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Los New York Knicks y la teoría de la manta

Los New York Knicks y la teoría de la manta

Históricamente, y los Knicks con ellos, los equipos de Tom Thibodeau han sido defensivos. Pero este año no.

Los Knicks fueron, sin ninguna duda, uno de los protagonistas del mercado. Se hicieron con Mikal Bridges a principio de verano, pagando una morterada de rondas de draft, y cerraron la off-season adquiriendo a Karl-Anthony Towns en una operación calculada al milímetro. Han tardado algo más de lo esperado, pero el equipo empieza a funcionar y ya están terceros, con cuatro triunfos consecutivos y a la misma distancia de los Celtics que de las posiciones de play-in. Y lo han conseguido a través de uno de los ataques más eficientes de la NBA, liderado por Jalen Brunson y Karl-Anthony Towns. El americano y el dominicano forman una dupla temible para la defensa, combinados para 52 puntos, la cuarta mejor pareja de toda la liga.

New York tiene la segunda mejor marca de tiro efectivo en la liga, son el tercer equipo con mejor ratio de asistencias y lideran la NBA en asistencias por pérdida, con 2.24. Un juego coral, con seis piezas en dobles figuras en anotación a la espera que Precious Achiuwa y Mitchell Robinson reciban el alta médica. Por algo son, por 100 posesiones, el segundo mejor ataque de la liga (122.1) y el tercero más eficiente de la historia de la competición, tras los Cavaliers de este año (123) y los Celtics de 2024 (122.2). No debería ser una sorpresa, viendo que en los últimos dos años, los Knicks siempre estuvieron en el top-7 de ratio ofensivo, pero sí lo es al entender el modelo Thibodeau.

Históricamente, el entrenador nacido en Connecticut ha tenido la etiqueta de defensivo. Era el especialista en el staff de Jeff Van Gundy primero, en New York y Houston, y de Doc Rivers en Boston. Los Bulls, en 2010, apostaron por él por ello y consiguió en su primer año llevar al equipo al mejor ratio defensivo de la NBA y las finales de conferencia, las primeras post-Michael Jordan. Solo las lesiones, en 2012, evitaron que Thibs y Derrick Rose hicieran algo histórico, pero por un lustro, los Bulls se convirtieron en el paradigma defensivo: Joakim Noah, Luol Deng, Taj Gibson o Carlos Boozer, y un jovencísimo Jimmy Butler, lideraban el asunto.

El ataque era mediocre (o peor), pero valía para pisar playoffs cada año y ganar cuatro series en un lustro. Por eso, y por personal disponible, en su llegada a Minnesota cambió la tendencia, un equipo con Andrew Wiggins y Karl-Anthony Towns no podía ser defensivo, y se enfocó en el ataque. Se reencontró con Derrick Rose y Butler, ahora consagrado como estrella, pero el invento no salió. Consiguió que Minnesota pisara playoffs por primera vez en casi dos décadas, un premio menor para un Thibs que sueña con su anillo. Y no volvería a cometer el mismo error: en su siguiente trabajo, la identidad sería defensiva. Dicho y hecho, los primeros Knicks fueron el tercer mejor registro en defensa antes de caer ante Atlanta, y el segundo año el undécimo.

Pero llegó Brunson a la Gran Manzana. Y pese a la presencia de viejos habituales en la vida de Thibs, como Gibson, Derrick Rose y jugadores de perfil defensivo como Mitchell Robinson, el equipo de Thibodeau no podía tener su identidad en proteger el aro. Desde 2023, las últimas dos campañas y lo que va de esta, los Knicks han jugado al ataque. El entrenador que fue, en su momento, la referencia defensiva de la NBA ha tenido que ceder ante la evidencia y la modernidad, y aceptar que con la plantilla actual, era la estrategia con más sentido. Aunque faltaba una pieza que lo hiciera todavía más claro, que le diera un sentido a volcar todos los esfuerzos en un lado de la pista. Sabiendo que si la manta te tapa la cabeza, el frío entra por los pies. 

En las pasadas semifinales de conferencia, los Knicks se quedaron a un generador ofensivo de ganar a Indiana. Con la lesión de Randle, y los problemas físicos de Jalen Brunson y OG Anunoby, al equipo de Tom Thibodeau se le notó la ausencia de puntos en las manos a cualquier jugador no llamado Brunson. Por eso, la llegada de Karl-Anthony Towns responde a casi todos los problemas que la serie ante los Pacers dejó a la luz; pero abre otros. Los Knicks son la novena peor defensa de la NBA, por debajo de Charlotte, Atlanta o los decepcionantes Sixers, y el equipo que le permite al rival mayor porcentaje de tiro desde la pintura. Falta Mitchell Robinson, incluso Precious Achiuwa, pero los Knicks viven así.

Entre 2017 y 2019 tuvo el mismo problema, con su defensa en Minnesota siendo un agujero absoluto. En común, en ambas épocas, está la presencia del interior dominicano. Pero culpar únicamente a Towns sería tan injusto como ignorar que los jugadores defendidos por Josh Hart y Mikal Bridges están anotando por encima de sus registros, hasta el punto de usar a OG Anunoby como principal defensor de punto de ataque. Un riesgo que pueden asumir la primera parte de la temporada, mientras esperan a sus dos lesionados, pero que tendrán que acabar solucionando antes de la postemporada vía traspaso. Queda mucho, pero es una de las tendencias a seguir. Especialmente, sabiendo que Thibodeau es un enamorado de la defensa. 

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