87 millones. Ese es el precio que los Oklahoma City Thunder tuvieron que acordar para hacerse con los servicios de Isaiah Hartenstein. No mucho tiempo atrás, el pívot de origen alemán deambulaba por la liga como un interior sin un hueco fijo. Un interior alto, físico, pero sin nada especial aparentemente. Rockets, Clippers, Cavaliers… Su carrera apuntaba a ser la de muchos otros. Un figurante al fondo del banquillo, relegado a ocupar ese incansable pero necesario rol de interior suplente, casi de manera funcionarial.
La NBA es una liga basada en las oportunidades y ante los ojos de Hartenstein se abrió un mar Rojo llamado New York Knicks. Hay trenes que solo pasan una vez y al frente de la máquina se encontraba Tom Thibodeau, un maestro que solo pone atención en los detalles más ingratos del juego y que recompensa a quien sigue su credo.
Al otro lado de la geografía estadounidense empezaban a asomarse unos Thunder tan irreverentes como revolucionarios. Rápidos, verticales y talentosos, amparados en una idea de juego distinta, dependiente de una alta exigencia física para sus manejadores y donde la presencia de pívots era más bien limitada. Al instantáneo impacto de Chet Holmgren en ambos costados del campo surgieron no pocas dudas, fruto también de las limitaciones de aquel flaco unicornio de 7 pies. Y como todo proyecto en gestación la gerencia supo intervenir rápidamente, encontrando en Hartenstein el jugador que les faltaba para completar su particular puzzle.
La evolución de Isaiah Hartenstein
Temporada | PTS | REB | TAP |
2018-19 | 1,9 | 1,7 | 0,4 |
2019-20 | 4,7 | 3,9 | 0,5 |
2020-21 | 5,1 | 3,9 | 0,8 |
2021-22 | 8,3 | 4,9 | 1,1 |
2022-23 | 5 | 6,5 | 0,8 |
2023-24 | 7,8 | 8,3 | 1,1 |
2024-25 | 15,2 | 13,8 | 1,6 |
Una incipiente creatividad
El alemán es un jugador fruto de su tiempo. Un pívot que sin ser un gran talento técnico al estilo de Sengun, Holmgren o Wembanyama ha sabido encontrar su hueco. Un espacio que se ha ganado a base de desarrollarse en dos vías muy particulares: la polivalencia defensiva y la creatividad con el balón en las manos. Los cambios producidos en el núcleo del juego a partir de 2015 forzó a los grandes a reinventarse, a encontrar nuevas formas de seguir siendo relevantes, especialmente aquellos que no destacaban por su tiro de tres. La defensa es y será el gran punto fuerte de este tipo de nombres.
Y en el caso de Hartenstein eso se tradujo en una fijación con la movilidad lateral, con la velocidad de desplazamiento, en definitiva, en encajar en un mundo donde el switch y la protección de la pintura son la llave del éxito.
El impacto de Isaiah Hartenstein en los Thunder ha sido instantáneo. Un puñado de partidos, lesión mediante, han servido para confirmar todo lo que se esperaba con el jugador de 26 años.
Algo que ha ocurrido justo en el momento adecuado, con Holmgren de baja hasta bien entrado 2025 y con OKC necesitado de una referencia que aliviase su particular estilo basado en el small-ball. Con 15,2 puntos en un 61,1% en tiros de campo y añadiendo 13,8 puntos, 3,8 asistencias y 1,6 tapones, Hartenstein ha multiplicado con creces cualquier rendimiento previo en términos estadísticos.
Esta evolución va más allá de los números o incluso de tener un rol más protagonista ahora en Oklahoma. Tiene que ver, sobre todo, con un cambio de actitud, un aumento de su confianza, una revisión incluso de lo que había sido su perfil hasta el momento. La dureza y la sobriedad de Hartenstein había sido la tónica a lo largo de toda su trayectoria. Una forma de ser sobre la cancha heredada de su padre, duro como un muro de hormigón y que desarrolló su trayectoria entre los Gießen 46ers y los Artland Dragons.
Esa parte de su juego fue lo que le permitió sobrevivir en la NBA, sin tan siquiera darle la opción de poder ser algo más que un ejecutor ofensivo y alguien cumplidor atrás. La oportunidad que se le abrió la pasada campaña en los Knicks dejó entrever un Hartenstein diferente, alguien que también podía marcar la pauta en ataque, deslumbrando con su visión de juego e intuición como desatascador a media cancha.
Eso mismo es lo que los Thunder le iban a pedir y ha tardado poco en plasmarlo sobre la pista.
El rompecabezas defensivo
Descifrar cómo tener impacto en defensa en la actualidad es una de las cuestiones más complejas de la actual coyuntura del baloncesto NBA. La presión que se pone sobre la pintura, el volumen de triples y velocidad de ejecución obligan a los equipos a tener que unirse a la ola si no quieren verse relegados por la tendencia. Los Oklahoma City Thunder realizaron un análisis muy particular a partir de su plantilla. A la luz de nombres como Shai, Dort o Williams solo les quedaba la posibilidad de apostar por formatos pequeños.
El small-ball es un planteamiento tan utilizado como malinterpretado y Mark Daigneault ha sabido poner en marcha una propuesta que acude a la raíz misma de su filosofía, a los Celtics de Tom Heinsohn: un sistema defensivo sumamente agresivo que busca correr y cuenta con un interior que reparte juego desde los codos. Ahí es donde aparece Hartenstein.
Con Holmgren sano OKC ya era una de las defensas más peligrosas de toda la NBA, e incluso en ausencia tanto de Chet como del jugador de origen alemán, pero con Hartenstein disponible el esquema al fin adquiere todo el sentido.
En el breve tiempo que lleva disponible, su impacto atrás ha sido mayúsculo. Con Hartenstein sobre la cancha los Thunder han registrado un 99,4 de ratio defensivo que equivaldría no solo al mejor dato de toda la liga, sino al más destacado desde los Spurs en 2016 (98,2). Si bien esta proyección tiene sus asteriscos y particularidades viene a reforzar la idea de que era justo el jugador que necesitaban.
Más cuando se atiende a que Chet (96,8) y Caruso (96,6) poseen otros registros igualmente notables, permitiendo imaginar un escenario en Playoffs donde OKC pueda plantear un muro infranqueable a nivel defensivo para cualquier rival que tengan enfrente.
El pívot viene a poner un parche en todo aquello que era un déficit en Holmgren. La parte más física del juego, basada en el impacto, en el puro cuerpo a cuerpo, con Hartenstein queda solucionada. Todo ello sin perder un ápice de la movilidad y lateralidad que requiere un sistema como el de los Thunder.
Las temporadas son muy largas, las lunas de miel tienden a durar poco, pero algo parece claro, y es que Isaiah Hartenstein ha encajado a la perfección en unos Oklahoma City Thunder que están llamados a elevarse en esta NBA a base de defensa y un frenético sistema de ataque.
Cuesta poco dejarse llevar por la imaginación y pensar en el potencial de un equipo llamado a rivalizar con Boston Celtics por la corona de la liga.
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