Sigo un poco bastante con la duda. ¿Quién sacó partido de quién? ¿Llegó antes el basket al rap o el rap a las canchas? Quiero decir, mi referencia primera es Allen Iverson. Para cuando llega a la NBA para cambiar definitivamente el juego, con sus corn rows, esos pantalones amplios, las zapas tochas y la banda en la cabeza, Jay-Z seguía grabando a nivel amateur en cinta de casete.
Y ahora, hay que ver la trayectoria del de Brooklyn. Ha hecho un equipo NBA a su imagen semejanza. Controla una agencia de representación que sube como la espuma. De hecho, lo que menos llama la atención es su marca de ropa, RocNation… porque ahora todo, pero todo se llama RocNation.
A ver, por ejemplo, si lo vuestro es el fútbol más que el basket, o simplemente os gusta estar al día del tema, seguro que sabéis quién es Romelu Lukaku. El goleador belga acaba de dejar el Manchester United por el Inter de Milán, gracias a una mega operación de unos 75 millones de euros, la mayor del Inter y la primera de gran calado del equipo de representación de Jay-Z.
Es muy fácil pensar que las anteriores pueden haber sido las de Kyrie Irving y Kevin Durant. Cada uno, fichado entrelíneas, han acabado en el equipo que diseñó a su antojo Shawn Carter. Pero bueno, de las propiedades del marido de Beyoncé hablaremos en otro capítulo.
Ahora me viene bien para ahondar en la guerra de costas. No creo que Jay-Z sea un perpetuador de la pelea en las calles, pero lo que está claro es que hereda la bandera de uno de los bandos. Joder, Jay-Z es tan representativo de Brooklyn como los ladrillos marrones de sus edificios. Pero a la vez, es menos de lo que lo fue su auténtica referencia motor de su carrera, Notorious BIG.
Christopher Wallace, alías Biggie, alías Notorious Big, alías Biggie Smalls… saca el rap de las calles más oscuras a base de talento y drogas. Siempre se jactó de ser camello para poder mantener su adicción a las rimas. Un talento precoz, que a la vista de los demás, había revolucionado el juego. Rápido como un rayo con la lengua y la cabeza, fue capaz de ilustrar en los estudios de grabación el abrigo negro y el corazón frío del WC que en los años 1990 era Brooklyn. Representante de lo hablado por lo vivido, encontró su gran rival en Tupac Shakur, el gran rimador de Los Angeles que vendía discos como papelinas de crack en las esquinas de Inglewood.
Pese a lo que siempre se pensó, Biggie desde Brooklyn y 2Pac fueron colegas, amigos, colaboradores hasta que las ambiciones de otros, les acabaron por separar. Asesinados por la misma persona -no de gatillo, sí de idea-, murieron de manera muy similar: ejecutados.
Los dos solían verse, visitarse y pasearse por las calles ajenas sin más protección que los séquitos armados para disuadir envidias. En una guerra aparte, Shakur apunto estuvo de morir en el ascensor del estudio de grabación de Biggie. Asaltado por unos matones que querían sus joyas como excusa, y su vida como encargo. Tras tenerse que hacer el muerto, Tupac salvó la vida e invirtió todo el resto de sus días cultivar la rivalidad con Brooklyn. ¿Cómo iba a ser posible que Notorious no supiera nada de quién le quiso matar? ¡Ese tío controla BK, es imposible! Los intereses interesados ahondaron en la película de las guerras de costas, de las envidias de unas calles a otras y se fabricó la primera gran e infranqueable leyenda de las calles: El Este contra el Oeste… Nueva York contra California… Brooklyn contra Los Angeles. Nada quedaba en el medio.