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Informe Mavs: siete pecados en su inicio y el camino para renacer, por Andrés Monje

Informe Mavs: siete pecados en su inicio y el camino para renacer, por Andrés Monje

Los Mavs han sido una de las grandes decepciones del primer tercio de temporada NBA. Antepenúltimos del Oeste, con balance negativo y múltiples problemas a resolver si en Dallas quieren pisar la fase final. Y es que aunque la distancia con el octavo clasificado es aún cercana (2 partidos) y la presencia del ‘Play-In’ permite flexibilizar la lucha por la fase final, una que acabará resolviéndose precisamente a través de ese novedoso formato que incluirá a noveno y décimo de cada Conferencia, los Mavericks han protagonizado un mal inicio de campaña.

Analizamos de dónde han nacido sus dificultades y su panorama a corto plazo para tratar de revertir su mal arranque.

Control de expectativas

Los Mavs pisaron los Playoffs el pasado curso, rompiendo una racha de tres años seguidos no solo sin llegar a la fase final sino también sin superar las 33 victorias en la temporada. Ganaron 43, con siete partidos menos de lo normal (82) debido a la situación originada por la pandemia. Además, en Primera Ronda plantaron seria batalla a los Clippers, uno de los favoritos del Oeste, colocándose 2-2 en una serie que acabaron cediendo en seis partidos. Los tres últimos, por cierto, disputados sin Kristaps Porzingis.

Tal rendimiento pudo resultar inesperadamente alto para un equipo que se encontró con un jugador vertebral para su proyecto (Luka Doncic) que quemó etapas mucho antes de lo inicialmente esperable. Doncic se convirtió en una superestrella de la Liga en solo su segundo año, acelerando la fase competitiva de un proyecto quizás no preparado aún para pelear cara a cara con los candidatos del Oeste.

El punto de inflexión real del proyecto para Dallas aparecía –y aparece- en el verano de 2021, momento en el que su espacio salarial le permitirá afrontar una gran incorporación en la agencia libre. Tim Hardaway (19 millones) y James Johnson (16) acaban contrato, con el añadido de que Josh Richardson (podría salir al mercado, si rechazase su opción de 11 millones para el curso que viene) es capaz de elevar aún más esa cuenta de desahogo salarial.

Teniendo a Doncic con contrato de novato y a Porzingis (29) como único acuerdo por encima de los 12 millones anuales para la próxima campaña, Dallas buscará esa otra estrella que se complemente con sus dos referentes para formar, entonces sí, un candidato. No obstante, lo sucedido el curso pasado ha podido colocar a los Mavs en un escenario competitivo solo imaginable bajo un enorme impulso del prodigio esloveno, pero lejos –en realidad- del contexto normal. Esperar a unos Mavs muy arriba ha podido aumentar la sensación de frustración colectiva, manejar un alto nivel de expectativas no siempre es sencillo.

El drama del triple

Los Mavs firmaron, el curso pasado, el dato de Eficiencia Ofensiva (puntos que anota un equipo por 100 posesiones) más elevado de la historia de la NBA, con 115.9. Una cima asombrosa construida en base a un monstruo del volumen de ataque (Doncic), que acapara, gestiona y resuelve una enorme cantidad de situaciones ofensivas… y a un impecable dominio del espacio.

Los Mavs tiraron el 46% de sus tiros de campo desde más allá de la línea de tres, segundo dato más elevado de la Liga y el más elevado de siempre para cualquier franquicia no llamada Houston Rockets. Pero la clave es que anotaron casi el 37% de esos tiros, cifra que le ubicó en el Top 10 de la temporada. Es, dicho de otro modo, un equipo diseñado en torno a una gran dependencia del triple en ataque. Este año la idea es la misma, pero los resultados muy distintos.

Dallas ha bajado su volumen de triples intentados, siendo aún alto (42% sobre el total de lanzamientos), pero lo que se ha desmoronado es el acierto. Su 33.8% de efectividad al triple es el peor dato de la NBA. Para un equipo que lanza tanto de tres (y que renuncia al rebote ofensivo, que pudiera generar segundas opciones), una tragedia. Ese descenso no se debe solo a la marcha de Seth Curry, uno de los grandes especialistas de la Liga. Aunque, por supuesto, no contar con él también influya. El problema, sin embargo, va más allá.

El acierto en catch&shoot, lanzamientos en los que el jugador tira a canasta nada más recibir el balón, es el penúltimo en la NBA, por debajo del 35%. Y sus cifras en lanzamientos que ‘Second Spectrum’ considera como liberados, es decir con un defensor como mínimo a un metro del tirador, tampoco llegan al 35%.

Curso 2019-20

  • Acierto global en triples: 36.6%
  • Acierto en triples catch&shoot: 34.8%
  • Acierto en triples liberados: 34.8%

Curso 2020-21

  • Acierto global en triples: 33.8%
  • Acierto en triples catch&shoot: 38%
  • Acierto en triples liberados: 36.5%

El dato de Eficiencia Ofensiva se ha desplomado a 110.9, una cifra situada justo en la mitad de la Liga. Y el triple es arteria principal de ese ataque. Los Mavs tienen a cinco jugadores que intentan al menos cinco triples por partido y cuatro de ellos no llegan al 34% de acierto.

Uno de ellos, por cierto, es Doncic. El esloveno es el segundo jugador que más tiros de tres intenta con la salvedad de que en su gran mayoría esos tiros llegan tras bote, ya que el que gestiona el balón en ataque suele ser. Sus porcentajes en esos lanzamientos son clavados al curso pasado (31%), una cifra discreta que él mismo ha reconocido tener que mejorar y que, no obstante, tiene dos factores asociados muy importantes.

El primero es que es mucho más complejo anotar un tiro tras bote, sobre todo con la presión defensiva a la que se somete a Doncic, que uno en el que recibes solo para ejecutar y a menudo con ventaja. El segundo es que el abuso exterior de Doncic está directamente relacionado con el espacio que genera esa atracción del defensor lejos del aro a la hora de poder penetrar en mejores condiciones en otras ocasiones.

Doncic abusa del tiro exterior porque, incluso sin altos porcentajes, le resulta útil hacerlo si después es capaz de aprovechar esa permanente atención al triple para castigar encarando el aro. Como las defensas seguirán prestando atención a su tiro exterior, sigue tensando esa cuerda. ¿Debe mejorar el acierto? Sí. ¿Es ese abuso parte de una estrategia ofensiva que proyecta su poder en las penetraciones y todo lo que produce a partir de ellas? Tambien.

Tramo de calendario…

Según el índice de ‘Strenght of Schedule’ visible en Basketball Reference, que analiza la dificultad del calendario que afronta un equipo, los Mavs han tenido el segundo calendario más complejo de la NBA durante el primer tercio de campaña, solo superado por el que han tenido que afrontar los Pistons.

Todo calendario tiene tramos más amables y otros más arduos. Y tan importante es resolver lo teóricamente accesible como ser capaz de sobrevivir a lo difícil. Dallas solo ha sido capaz de obtener hasta ahora un récord de 6-5 ante rivales por debajo de 50% de victorias en este arranque de curso, los partidos asequibles. Y solo ha vencido en cinco de los catorce que ha tenido ante los equipos por encima del 50%. El tramo difícil del calendario les ha superado, algo influenciado por otros elementos.

… con bajas estructurales

El principal de esos elementos ha sido la ausencia de jugadores estructuralmente importantes, sobre todo a nivel defensivo y de equilibrio para Rick Carlisle. Los Mavs empezaron la campaña 6-4, un registro aceptable. Pero en el tramo del 15 de enero al 6 de febrero, su balance fue de 3-10, incluyendo una racha de seis derrotas consecutivas. Ahí llegó la caída del equipo texano.

Durante ese tramo de partidos, casi simultáneamente estuvieron fuera Josh Richardson, Dorian Finney-Smith, Maxi Kleber y Dwight Powell. Los dos primeros son, en principio, los jugadores más determinantes para el engranaje defensivo en perímetro y alas. El alemán (de sus once partidos fuera, solo se sacaron tres victorias) es vital por su equilibrio interior y desahogo para Porzingis. Y el canadiense venía a ofrecer solvencia en el pick&roll, aunque después entraremos en su caso.

Sin entrar (de momento) en rendimientos individuales, Dallas tuvo que afrontar el tramo complejo de calendario jugando, a menudo, sin todos esos hombres. Por recodar los duelos, los Mavs se midieron, durante esos 20 días, a Milwaukee, Indiana, San Antonio, Denver, Utah (dos veces), Phoenix (dos veces) o Golden State. Partidos dificiles. Y, para colmo, fueron incapaces de sacar réditos de sus partidos ante Atlanta, Houston, Toronto o Chicago, equipos en teoría accesibles para su plantilla al completo. No la tuvieron y solo ganaron uno de esos cuatro duelos.

Derrumbe defensivo

El histórico registro ofensivo de los Mavs el curso pasado les elevó en la tabla, tapando las deficiencias de una defensa aún por fortalecer. Los Mavs tuvieron la decimoctava defensa en la Liga, permitiendo 110.7 puntos por 100 posesiones. Este curso les anotan 113 por 100 posesiones, habiendo solo cuatro conjuntos más frágiles atrás en toda la NBA.

Una de las claves ahí nace del destrozo interior al que están siendo sometidos. Los Mavs tratan de cubrir su transición (por eso, en parte, prescinden del rebote ofensivo) y su pintura (entre los diez equipos que menos tiros permiten a un metro o menos del aro). Pero cuando el rival puede acceder a ambas formas de ataque, la sangría es absoluta.

Los Mavs permiten 1.21 puntos por posesión en transición, quinto peor dato de la Liga. Y peor aún es por dentro. Dallas permite un 71% de acierto a un metro del aro, el segundo peor dato de la Liga. Y los datos de protección interior de su rotación en la pintura muestran claros puntos de fuga. Con Porzingis en pista, por ejemplo, los Mavs están recibiendo 116.7 puntos por 100 posesiones, peor dato del equipo. Pero hay más.

De los 67 pívots (nominalmente ‘center’) que en la NBA defienden al menos 2.5 veces por partido la zona restringida), la más cercana al aro, el peor dato de todos lo tiene Dwight Powell, que permite un 80% de acierto. Pero abriendo la lista a ‘cuatros’, el 69% de Kleber le ubica también en la zona trágica de los defensores interiores.

En ese tramo ‘duro’ de calendario, de trece encuentros, Dallas ha permitido 118.9 puntos por 100 posesiones, un registro no solo peor aún que el de su temporada en lo global, sino solo mejor –en ese tramo- que el de los Nets. Las ausencias citadas anteriormente han contribuido a hacer de la estructura defensiva algo mucho más frágil. Perder la identidad ofensiva en un tramo ante rivales duros y con tu arma principal, el triple, tocando fondo… ha derivado en un desolador 3-10.

El  valor del ‘roll man’ en el ataque

La amenaza al triple es esencial para entender el funcionamiento del ataque de los Mavs, pero en un equipo que emplea tanto el pick&roll en sus esquemas, con Doncic manejando el balón y el ‘cinco’ colocando el bloqueo, disponer de amenaza en las continuaciones hace mucho más difícil la defensa. Aunque no sea necesariamente para ejecutar, la opción de hacerlo obliga al ajuste defensivo. Lógicamente si esa amenaza desciende, el rival puede corregir más a menudo y mejor. Es lo que está pasando.

Veamos los datos como ‘roll man’ (continuadores al aro en situaciones de bloqueo directo) de los interiores de los Mavs. En puntos por posesión y con el percentil que ocuparían en la Liga.

Curso 2019-20:

  • Porzingis: 1.17 (65 percentil)
  • Powell: 1.35 (87 percentil)
  • Cauley-Stein: 1.46 (93 percentil), aunque en reducida muestra de partidos.
  • Kleber: 1.45 (92 percentil)

Curso 2020-21:

  • Porzingis: 1.17 (65 percentil)
  • Powell: 1.10 (53 percentil)
  • Cauley-Stein: 1.04 (40 percentil)
  • Kleber: 1.29 (80 percentil)

Las diferencias son muy significativas. El Powell post-lesión (de Aquiles) ha perdido la que era su principal arma ofensiva. Cauley-Stein ha bajado considerablemente su amenaza ahí y los datos de Porzingis no han sufrido evolución. La acción de Kleber le sigue haciendo muy útil ahí, es en realidad la principal vía de ayuda para Carlisle en esas acciones. El resultado de esa caída es eliminar una opción importante del 2×2 de Doncic: alimentar al interior para que castigue cerca del aro.

El segundo generador

Un 35% de las acciones de los Mavs son finalizadas (con tiro de campo, tiros libres o pérdida) por Luka Doncic, el segundo dato más elevado de la Liga. Eso sin incluir que Doncic reparte 9 asistencias por partido de las 18 potenciales que podría dar cada encuentro (ambos registros, segundos en la NBA). La dependencia creativa y en la ejecución que tienen en Dallas con el esloveno es lógica pero problemática.

Ni Porzingis ni Hardaway Jr, las otras dos grandes vías de anotación, son jugadores capaces de gestionar el ataque. Son perfiles ejecutores, a los que la ventaja les viene dada o, como alternativa, pueden producirla ellos… para ellos mismos. Josh Richardson, que podría serlo, no está demostrándolo. Y eso deja una situación particular: el único generador, más allá de Doncic, del que disponen los Mavs es Jalen Brunson. Es, de paso, el único que reparte al menos dos asistencias por partido en el equipo.

Brunson cumple muy bien en su papel, pero si las expectativas de los Mavs son mayores la necesidad de una alternativa creativa que descargue (algo) de balón y responsabilidad a Doncic es evidente. El esloveno está obligado a generar todo, y todo el tiempo, en el ataque a media pista. La saturación de funciones es clara y la incapacidad de sobrevivir sin él (solo 101 puntos por 100 posesiones produce el equipo sin él en pista, equivalente al peor ataque de la Liga) dramática.

Uno de los puntos esenciales a solucionar por la Gerencia en Dallas es encontrar una alternativa ahí. Un jugador que sea capaz de producir y generar desde su propio bote y para el resto, durante muchos minutos y con cierta solvencia. Brunson es un excelente complemento, pero Doncic necesita otro tipo de ayuda de mayor volumen.

Dos factores clave para el renacimiento

Una mala racha por supuesto no tritura toda esperanza competitiva para este curso. De hecho prácticamente todos los equipos atraviesan por momentos delicados durante una temporada tan exigente. Lo que sí demuestra esa racha es la necesidad de observar y analizar errores, como también lo imprescindible de aprovechar tendencias positivas para coger la dinámica correcta.

En el caso de Dallas, esta ola podría llegar justo ahora. Con dos victorias consecutivas (Golden State y Minnesota), ambas en casa, abren un período que puede resultar clave. De aquí al parón por el All-Star, que marcará el fin de la primera parte de la temporada, los Mavs disputarán once encuentros. Y siete de ellos serán contra rivales por debajo del 50% de victorias. Es decir, revertir su éxito en partidos a priori más factibles puede devolver a los Mavs a posiciones de fase final justo antes del parón.

Eso también pasa, en parte, por exprimir el que hasta ahora ha sido su mejor quinteto en pista. Y uno con el que ahora mismo puede contar. Y es que la unión de Kleber con Porzingis ha derivado en muy buenos resultados (+8 de net rating con ambos en pista), desde luego mucho mejores que juntar al letón con Cauley-Stein (+3) o emplearle directamente como cinco en solitario. Dicho escenario (juntar a alemán y letón), trasladado a un quinteto inicial, ha encontrado en el formato Doncic-Richardson-Finney Smith-Kleber-Porzingis un excelente rendimiento (+12 de net rating).

Esos cinco hombres solo han podido coincidir en cinco encuentros esta temporada. Es decir en cuatro de cada cinco partidos Dallas no ha podido hacer uso del que puede ser su mejor quinteto para competir y crear automatismos de cara a alcanzar su mejor versión. Con la plantilla sana y el calendario cuesta abajo, el momento de maximizarlo ha llegado.

Para Dallas resulta imperativo normalizar sus porcentajes en lanzamientos liberados y de catch&shoot, encontrar continuidad en la pareja Kleber-Porzingis, para cerrar mejor su pintura atrás, implicar a Richardson como vía alternativa desde el bote y devolver la amenaza del ‘roll man’ a su ataque. No es precisamente poco, claro, pero esos ingredientes -ninguno utópico- son los que pueden generar su ascenso a las posiciones de cabeza en el Oeste.

El mal inicio ha descubierto escenarios a corregir, mejorar y problemas abiertos a cubrir a medio plazo. Como una advertencia al proyecto de que contar con un prodigio y rodearlo mínimamente no va a bastar. Pero la temporada, en el caso de los Mavs, no está ni mucho menos perdida. A menudo es precisamente eso, un recordatorio de que mantenerse es más difícil que llegar, lo que devuelve a la senda correcta el plan.

En ello deben estar.

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