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Nuestra crítica del documental de Jordan y los Bulls: así lo hemos visto (ep. 9 y 10)

Nuestra crítica del documental de Jordan y los Bulls: así lo hemos visto (ep. 9 y 10)

Documental Michael Jordan: The Last Dance. Crítica de los episodios 7 y 8.

Los Indiana Pacers fueron un rival durísimo para los Chicago Bulls en 1998, como nos enseñan en el episodio nueve de The Last Dance. Cuando Reggie Miller decía aquello de “voy a retirar a Michael Jordan,” al final del episodio 8, no era algo exagerado pensar que esa fuera su visión en 1998. Los Bulls habían mostrado grietas esa temporada, y los Pacers eran un equipo duro, con muy buenos jugadores de rotación, una gran estrella en Miller y una leyenda como Larry Bird en el banquillo.

Cuando Bird tomó las riendas de aquellos Pacers solo quiso tener a dos entrenadores asistentes junto a él. Donnie Walsh le ofreció un tercer puesto, y básicamente todo el mundo en la NBA tenía entre tres y cuatro asistentes. “¿Para qué quiero un tercer asistente?,” contestó Bird. “Ya casi no tengo trabajo que hacer teniendo a dos.” Se trataba de Rick Carlisle, su mano derecha en ataque, y de Dick Harter, su mano izquierda en defensa. Uno de los puntos fuertes de aquellos Pacers era su tridente de entrenadores y su capacidad para realizar ajustes entre partido y partido para tapar las carencias de la plantilla.

Chicago ganó los dos primeros partidos con la defensa como arma principal. Destacaba especialmente la labor de Scottie Pippen sobre Mark Jackson, cortando por completo la creación de los Pacers. Cuando la prensa preguntó a Bird sobre la defensa de Pippen después del segundo partido, su respuesta fue irónica.

Me gustaría ver a Scottie Pippen defendiendo a Michael Jordan a toda la pista como lo está haciendo en esta serie. A ver cuántas faltas le pitarían.” En el tercer partido de la serie Pippen veía cómo le pitaban dos faltas rápidas y debía irse al banco.

Bird trató de aprovechar su mayor profundidad de plantilla y la mayor juventud de sus jugadores al máximo. Hacía cambios constantemente para mantener a sus jugadores frescos, contrastando con el juego cada vez más pesado y cansado de los veteranos Bulls. Indiana igualó la serie a dos (no recordaba que el último lanzamiento de Jordan en el game 4 estuviese tan cerca de entrar, la verdad). Chicago respondió con una enrabietada paliza en el game 5. Los Pacers volvieron a conectarse en el sexto. Su defensa parecía seguir las Jordan Rules, contactos continuos, cansando a un MJ que ya no tenía 26 años como cuando se medía a los Bad Boys. Su mayor profundidad (25 puntos de su banquillo por 8 de los Bulls en el Game 6) y el entendimiento total de cada jugador de su rol les puso en posición de poder tumbar a la dinastía de los Bulls.

No lo llegaron a lograr. Probablemente fueron quienes más complicado se lo pusieron a los Bulls de Jordan desde que ganaron su primer anillo, pero se quedaron a las puertas a pesar de comenzar el game 7 con una ventaja de 20-8. Una de las claves para que Chicago sobreviviera fue el gran nivel de Toni Kukoc, quien pasó a ser titular en cuatro partidos de la serie. Un Jordan visiblemente agotado sacó fuerzas de donde no las había para llegar hasta la canasta o sacar tiros libres.

Después de haberse medido con los defensores jóvenes, rápidos y atléticos de los Indiana Pacers, para Jordan pasar a tener delante a John Stockton, Jeff Hornacek o incluso Bryon Russell fue un alivio. Pero eso será en el siguiente episodio. Nos queda por cerrar una historia aún de 1997, las Finales también contra los Jazz. Karl Malone había sido el MVP, y Michael Jordan usó eso para motivarse. Alguien hace algo, como toser, o respirar, o existir, y Michael Jordan se lo toma como motivación. La historia interminable.

Por fin, la historia de la pizza. Ya sabíamos también desde hace tiempo la historia de la pizza, después de años de especulación de que podría tratarse de una fuerte resaca, pero no había alcanzado la popularidad que tendrá ahora que se ha contado en The Last Dance. Quizás se cambie el nombre de aquel partido para siempre, pasando de ser “the flu game” a “the pizzagate game.”

Reconozco que desconocía por completo la historia del padre de Steve Kerr. Me ha emocionado mucho. No sé si añade demasiado a la historia de los Bulls del 98, pero me alegro de que hayan decidido contarlo. La semana pasada dije que Kerr estaba en el documental para contar dos historias, la del puñetazo y la de la canasta, pero me equivocaba. Su discurso explicando su versión de lo que pasó en el tiempo muerto es mítico.

Los Pacers estuvieron realmente cerca de cambiar esta historia. El mismo Jordan lo resume al final del episodio 9: “no habíamos tenido que trabajar tan duro en 13 años.”

En el décimo y último episodio aparecen por primera vez los hijos de Michael Jordan, para presentarnos la ruidosa atmósfera de la cancha de Utah. El año anterior muchos periodistas habían dicho que creían que el resultado de las Finales podría haber sido muy diferente si Utah hubiera tenido el factor cancha a favor, como era el caso en 1998. Pero los Bulls robaron esa ventaja en el segundo partido de la serie. Empezamos a escuchar “Right Here, Right Now, de Fatboy Slim. Vivimos la paliza de los Bulls a los Jazz en el game 3. Y uno de los mejores momentos de la serie, firmado por Jerry Sloan: “¿es este el resultado final? ¿De verdad?”.

No podía ser todo tan fácil, tenía que haber más drama. Dennis Rodman tomándose un respiro en plenas finales para participar en la WWE, lo que nos lleva a Rodman escapando del vestuario por la puerta de atrás mientras alguien le esperaba con su coche arrancado para salir pitando como si de un atraco se tratase.

Los Jazz pelearon, y se ganaron la oportunidad jugar los dos posibles últimos partidos de la serie en Salt Lake City. Pippen, quien había sacado tres faltas en ataque y había topado con el suelo en múltiples ocasiones en el partido anterior, tenía la espalda destrozada. Hasta ese momento había voces que defendían públicamente que Pippen estaba siendo el MVP de aquellas Finales gracias a su defensa, como por ejemplo Sam Smith. Pero nadie pensaría aquello después de lo que iba a suceder en el sexto partido.

La estrategia era más clara aún con la lesión de Pippen. Había que aguantar cerca en el marcador como fuese, y ponerse en manos de Michael Jordan al final. Bob Costas tiene razón. La secuencia del robo de Jordan y The Last Shot es una de las más épicas de la historia del deporte. A la altura del famoso gol de Maradona y de las acciones más grandes que se puedan mencionar. Y Dios se volvió a vestir de jugador de baloncesto. Era el final perfecto para su carrera.

(¿Wizards? ¿De qué etapa de los Wizards me hablas?).

El próximo mes de octubre quién sabe dónde estaremos,” dice Michael Jordan ante la afición. Después, Jerry Reinsdorf explica que no quiso renovar aquel equipo por una cuestión de dinero, aunque da un ligero rodeo para no decirlo con esas palabras. Jordan asegura que él habría vuelto con un contrato de un año, y que cree que el resto del equipo también, incluido Phil Jackson, aunque el mismo entrenador dice que no. Pippen era ya otra historia. “Habría que haber hecho mucho trabajo para convencerle,” dice Jordan. Yo creo que es evidente que Pippen ya había decidido. ¿Habrían logrado el séptimo renovando a todos menos a Pippen?

Pero aquí nos falta un poco más de contexto. No solo es que se dijese antes de la temporada que aquel iba a ser el último año, que Krause quisiera dejar marchar a Phil Jackson por su amor a Tim Floyd, o que Pippen quisiera marcharse y hacer caja. En The Last Shot en ningún momento se menciona que justo en ese momento se produjo un Lockout. La temporada estuvo a punto de cancelarse por completo, y no se salvó hasta el último momento, en enero de 1999. La incertidumbre sobre lo que iba a pasar era total.

Y otro punto que es casi delito pasar por alto sin mencionar siquiera es que Michael Jordan sufrió una importante lesión en el dedo índice de su mano derecha al tener un accidente mientras cortaba un puro estando de vacaciones en las Bahamas en el verano de 1998. Jordan se seccionó un tendón, tuvo que operarse y se habría perdido casi con total seguridad la mayor parte de la temporada siguiente. Cuando anunció su retirada en enero de 1999 Jordan era consciente de esto. Aún en el año 2000 sufría las secuelas de la lesión. “Puedo lanzar a canasta, pero no puedo coger el balón por completo,” le dijo al Chicago Sun-Times. “Me cuesta mucho coger el balón después de driblar como solía hacerlo antes.” La decisión estaba tomada, así que puede verse como algo secundario, pero es un contexto necesario, en mi opinión.

Creo firmemente que Jerry Krause se merecía una redención en The Last Dance, más allá de que Scottie Pippen salga diciendo que era el mejor general manager por pura educación. O, al menos, que alguien participara defendiendo su punto de vista. En mi opinión, las declaraciones grabadas de la época no cumplen lo suficiente con esa labor, y no habría llevado más de 10 minutos añadir un punto de vista diferente. Quizás el director pensase que ya es bastante evidente que Krause hizo una buena labor, aunque luego lo tirase por la borda, teniendo en cuenta que el equipo que montó ganó 6 anillos, pero no me parece así.

Alguna gente está malinterpretando y pensando que le estamos ridiculizando,” decía hace una semana el director, Jason Hehir. “En cualquier caso, es lo contrario. Lo que quiero demostrar a la gente es por lo que pasaba este hombre a diario.”

Quien debería haber ofrecido el punto de vista de Krause en esta historia era el dueño de la franquicia, Jerry Reinsdorf. No lo hizo. ¿Por qué? Porque Krause siempre fue su chaleco antibalas. Jerry Reinsdorf hizo su fortuna con bienes raíces. En ese mundo, cuanto más duro negociases los precios de las parcelas o los materiales, más beneficios sacabas. Así estaba acostumbrado él a proceder, negociando al máximo, exprimiendo hasta el último centavo. Su reputación en el mundillo inmobiliario era la de alguien terroríficamente duro en las negociaciones.

Pero Jerry Reinsdorf sabía que las relaciones personales pueden terminar siendo muy importantes en el mundo de los deportes, así que él decidió ser el “poli bueno.” Krause hacía el trabajo sucio para Reinsdorf en las negociaciones. La estrategia era clara: Krause era quien empezaba las negociaciones, con la indicación de que hiciera ofertas bajas, que fuese duro, que frustrase a la otra parte y que, para ello, llegase incluso al desprecio. Es cierto que Krause tenía problemas de trato con la gente justo porque no se cortaba a la hora de menospreciar su valor, y Reinsdorf le utilizaba justamente para eso. Porque, después de alargar todo y de frustrar a la otra parte, el dueño de la franquicia aparecía, se hacía cargo de las negociaciones y cerraba el acuerdo, habiendo cedido ya la otra parte a una buena parte de sus pretensiones en la fase de negociación con Krause. Esta forma de actuar está más que documentada, y por ello los agentes odiaban trabajar con los Chicago Bulls.

Jordan era diferente, claro. Tanto él como David Falk se habían dado cuenta rápidamente de la jugada después de la firma de su primera renovación, y a partir de ese momento comunicaron a Jerry Reinsdorf que solo negociarían directamente con él. Esto molestó a Krause, por supuesto, al ser evidente que Jordan estaba por encima de él. Pero esa no fue la única manera que tuvo la estrella de la franquicia de hacer “justicia.” En alguna negociación que se estancaba más de la cuenta por la forma de negociación de los Bulls, Falk llegaba para interceder. En el caso de la negociación de la renovación de John Paxon, por ejemplo, Jordan le pidió a Falk que le consiguiese una oferta competitiva de otra franquicia para mejorar su posición negociadora. No logró una renovación al alza hasta que demostró que tenía una oferta de los San Antonio Spurs.

Es evidente que la necesidad de ser reconocido de Krause dificultó mucho las cosas. Para él no había nada peor que sentir que no se le daba la importancia suficiente. Por eso siempre buscó el protagonismo. Y por eso estaba convencido de que debía reconstruir aquellos Bulls. Si lograba ganar un anillo con un equipo sin Jordan, habría demostrado que él era el genio responsable de los éxitos. Esa fue su perdición. Pero Reinsdorf estaba también detrás de todo, las decisiones se tomaban con su aprobación, y su estilo de negociación contribuyó al grave deterioro de las relaciones en la franquicia. No es justo que salga de rositas de The Last Dance mientras se distancia de Krause. Más de dos décadas después, sigue usándole como escudo.

Llegando a la recta final, analizando todo como un conjunto, y con todo lo bueno que tiene, no creo que podamos decir que The Last Dance sea un gran trabajo periodístico. Por varias razones:

  • Aporta mucho contexto general a la historia, lo cual es un buen valor periodístico, pero no da ninguna información nueva o ningún punto de vista novedoso. En algunos casos se queda corto.
  • En los asuntos más complicados se pasa de puntillas. Dennis Rodman quedándose dormido con un arma en su coche… Michael Jordan y sus apuestas… Y esto nos lleva al siguiente punto.
  • Desde el momento en el que Michael Jordan tiene que dar el ok a lo que se va a emitir; desde el momento en el que la misma NBA es productora del show; y desde el mismo momento en el que ESPN es el gran socio de la NBA, la integridad total del documental queda comprometida.
  • El gran director y productor de documentales Ken Burns lo expresaba así: “si el protagonista tiene tal influencia hasta el punto en el que el mero hecho de que se llegue a realizar el documental depende de él, eso significa que habrá determinados aspectos en los que no se va a entrar en profundidad. Y así no es como se hace el buen periodismo.”

Eso sí, no se puede negar que The Last Dance es un grandísimo espectáculo televisivo. Tiene mucho mérito montar un episodio como el 10 por completo en mitad de una pandemia. Quizás en ocasiones los continuos saltos en el tiempo podían confundir un poco, pero en general es un producto espectacular, a la altura del mejor entretenimiento. Yo, personalmente, lo he disfrutado mucho. Suena Pearl Jam. Llegamos al final. Fundido a negro.

Ahora queda esperar que aquellos que también han disfrutado al máximo de The Last Dance no se queden en su superficie. Que vayan más allá, quieran saber más, busquen otros buenos documentales históricos de baloncesto, lean libros, que vayan a las fuentes de la época. Si The Last Dance consigue eso, habrá hecho un gran bien al mundo del baloncesto.

Y, aunque no sea así, habrá trascendido como el producto televisivo más exitoso de la historia de la NBA.

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Otras notas sobre los episodios 9 y 10 de The Last Dance:

  • Michael Jordan dio su aprobación definitiva a la realización de The Last Dance el día en el que los Cavaliers y LeBron James celebraban su anillo de 2016 en las calles de Cleveland. Como me imagino que diría el propio Michael Jordan, “estaban celebrando el anillo. Eso es todo lo que necesitaba para motivarme. Aquel día acabé con la conversación sobre el mejor jugador de la historia de una vez por todas.”
  • Phil Jackson comparte con Scottie Pippen el honor de ser el segundo personaje mejor parado del documental, detrás de Jordan. Después de lo sucedido en su última etapa en los New York Knicks, lo necesitaba. Jackson aparece en momentos muy puntuales después de habernos contado ya su historia, pero en general es una gran victoria para él.
  • Viendo las imágenes del título de 1997 reparo en un jugador de fondo de armario de los Bulls llamado Brian Williams, quien se había incorporado un par de meses atrás por motivo de una lesión de Bill Wennington. Después se cambiaría el nombre a Bison Dele. Gonzalo Vázquez nos contó en su día su trágica historia http://blogs.acb.com/blog/elpuntog/post/horror-en-las-aguas
  • Los Chicago Bulls terminaron la temporada 1997-98 con un balance 62-20, empatados con los Utah Jazz como el mejor récord de la NBA. Phil Jackson tenía una cláusula en su contrato por la cual recibiría 50.000 dólares si el récord del equipo era el mejor de la liga. (Dicha cláusula estaba en su contrato por error. A la hora de redactar el contrato final los Bulls dejaron un bonus que se encontraba en el contrato anterior). Jerry Reindsorf, sin embargo, dijo que no habían logrado el mejor balance de la NBA, ya que los Utah Jazz tenían de su parte el desempate (y el factor cancha en las Finales). Al final, llegaron a un acuerdo por la mitad, 25.000 dólares. Phil Jackson cobraba 6 millones en esa temporada, pero no había victoria pequeña contra la front office de los Bulls.
  • Del game 6 de 1998 en Utah todos recordamos The Last Shot. No es para menos. Pero también fue muy importante la bandeja anterior de Jordan. La situación no se ve bien en The Last Dance, pero en el tiempo muerto Tex Winter dibujó una variación de una jugada que había “cogido prestada” a los New York Knicks de la época de Phil Jackson. Todo el movimiento estaba destinado a dejar a Jordan en un aclarado con Russell en el lado derecho. Los Jazz no tuvieron la oportunidad de enviar un dos contra uno a Jordan, y este metió la bandeja. ¿El nombre de la jugada original? “Whatthefuck.”
  • John Stockton ya parecía un hombre de 60 años cuando jugaba, así que ahora que casi los tiene no parece que los años pasen por él.
  • Muchos me habéis hablado de la baja calidad de la traducción, tanto en el doblaje como en los subtítulos. Personalmente no puedo hablar sobre ello al haberlo visto en versión original. No soy fan de los doblajes, pero romperé una lanza a favor en este caso diciendo que, en la situación actual, ya es bastante que se haya ofrecido una versión doblada. Aunque podría haberlo traducido alguien que supiese un poco más de baloncesto.
  • En los Indiana Pacers de 1998 nos encontramos al gran Mark Pope. Quizás a muchos no les suene su nombre, pero nos dejó algunas de las grandes perlas de la historia de la NBA. Frases como “con lo malo que soy es un orgullo ser el 12º jugador del equipo,” o “cada vez que me ficha una franquicia, hay una franquicia más que se da cuenta de que no valgo para esta liga.”
  • ¿Cuáles fueron las primeras declaraciones de Jerry Krause tras acabar el sexto partido en Utah? “¡Lo hemos logrado!,” dijo Krause, según recogía Phil Rosenthal, del Chicago Sun-Times. “¡Jerry Reindsdorf y yo lo hemos logrado seis veces!”
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