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Brooklyn Nets: el vertiginoso atajo a la cima

Brooklyn Nets: el vertiginoso atajo a la cima

Contar con tres de los jugadores ofensivamente más desequilibrantes del planeta te acerca al título. Pero la letra pequeña será crucial para los Brooklyn Nets: no habrá anillo sin respuesta coral y defensiva. Y quizás tampoco futuro si se falla. Es un hipnótico todo o nada que ha revolucionado el universo NBA.

La NBA vive, y aún en fase de aprendizaje, la era en la que más autoridad sobre sus destinos poseen los jugadores, especialmente los de más alto rango. La época donde menos poso adquieren los contratos firmados, por suculentos que estos sean. En definitiva, la más volátil e impredecible.

Tal escenario genera contextos cambiantes con asombrosa facilidad. Ejemplos, en el fondo, de lo complejo de trabajar a medio plazo para cualquier Gerencia. Hay muestras tan salvajes, de cambios tan abruptos, que nadie está a salvo. Nadie escapa del ‘aquí y ahora’ que parece gobernar el mundo.

Que se lo digan a los Thunder, que el verano de 2018 celebraban la extensión de contrato (de cuatro años) de Paul George y al siguiente veían cómo el jugador reclamaba no solo salir sino hacerlo con destino Los Angeles, para reunirse con Kawhi Leonard. A vista de las franquicias un jugador descontento, con potencial de dinamitar un proyecto, representa un menor problema fuera que dentro del mismo, por alto que sea su nivel deportivo y costoso readaptar el rumbo.

Ni siquiera un contrato a medio plazo con una estrella garantiza a una franquicia la anhelada calma para edificar su proyecto en torno a ella. Todo puede saltar por los aires en cualquier momento. El jugador de gran calibre tiene, actualmente, no solo poder para extender públicamente su deseo de marcharse sino también influencia para acelerar la decisión e incluso marcando destino.

James Harden, icono del candidato que imaginó y acabó construyendo Daryl Morey en Houston, es el último ejemplo. Poco importó que tuviera dos años de contrato por delante (a razón de 85 millones de dólares) y el proyecto en Texas hubiese sido formado a su medida. Pidió salir, lo forzó en las formas y ha acabado en uno de sus equipos preferentes. Su aterrizaje en Brooklyn, un proyecto ya fascinante previamente a su llegada, ha ocasionado un seísmo que ha alterado la lucha de fuerzas en la Liga.

Aunque no sin dudas, los Brookyn Nets partían este curso con aspiraciones de gloria en el Este. Con el objetivo mínimo de pisar unas Finales de Conferencia que no alcanzan desde 2003, cuando aún estaban en New Jersey. Pese al botín entregado en el movimiento (Jarrett Allen, Taurean Prince, Caris LeVert, tres Primeras Rondas de Draft y otras cuatro opciones de intercambio), cerrado a cuatro bandas con Pacers y Cavs también involucrados, su potencial techo, con Harden a bordo, se ha visto elevado. Ahora las dudas se han renovado, pero las posibilidades de éxito también multiplicado.

Todo o nada

Una de las grandes cuestiones derivadas del movimiento fue si los Brooklyn Nets realmente necesitaban comprometer radicalmente su medio plazo, un posible descenso a los infiernos si competitivamente la apuesta no funciona, a cambio de hacerse con Harden. No obviamente por su nivel, fuera de dudas con un jugador que ha terminado en el Top 3 de la carrera por el MVP en cinco de los últimos seis años, sino por el riesgo adquirido en la apuesta.

Sean Marks, arquitecto desde los despachos, hizo renacer a Brooklyn tras la condena, en forma de traspaso, del verano de 2013. Y conoce bien qué consecuencias podría tener un fracaso deportivo a corto plazo. Entonces los Brooklyn Nets –sin él en los despachos- sacrificaron su futuro por sumar, esencialmente, a Kevin Garnett y Paul Pierce a su plantilla. Con el relevante detalle de que ambos, con 37 y 36 años respectivamente en aquel momento, estaban más cercanos a su final que a su plenitud. El intento de anillo salió peor que mal (una eliminatoria de Playoffs ganada en dos años) y el hundimiento fue trágico.

Y si bien el contundente saco de elecciones de Draft entregado a cambio esta vez pueda tener paralelismos con el de aquel traspaso (uno que acabó haciendo llegar a Boston a Jayson Tatum y Jaylen Brown en los años posteriores), la edad y rendimiento de Harden (de 31 años) sugiere un poder nuclear a corto plazo. Es la idea.

Con Kevin Durant y Kyrie Irving, cabezas del proyecto, con contrato asegurado hasta 2022 (ambos podrán salir al mercado en ese verano), Marks ha llevado al extremo el plan. Harden también puede pisar la agencia libre en 2022, dejando un escenario real, competitivamente hablando, en el que solo hay dos balas en el cargador, la de esta temporada y la siguiente, antes de afrontar ese punto de inflexión. Es el margen de tiempo con el que cuenta el cuerpo técnico que dirige Steve Nash y secunda Mike D’Antoni para hacer funcionar al monstruo. De no hacerlo, todo podría derrumbarse.

De retos y posibilidades

Juntar a Irving, Harden y Durant supone crear, de inmediato, un sinfín de posibilidades ofensivas. El techo es altísimo en lo relativo a crear ventajas, tanto para ellos mismos como para el resto. Una correcta presencia de secundarios (que ejecuten desde el tiro exterior, cortes o continuaciones al aro) basta para que Brooklyn pase a ser, automáticamente, dinamita en ataque.

Eso sí, la coexistencia entre estrellas no es siempre sencilla, sobre todo cuando esas estrellas están acostumbradas a que un gran volumen de juego ofensivo pase directamente por sus manos. Es el caso. Harden es uno de los manejadores de balón más productivos de la historia, pero también uno de los que mayor cantidad de esférico amasa y de los más ligados al juego de aclarados (uno contra uno). Irving es otro jugador claramente acostumbrado al desempeño individual y Durant, por condiciones físicas y técnicas seguramente la cumbre ofensiva de esta era, necesita también participar del juego para explotar todo su arsenal.

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Su unión va a requerir una adecuación de roles, una estructura que o bien permita mantener siempre a dos de ellos en pista o dibuje quintetos basados en la coexistencia de dos de ellos y a un tercero ejerciendo de dueño absoluto del juego rodeado de secundarios. Un escenario, este último, que permitiría por ejemplo mantener el nexo Irving-Durant y dejar a Harden liderando formatos junto a tiradores, al molde de lo vivido en Houston junto a D’Antoni.

Irving, de imprevisibles giros en su personalidad, alcanzó plenitud colectiva junto a un generador dominante (LeBron James) que mantuviese al bloque activo hasta su irrupción para desequilibrar. Brooklyn podría replicar ese escenario, con Harden y Durant soportando el peso del juego de forma más consistente. La cuestión es, al final, si el propio Irving acepta esa coexistencia en paralelo y no bajo sus normas.

Steve Nash evitó, desde su llegada, imponer una pizarra restrictiva que mantuviese el orden para tratar de alimentar una fluidez y libertad de acción que, ahora con Harden, se verá incluso potenciada. Un ataque sostenido por semejantes desequilibrios debe procurar que, a poca solidaridad y secundarios eficientes que haya, el experimento funcione. Atrás, sin embargo, se necesitará mayor reajuste.

En lo que llevamos de siglo, solo un equipo fue campeón NBA teniendo su defensa fuera del Top 10. Fueron los Warriors en 2018, con su defensa undécima. Dicho de otro modo, por pletórico que pueda ser un sistema ofensivo, la competición exige, en sus pasos finales, una defensa sólida que responda al reto más exigente. Que llegará.

Durant como ancla

Sigue resultando asombroso que, tras dieciocho meses sin competir a causa de una lesión en el Aquiles, la versión de Durant que aparece en pista, ya superando la treintena, haga dudar sobre si realmente ese paréntesis existió en su carrera. Se le ve ágil, elástico, agresivo y tan imponente como antes del fatídico momento que partió en dos su trayectoria (A pesar del tiempo que lleva ahora fuera por precaución)

El nuevo escenario en Brooklyn Nets le plantea, no obstante, otro desafío más. Durant es, a la vez, el perfil más dominante y el más apto para ejercer roles oscuros del nuevo ‘Big Three’. En otras palabras, por excelentes que sean Irving y Harden no llegan a su capacidad para marcar la diferencia. Y por voluntariosos que puedan (deban) ser ambos en el apartado defensivo, ninguno tiene sus condiciones para ser ese ‘complemento’ que todo ‘Big Three’ necesita.

Aunque en estos casos la teoría revele tres estrellas, la práctica suele devolver dos roles de mayor peso y un tercero por debajo, más cercano o bien al de un especialista en ataque o a un mayor sacrificio atrás, cuando no ambos. Durant lo vivió en Golden State (con Klay Thompson y Draymond Green) e Irving en Cleveland (Kevin Love), pero ejemplos como el de Miami con Chris Bosh o en su día Boston con Kevin Garnett (pilar absoluto del sistema defensivo) y Ray Allen (en plano secundario cuando Garnett pasaba al primer escalón ofensivo) reafirman la tendencia. Para que todo funcione, se necesitan sacrificios al margen del glamour y el brillo.

Durant representa, por su perfil físico y técnico, el mejor comodín de Nash para resolver situaciones defensivas. El canadiense admitió, ya antes del inicio de curso, su intención de probar a Durant con funciones interiores (como cinco) dentro de un quinteto de máxima versatilidad. La intriga no es una quimera conociendo el despliegue defensivo de Durant en las inmediaciones del aro, donde su falta de peso y hábito en la defensa al poste se contraponen a su más que buena protección de aro, solvencia en el rebote y capacidad para incomodar al ataque rival con su longitud.

Incluso aunque los Brooklyn Nets tratasen de blindarse para evitar exponer demasiado a Durant en funciones interiores para ciertos tramos, apostando de pleno por DeAndre Jordan y cubriendo su rotación con otra presencia interior (disponen de tres huecos en plantilla que posiblemente rellenen una vez llegue la fase de ‘cortes’ de veteranos tras el cierre del mercado de traspasos), debe ser Durant el que responda individualmente a los mayúsculos retos defensivos que pueden plantear por ejemplo Tatum e incluso Antetokounmpo (con la alternativa ahí de Jordan ante la falta de tiro del griego) en su Conferencia o, llegado el caso, James o Leonard en unas hipotéticas Finales.

Puede ser el reto definitivo, el de bastión defensivo multiposicional, para un Durant que, en el fondo y por enorme brillo que desprendan los otros dos miembros del ‘Big Three’, es el jugador más relevante del proyecto.

Porque los Brooklyn Nets deben aprender, más pronto que tarde, que si bien contar con tan descomunal cantidad de talento ofensivo aumenta sus posibilidades de gloria, esta no llegará, de ningún modo, si no existe cohesión, respuesta colectiva y una defensa que ofrezca resistencia ante el resto de candidatos. Que su respuesta sin balón será tan decisiva como la adecuación al nuevo escenario con él.

Descubrirlo será, en cualquier caso, irresistible.

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