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La lección que aprendió Shaquille O’Neal al enfrentarse a Michael Jordan

La lección que aprendió Shaquille O’Neal al enfrentarse a Michael Jordan

O'Neal dominó las zonas del Este en sus primeros años en la NBA, pero siempre tuvo un respeto especial por Jordan...

Shaquille O’Neal siempre ha sido un dominador. Desde los primeros años, con un gran físico y gozando de juventud y poder a partes iguales en Orlando Magic, hasta los últimos en los Celtics, los Suns o los Cavaliers, ya más pasado de peso y en tramos mucho más limitados pero con un poder de intimidación sobre el juego aún grande. Quién diría que se amedrentó ante alguien… Él mismo lo ha revelado recientemente, justo en paralelo con el estreno del documental The Last Dance. Porque el antagonista no es otro que Michael Jordan.

En TNT, casa donde es comentarista de la NBA, O’Neal ha hablado de lo que le imponía Jordan en sus años de los Magic, donde ambos compartieron la Conferencia Este. En el primer triplete que ganan los Bulls en los 90, no así en el segundo (donde tiene lugar la grabación del documental), O’Neal entró en la NBA y empezó a destacar en los Magic.

Pese a su envergadura O’Neal temió de que Michael Jordan cambiase sus papeles

Shaq habla de lo que ocurrió la primera vez que ambos se enfrentaron. Después de pedirle una foto y empezar a jugar, le dejó tirado en el suelo en el primer bloqueo:

«Lo que había visto en la televisión cuando estaba en la universidad fue era eso y era realmente cierto. Estaba aterrorizado por Mike. Por Charles Barkley también, y por Pat Ewing y David Robinson, pero sobre todo Jordan. Todos me asustaban. Y de Jordan lo que más miedo me daba es que machacara el balón en la cara»

Salir en un póster es lo que quería evitar Shaq pese a superaba los 2,15 metros de altura (en sus primeros años no pesaba tanto como en los últimos, pero protegía igual el aro):

«Me dije a mí mismo que no podía dejar que la hundiera delante de mí. Años después volvimos a enfrentarnos contra ellos y hubo una jugada en la que atacó el aro y le toqué en el aire correctamente. Me fui hacia él a levantarle, a ver si estaba bien. Y ahí es donde me enseñó algo muy valioso, me dijo: ‘Nunca ayudes a nadie a levantarse, es un gran error. No necesito tu ayuda. Ya me levantaré yo, no te preocupes por mí’. Y eso que yo sólo quería no convertirme en un póster andante para la eternidad y que sólo se hablara de mí por eso en las casas o las hogares, peluquerías, etc»

 

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