Tras 16 partidos, los Cavaliers por fin sucumbieron. El adjetivo invicto desaparece de la temporada NBA tras la primera derrota de Cleveland, a manos del campeón en uno de los mejores partidos de lo que va de curso. Una derrota, la primera del año, que puede servir para explicar por qué estos Cavaliers sí que son un equipo candidato a todo. Porque si quince triunfos consecutivos para empezar la temporada no sirvieron para ejemplificar la seriedad de la plantilla de Kenny Atkinson, el primer tropiezo del año debería valer. Porque si la gran pregunta es si pueden plantarle cara a Boston, la respuesta es que sí.
Los Celtics necesitaron un partido de 22 triples y 53.7% de acierto para ganar a Cleveland. Necesitaron otra exhibición de Jayson Tatum, al que parece complicado dejar fuera de la conversación por el MVP. Incluso una versión rejuvenecida de Al Horford, con 3 tapones y 20 puntos, o la aparición de Derrick White y Jaylen Brown en el clutch para ganar. Todos los titulares acabaron en dobles figuras, con Payton Pritchard metiendo 13 desde el banco. Boston tuvo un 64% de acierto en tiro efectivo, el 72.2% de los tiros fueron asistidos, anotaron 127.7 puntos por 100 posesiones, la tercera mejor marca del año. Y aun con todo eso, Cleveland tuvo el partido en una posesión en el último cuarto. Capaces de remontar 21 puntos en el segundo tiempo.
Porque los Celtics los tuvieron en la esquina, a punto de caer a la lona, y pese a las bajas de Dean Wade, Isaak Okoro y Caris LeVert (y Max Struss, que todavía no ha debutado este año), supieron levantarse con un 40-28 en el tercer cuarto. De la mano de Donovan Mitchell, Craig Porter Jr. y sobre todo, un Evan Mobley que volvió a ser imparable, como en la serie de playoff el pasado mes de mayo. Era el joven interior que la noche anterior advertía que el TD Garden sería, por fin, un reto de nivel para los Cavaliers y no defraudó. Se fue a los 22 puntos, 14 en el tercer cuarto, con 11 rebotes y una defensa de élite, como nos tiene acostumbrados.
Su paso adelante en ataque es la gran nota positiva de Cleveland este año, que incluso con el peor Garland de la temporada, pelearon hasta la bocina final. Más allá de los 35 puntos de Mitchell, el banquillo volvió a ser un factor diferencial. Entre Georges Niang, Ty Jerome y Porter Jr. se combinaron para 36 puntos en 21 tiros a canasta, y todos con un +/- en las dobles figuras. La segunda unidad de los Cavaliers, pese a las bajas, sigue superando a su contraparte; otra historia muy diferente fueron los quintetos titulares, con el de Boston siendo el mejor de la NBA, pero el trabajo de los suplentes sirve para romper partidos y al mismo tiempo minimizar el esfuerzo de los Garland, Mitchell, Mobley y Jarrett Allen.
En el duelo de Boston había dos claves que iban a marcar el ganador: quién iba a castigar más al rival desde el triple, y qué equipo podía usar mejor los desajustes defensivos. Los Cavaliers llegaban a Massachusetts siendo el mejor equipo en porcentaje de triple, con un exuberante 41.9%; los Celtics, al contrario, te hacen pagar por cantidad con 18.9 anotados por noche. Al descanso del duelo, los de Mazzulla habían anotado 14 y solo Jayson Tatum llevaba tantos como Cleveland, 4 de 14 intentos. Acabaron con 10 anotados y un poco habitual 34.5% con el 3/11 de Mitchell y el 0/6 de Garland. Boston superó los 20 por tercer partido seguido, consiguiendo 36 puntos más desde la larga distancia. Difíciles de recuperar desde la pintura.
Porque los Cavaliers sí supieron aprovechar la presencia de Nemias Queta y Payton Pritchard para atacar el aro, y acabaron con 60 puntos en la pintura por 36 de los Celtics. Pero Boston juega a la matemática, y responder con tiros de dos el aluvión de triples es un riesgo que Mazzulla se permite correr. Cuando los Celtics meten más de 20 triples en la era del entrenador, han ganado 37 de 40 encuentros, y en dos de ellos tuvieron un tiro para ganar, un triple errado. Aquí radica, seguramente, el mayor problema de Cleveland de cara a los playoffs en una hipotética y condicional serie ante Boston: que permiten muchos triples, y que no tienen respuesta humana posible para contrarrestar el festival ofensivo verde. Si sirve de consuelo, nadie lo tiene.
Pero sí pueden hacer daño en la pintura, algo que los Celtics aceptan, pero que pocos equipos aprovechan. La defensa de Boston amargó la noche a Darius Garland como hicieron con Luka Doncic y Kyrie Irving en las finales, porque es lo que Derrick White y Jrue Holiday hacen, pero Mobley, Mitchell y compañía supieron aprovechar el entramado defensivo de los Celtics y el constante cambio. Cada situación de Mobley con un jugador no llamado Horford era un ataque al aro, y cada ayuda defensiva, un tiro liberado de Georges Niang, Sam Merrill o el propio Mitchell. Este supo jugar el dos para dos con Porter Jr. toda la segunda parte cuando Mazzulla intentó esconder a Queta en el jugador de segundo año. Hubo respuestas de Atkinson.
“Ellos tienen fuerza y físico de playoffs, nosotros de temporada regular” decía el entrenador español al acabar el partido. Y esa es, a día de hoy, la principal diferencia. Boston sabe que es ser campeón, y lo hicieron tras un 4-1 a los Cavaliers en semifinales. Pero esta versión de Cleveland no es la que se fue abatida hace ocho meses del TD Garden, una muy diferente. Una que sabe que tendrá que pasar por Boston si quiere llegar a las finales, pero que de la primera derrota de la temporada ha aprendido mucho más que de las quince victorias consecutivas. Y por ahora, la teoría ya la han aplicado contra los Pelicans.
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