entre la entonces Unión Soviética y los Estados Unidos. El genio lituano era un diamante nacional que la URSS no quería prestar ni en broma para beneficio de sus ‘amigos’ yanquis…

… Más información en la revista GIGANTES.

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