Era complicada la visita que tenían los Minnesota Timberwolves. La salida al campo de Miami Heat venía envuelta en una racha negativa de cuatro derrotas consecutivas. Pero volvió el factor diferencial. Tras varios choques ausente por problemas en el muslo, el español Ricky Rubio volvió a la acción. Lo hizo con 7 puntos en 26 minutos. Las consecuencias fueron inmediatas. Un gran último cuarto (41-22), impulsó a los de Sam Mitchell frente a los Heat para vencer por 103-91.
El mejor, una noche más, volvió a ser Andrew Wiggins. Sus 24 puntos fueron determinantes para que los Wolves se escaparan en el último cuarto y volvieran a ganar. Lo hicieron, de nuevo, en la carretera. Sólo saber vencer de momento fuera de casa. Y con Ricky, no conocen la derrota lejos del Target Center.
«No somos un gran equipo de baloncesto en el tiro exterior», concluía Sam Mitchell al término del partido. Sus argumentos tenía el entrenador visitante. Un pobre 4/21 desde la línea de tres puntos era el motivo de su queja. Eso y la intimidación de un superlativo Hassan Whiteside en Miami, que consiguió un triple-doble (22 puntos, 14 rebotes y 10 tapones), tuvieron igualado el choque hasta los últimos 12 minutos. O mejor dicho, hasta los últimos cinco.
En ese momento, los jóvenes Wiggins y Karl Anthony–Towns, con la inestimable colaboración de Zach LaVine, aparecieron. Un triple del alero daba la máxima a los visitantes (95-86 a falta de cuatro minutos), que sentenciaban el partido. Antes de aparecer sus estrellas, lo hizo todo el equipo de Minneapolis. Miami concentró la gran parte de sus puntos en su quinteto titular. Todos pasaron de los dobles dígitos, con Luol Deng como acompañante del pívot (20 puntos). Pero sólo 13 puntos llegaron desde la segunda unidad. Ahí se decidió el partido. Minnesota consiguió 54. Pero el factor clave, de nuevo Ricky. Con él, los Wolves se acostumbran a ganar.
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