Dwight Howard vive su segunda etapa en los Lakers. La primera, cuando estaba en su pico de forma en la NBA tras haber llegado ya a unas Finales y haber hecho historia en una franquicia donde Shaquille O’Neal, con el que siempre se le compara y siempre se le comparará, ya le había mostrado el camino (Orlando Magic), acabó muy mal, se fue por la puerta de atrás y generó muchas dudas sobre si podría algún día dar un paso atrás y ejercer un papel más secundario en un equipo que fuera candidato a todo. La vida le fue llevando por equipos donde podía hacer grandes números y soñar con metas como el All-Star, pero sin opciones reales de Anillo…
Una grave lesión, la de DeMarcus Cousins el pasado verano, le abrió las puertas de los Lakers de nuevo cuando estaba a punto de ser cortado por los Grizzlies, donde no le querían hacer sitio. LeBron James y sus compañeros asumieron el reto de acoger a Dwight Howard, uno de los pívots más dominantes de la historia justo en su momento más bajo. Pero ‘Superman’ parece haber aprendido la lección, aporta su granito de arena a toda una montaña: la franquicia angelina, que marcha en estos momentos como líder de la NBA de la mano, entre otros, de él.
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Dwight Howard y su gran cambio
Parece que han quedado atrás la norma de Howard y sus números estratosféricos que llevaban a poco, muy inflados y relucientes de cara a la hoja de estadísticas pero sin que se reflejaran de una manera igualmente clara en la tabla clasificatoria con las victorias y derrotas.
En estos nuevos Lakers no es titular pese a que Cousins, el jugador al que suple, sí estaba proyectado para serlo. Vogel ha variado el rumbo y le ha dado a Howard un papel pequeñito con el que pueda demostrar precisamente lo que se espera de él: que ha cambiado. JaVale McGee, tras su etapa en los Warriors, se ha afianzado en la titularidad al lado de LeBron James y su nuevo mejor amigo, Anthony Davis, que absorbe mucho juego en la zona e incluso actúa de ‘5’ por minutos.
Howard asegura sentirse «cómodo» pese a que el rol es «muy diferente» y deja una reflexión que lo explica: «Me encanta salir desde el banquillo. Así tengo la oportunidad de ver los esquemas que el otro equipo está utilizando: si tengo que hacer más ‘pick&roll’, si tengo que esforzarme más en taponar, dónde debo enfocar mi energía… Leo los ataques, leo la defensa y veo dónde puedo servirle más a mi equipo».
Su aportación en ataque se reduce a asegurar los tiros y eso sí se plasma en las estadísticas. Sólo 7 puntos por partido, sí, pero con el mejor porcentaje de acierto en tiros de campo de su carrera: 75%. Ni siquiera tiene que preocuparse de esos tiros de media distancia, su influencia sólo se reduce a los 0-3 metros del aro: 82% cuando jamás había sobrepasado el 76%. Es influyente con poco y otro dato que lo demuestra es el diferencial de puntos con él en pista: +12,6 cada cien posesiones cuando la media de su vida profesional es de +4,1. Un cambio para (muy bien).
Howard cumple 34 años. Por él pasan los años, pero se ve a sí mismo como un superviviente con una segunda oportunidad ante sí. La redención no entiende de edad y él lo demuestra.
