Un cohete. ‘El hombre cohete’ de Elton John. Cohete. Palabra que me lleva a juguete. A los dibujos de los pijamas de invierno. Un concepto divertido. Y en el fondo, algo de libertad. Salir disparado. Potencia. Que nadie te pueda parar al salir.
Se utiliza mucho en basket. No en el Pro. No en el lenguaje pro y aburrido de los que lo hablan. Quizás es muy común. Muy bajo para los entendidos. Es mejor llamar a los tiros ‘liberados’ que abiertos… Creo que es mal endémico de todos los gremios. Si creamos nuestro vocabulario, crecemos en ser más especiales.
A mí me encanta ‘cohete’. Representa a una nueva generación que se zampa a una pieza básica del basket. Los cohetes son pequeños -si no, serían naves espaciales-; muy potentes e invariables. Explotan para arrancar y que los pare Rita. Son los nuevos bases.
El Satoransky que jugará en el Barça hasta nueva década. El Llull del Real Madrid que rebota por las líneas del campo llevando caos y destrucción a los sembrados enemigos.
Pero el cohete en persona es Russell Westbrook. El base que hace todo de base, pero ya no es un base. Si mete mucho, dicen que no dirige. Si pasa más, dicen que no mete. Estigmas de la negación.
Dice que nació en 1988 tras preguntarle el periodista por su última violación de las normas establecidas. En venganza contra el mundo, firmó 25 puntos; 20 asistencias y 10 rebotes. Contra Clippers. Nadie lo hacía desde Magic Johnson, precisamente en 1988.
Pero él nació en el 88. Y con él, el cambio. Se acaba el base de culo gordo, cerebral y excelente en el pase. Aparece el musculitos, que salta y corre que se las pela. Pasa la pelota y anota por el talento, el trabajo y el condicionamiento físico. Es la era de los cohetes. Y hasta Curry es más cohete que base de pandero pesado
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