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Manu Ginóbili, la leyenda de Bahía Blanca que resistió al tiempo

Manu Ginóbili, la leyenda de Bahía Blanca que resistió al tiempo

Manu Ginóbili ha anunciado su retirada del baloncesto a los 41 años. La suya es una carrera llena de éxitos.

El tiempo pone todo en su sitio, menos a Manu Ginóbili. El argentino se ha resistido como pocos al paso de los años. Gracias a su magia, ha extendido su baloncesto como una goma de chicle infinita que no pierde el sabor. Un prodigio al que casi todos los amantes de la canasta admiran por su entrega, talento e innegable carisma.

Desde Bahía Blanca (Argentina), ‘Manudona’ pateó todas las canchas de barrio hasta traspasar el límite e iniciar su aventura en el mundo profesional. Su fama cruzó el charco y en Italia caló su reputación de futura estrella latinoamericana. En Bolonia, tras dos temporadas en Calabria, la mítica Virtus ofreció un contrato al de la Pampa para hacerse con una Euroliga en 2001, aunque aquello no estuviese pactado ni apareciese en los mejores sueños de los que firmaban, por aquel entonces, un simple papel que cambiaría la historia del club italiano.

Manu, con su inconfundible arte clásico, puso en jaque a las más altas torres, reinas y reyes del viejo continente. Un simple peón con un aura diferente al resto que fue comiéndose a sus rivales de uno en uno. Paso seguro pero decidido.

Aquellas tierras quedaron sin misterio alguno para Ginóbili, por lo que volvió a cruzar el Atlántico, aunque, esta vez, desembarcando un poco más al norte, en concreto, en los Estados Unidos.

Un técnico de pelo canoso, semblante serio, mirada fría y conocimientos tácticos ilimitados, puso su foco en Manu y lo reclutó para San Antonio. Aquel blanco sería su blanco, y con él en sus filas, más dos leyendas llamadas Tim Duncan y Tony Parker, marcaría una época histórica en la NBA. Uno de los Big Three más demoledores de la liga. Tres mosqueteros al servicio de Gregg Popovich. Un escuadrón suicida con más ases bajo la manga que el Joker. Manu fue parte de aquello, y eso le condecoró como campeón de la NBA en varias ocasiones. Hasta 4 anillos adornan su mano.

Una raza guerrera apta para los ‘300’ conquistó el corazón de cuantos pagaron por ver en combate singular al argentino. Su pureza se extendía por el espacio al compás de un bote seco y arrítmico. Cada metro de la cancha era cautivado por su estilo fiel a unos principios, los de rehuir la estadística y aportar más allá de lo que unos números dictasen. La ley de los porcentajes no actuaba en contra ni a favor de Manu. Su ley era la de ganar y seguir ganando sin abrir la boca ni fardar por ello.

Títulos en su estantería y una carrera edificada a partir de la sencillez y el simple hecho de ser mejor que sus oponentes. Nada mejor que las victorias cimentadas en la lucha sin cuartel y el trabajo constante. Los dos ingredientes que le han llevado hasta el día de hoy a sumar un oro olímpico con Argentina y ser historia viva del baloncesto y a tomar a los 41 años (sí, 41) una decisión crucial en su carrera: la de terminarla definitivamente.

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