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Explicando a los Grizzlies: por qué son una de las grandes historias de la NBA actual, por Andrés Monje

Explicando a los Grizzlies: por qué son una de las grandes historias de la NBA actual, por Andrés Monje

Cumplida media temporada, los Grizzlies tienen uno de los cuatro mejores registros de la temporada NBA. Su rendimiento, extraordinario, llama la atención porque se trata, en el fondo, de un proyecto enormemente joven y en fase temprana de progresión. Dicho de otro modo, de uno que se encuentra en una época mucho más de siembra que de recogida.

Sin embargo Memphis, el segundo equipo con menor media de edad en la Liga (solo los Thunder la rebajan), un conjunto cuyos dos jugadores más veteranos no alcanzan siquiera los 29 años, ha logrado ya encadenar una racha de 11 victorias consecutivas (la mejor en la historia de la franquicia) y un tramo de 21 en 25 partidos. Cifras teóricamente solo al alcance de bloques preparados para llegar muy lejos en Playoffs.

¿Cómo lo están haciendo? ¿Cuáles son las claves de su éxito?

Ja Morant despega

A pesar de que su espectacular estilo haya podido atraer focos hacia su figura desde su misma llegada a la NBA, la versión más dominante e incendiaria de Ja Morant se había hecho esperar. Durante sus dos primeros años como profesional no rebasó la frontera de los 20 puntos de promedio por encuentro, dejando la sensación de que su explosión estaba controlada y siempre encaminada al orden colectivo. Morant ha sido eje del proyecto desde su aterrizaje, pero en el plano individual aparecía efectivamente como una opción más en una estructura muy bien trabajada.

Este curso Taylor Jenkins, técnico de los Grizzlies, matizó la hoja de ruta y las consecuencias son salvajes. Morant ha cobrado mayor protagonismo desde su desequilibrio individual, a menudo cuando a través de su imparable primer paso ataca la pintura. Su volumen de penetraciones y aclarados ha aumentado y el rendimiento leyendo el pick&roll, para su propio beneficio tras el bloqueo del compañero interior, también se ha incrementado (ha pasado del 40 percentil del curso pasado al 71 el actual). El resultado es una bomba.

Morant está anotando 15 puntos por encuentro en la pintura, una cifra asombrosa para un jugador de su tamaño. Por contextualizar, esa anotación en la pintura es abismalmente superior a las mejores marcas de carrera de perfiles como Derrick Rose o Allen Iverson, en su día auténticas bestias en ese arte. Y, de hecho, la cifra de Morant está a la altura del pico este siglo para un ‘guard’, que dejó Russell Westbrook durante su etapa en Houston (2020), un escenario no obstante muy particular por la enorme cantidad de espacios ofensivos que tenía al lado.

No es el caso de Morant, que alcanza ese registro con una amenaza perimetral simplemente discreta al lado (los Grizzlies son el cuarto equipo con menor volumen de triples en la NBA esta temporada), como dejando ver un margen aún mayor para devastar la pintura. Durante su racha de 11 victorias seguidas, de hecho, Morant se fue hasta los 17.6 puntos en la pintura por encuentro. De nuevo, para un base, cifras alucinógenas.

No queda ahí, la subida en su uso ofensivo (del 26 al 31%) se ha traducido en una confianza superlativa que tiene efectos en tramos ajustados de partido en últimos cuartos. Morant es el quinto anotador de la NBA en situaciones de ‘clutch’ (partidos en diferencias máximas de cinco puntos en sus últimos cinco minutos). Y sigue siendo uno de los mejores ‘contraataques de un solo hombre’ en la Liga. A campo abierto, una estampida por sí mismo.

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Morant ha incrementado su volumen en tiros de tres y elevado el acierto, pero sigue siendo un arma claramente secundaria en su repertorio. Con el abandono premeditado (colectivo) de los Grizzlies en la media distancia, por depurar ese lanzamiento pasa su ascenso a un plano ya por completo imparable. De momento, con 22 años, está por llegar. Pero su despliegue atacando el hierro compensa casi cualquier cosa.

Ahí es donde pasa a ser pieza de culto. Sale en bote hacia a ambos lados, a la velocidad de la luz, pero encuentra micropausas para las fintas y cambios de dirección, rebosante de fundamentos antes de emprender vuelo. Una expresión casi literal con él. Porque una vez despega el tiempo parece detenerse y todo reajuste en el aire, por inverosímil que parezca, se convierte en posible. Morant es heredero del mejor Rose a la hora de serpentear en la pintura de forma explosiva, cual bólido, antes de atacar el aro con la confianza de poder hundir el balón ante cualquier oponente que haya enfrente. Ahí es un espectáculo, un elegido.

El rebote como religión

Los Grizzlies no disponen de un gran espacio ofensivo (cuarto menor volumen de intentos al triple y entre los diez peores aciertos), circunstancia que en la NBA actual supone un problema serio para crear ataques eficientes. Tampoco tienen excelentes generadores de tiro, más allá de Morant, lo que agrava el punto anterior. ¿Cómo lo compensan?

Por un lado, a través de una gran cantidad de jugadores capaces de dar un último pase, el definitivo. Memphis no mueve el balón muchísimo pero sí de forma vertical, ya que buena parte de su rotación posee buena lectura de juego. Esto hace que no solo los bases (Morant y Jones) alimenten las opciones, sino que estas parten de cualquier situación, tanto fuera (Melton, Brooks, Bane) como dentro (Anderson, Adams).

Por el otro, convirtiendo el rebote en una fuente masiva de ventajas. Memphis es el equipo con mejor diferencial de capturas esta temporada, un poder fundamentado sobre todo en el aro ajeno. Capturan el 33% de los rebotes ofensivos disponibles (segundo mejor dato NBA), generando casi 18 puntos por partido en segundas oportunidades, la mejor marca en la Liga.

Memphis carga el rebote de ataque de forma animal, sin sufrir serias consecuencias en su transición defensiva, logrando en cierto modo acabar con la paradoja de ‘la manta’ (si tapas mucho arriba descuidarás abajo, o viceversa). Y esa alternativa le genera no solo gran cantidad de puntos sino una permanente obligación al rival de proteger de más su zona. Steven Adams lidera la NBA en rebotes de ataque (más de 4 por duelo) pero el deseo de cargar el rebote ofensivo se extiende al resto, como pauta a seguir.

Versatilidad, agresividad y tamaño interior

Memphis juega con la ventaja, a la hora de poner quintetos en pista, de que varios de sus hombres altos no se comportan en la práctica solo como interiores. Jaren Jackson Jr es el mejor ejemplo de ello, capaz de proteger el aro a niveles de élite (permite al rival por debajo de un 50% de acierto en el aro, una de las cinco mejores de la Liga con cierto volumen de defensas ahí) pero también de aguantar a una altísima gama de exteriores rivales a seis o siete metros del aro. Su movilidad defensiva, que ve acompañada en ataque por un abundante uso del triple para sacar pívots rivales de la zona, le convierte en uno de esos interiores tan anhelados por cualquier franquicia. El llamado molde ‘unicornio’.

Foto: Joe Murphy/NBAE via Getty Images

Pero no está solo. Brandon Clarke es, desde el banco, uno de los interiores de rotación más productivos de la NBA. Más pequeño pero aún más atlético que Jackson, ejerce como falso interior por su despliegue físico prácticamente de alero en cualquier situación del campo. La combinación de ambos (con más de 250 minutos de muestra) tiene resultados espectaculares para Memphis, que supera a sus rivales por 16 puntos (por 100 posesiones) cuando ambos coinciden, apoyados en una defensa colosal (96 puntos recibidos por 100 posesiones), en proporción el mejor dato de la Liga.

La baza de Adams, más tradicional y limitado en cuanto a rango defensivo atrás, es explotada en ataque (más allá del rebote) por Memphis a través de bloqueos, faceta en la que destaca por tamaño y timing, para generar ventajas ya sea al manejador de balón (Morant) o al lanzador que pueda liberar (Bane).

Pero Jenkins avala bastante jugar con interiores versátiles en defensa (Tillman también lo es) para aumentar la agresividad, atacar más línea de pase y provocar pérdidas rivales, recuperaciones de balón y transiciones. En definitiva, rebañar cada punto considerando que su desequilibrio individual (Morant aparte) es reducido.

Memphis es un equipo muy agresivo en su perímetro y que mete constantes amenazas de recuperación para cortocircuitar la circulación rival, consciente de que en el plano individual dispone de sistema y atletas para cubrir sus posibles grietas. Los de Jenkins son el equipo que más balones roba por duelo (10) y el segundo en intercepciones sin recuperar el balón (17), circunstancias que desembocan de un modo u otro en acelerar su frecuencia de transiciones (son el segundo equipo que más veces emplea el contraataque, casi un 20% de sus posesiones de ataque llegan en transiciones).

Identidad y segunda unidad

Ja Morant es, con diferencia, el jugador más determinante de los Grizzlies. Pero esos mismos Grizzlies han ganado 11 de sus 13 partidos disputados sin Ja Morant esta temporada. ¿Entonces? ¿No es Morant tan decisivo? Al contrario, Morant es muy decisivo… y Jenkins, (discípulo aventajado de un Mike Budenholzer que, a su vez, lo es de Gregg Popovich), ha creado un bloque capaz de competir al límite sin él. Eso parte, sobre todo, del cambio de registro colectivo.

Taylor Jenkins (Bucks); Foto: Nathaniel S. Butler / Getty Images

Foto: Nathaniel S. Butler / Getty Images

Morant facilita la mejor versión ofensiva de los Grizzlies porque por sí mismo puede rajar una defensa desde su bote atacando el aro. Pero Memphis compensa su ausencia, que hace decaer el ataque, a través de un extra de orden en ataque y de atención defensiva, incluso teniendo a Tyus Jones ahí, un jugador que por su reducido tamaño puede ser por tramos un desajuste atrás. Los Grizzlies pasan a ser superélite atrás cuando no tienen a Ja Morant, conscientes de que toda victoria partirá entonces, sin su faro de ataque, de su capacidad para destruir el ataque rival.

Jones es simplemente extraordinario en lo relativo al control, orden y selección de mejores opciones. Ejerce, a tiempo natural y bajo presión, como un programa informático que elige las mejores opciones. Su ratio por encima de 5 asistencias por cada balón que pierde no solo marca tendencia en la Liga sino que, para colmo, lo ha logrado en todas sus temporadas con los Grizzlies. Jones no tiene las piernas de Morant, pero aprovecha su inteligencia y lectura de juego como muy, muy pocos jugadores en la Liga.

Él encabeza una segunda unidad con enormes apoyos. De los mimbres interiores ya comentados, con Clarke y Tillman a la cabeza para flexibilizar apuestas según el rival y el español Santi Aldama rascando cada minuto que puede, como alternativa mucho más dotada en fundamentos de ataque, en una rotación carísima por dentro, se pasa a un perímetro y alas donde cada rol parece perfectamente aprendido y ejecutado.

Jugadores como De’Anthony Melton, John Konchar, Kyle Anderson o incluso recientemente el novato Ziaire Williams son soldados al servicio de una causa. Duros atrás, suman al rebote, leen bien el juego y, en definitiva, no cometen errores. Esto último es una constante al jugar ante Memphis y una de las causas de su éxito, no solo compitiendo sino resolviendo favorablemente situaciones de finales de partido igualado (los Grizzlies son el tercer mejor equipo a la hora de ganar partidos en el ‘clutch’): si quieres vencerles, tendrás que ganártelo. Porque no van a regalar prácticamente nada.

A mayor reto, mejor respuesta

En toda la NBA, solo Phoenix (mejor balance de la Liga) ha sido mejor compitiendo ante ‘buenos’ equipos que los Grizzlies. Ese ‘buenos’ es matizable pero hace alusión, en este caso, a conjuntos con su balance por encima del 50% de victorias. Ahí Memphis se comporta, en la práctica, como un ‘grande’ más. Gana duelos directos (14-8 este curso) y no baja prestaciones a domicilio (cuarto mejor registro jugando fuera de casa, donde ganan el 70% de sus partidos), con lo cual cada noche jugar ante ellos es un dolor de cabeza.

Es evidente que, en contexto de eliminatorias, donde el desequilibrio individual desatado tiende a desnudar estructuras colectivas, por férreas que sean, puede ir en contra de unos Grizzlies sensacionalmente entrenados pero cortos de efectivos diferenciales a día de hoy, exceptuando el caso de Morant. Pero su capacidad de competir por encima de las expectativas representa, sin duda, una de las grandes historias de la NBA esta temporada… mientras van desarrollando perfiles de apoyo, como el ‘unicornio’ Jackson o el fantástico caso de Desmond Bane, ya uno de los mejores tiradores de la Liga.

El curso pasado Memphis logró entrar al ‘Play-In’ resolviendo aquel escenario con dos victorias (ante Spurs y Warriors) en días sin red, donde perder te llevaba a casa. Su clasificación para las eliminatorias le hizo ser, de hecho, el segundo equipo más joven en disputarlas (poco más de 24 años de media en su plantilla) desde la irrupción de los Thunder la campaña 2010-11. Era un aviso.

Como lo es esa racha de once victorias seguidas este curso, rebasando la marca que registró la franquicia en 2015, en plena era del ‘Grit&Grind’, la de mayor plenitud en la historia de la organización. Estos Grizzlies parecen construidos bajo pilares similares, que recuerdan el valor del sacrificio y el poso colectivo en cada acción. Pero cuentan, a su vez, con factores que pueden detonar todo orden y llevar el caos a tu favor, como un Ja Morant llamado a ser una de las caras de la NBA durante la próxima década.

Siguen siendo un proyecto en construcción, en desarrollo. Pero sus resultados comienzan a salirse del radar y llamar la atención de una NBA que contempla cómo los Grizzlies crecen a la velocidad de la luz, listos para ser una amenaza real mucho antes de que lo pueda llegar a pensarse.

En ello están.

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