Qué confuso y a la vez qué envidiable es ese sentimiento que mezcla la felicidad y el llanto. Pocas veces se produce, y suele corresponderse con la consecución de gestas que se han tenido que conseguir al límite de las posibilidades. En ese estado se ha encontrado LeBron James, llorando pero a la vez sonriendo, sobre la cancha del Oracle Arena una vez había hecho a su equipo, los Cavaliers, campeón de la NBA por primera vez con el triple de Irving. Su reacción, espontánea y sincera: “Cleveland, esto es para ti”.
Sus 27 puntos, 11 rebotes y 11 asistencias, suponen su séptimo triple-doble en una Final de la NBA, y es el primero que lo consigue en un séptimo partido tras Jerry West (1969) y James Worthy (1969). LeBron es el segundo jugador que más partidos ha hecho en Finales con dobles dígitos en tres marcas, tras Magic Johnson.
Con su mágica actuación en el choque decisivo, LeBron ha certificado unas Finales inmejorables. Ha sido líder en casi todos los apartados del juego (puntos, rebotes, asistencias, robos y tapones) y se une a Kareem Abdul–Jabbar como el único jugador de la historia en ganar la NBA y ser MVP con diferentes equipos.
Conseguir ganar el anillo con los Cavs ha saldado la deuda histórica de LeBron con Ohio: “Volví por una razón. Tras el campeonato a nuestra ciudad. Estoy contento por ser parte de la historia. He puesto mi corazón, mi sangre… para traer el anillo” destaca el ‘23’, que ha conseguido otro récord más. James es el tercer jugador, junto a Tim Duncan y Shaquille O’Neal, con tres trofeos de MVP en Finales. Sólo Michael Jordan, con seis, le supera.
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