Piti Hurtado analiza la figura de Scottie Pippen
Fuiste parte del Dream Team original, de los legendarios Bulls, eres quizás el jugador que más problemas le puso a Michael Jordan en 1c1, eres seis veces campeón de la NBA y dos veces campeón olímpico. Y eres recordado por todo eso y en la misma parte por el rencor con el que tu alma sigue viajando hasta hoy…
Rencor a la gerencia y las negociaciones de renovación, a la prensa por el trato que consideraste desigual, al mismo Jordan por tantas cosas, las que le reconociste y te impulsaban a mejorar pero también las que creías regaladas pero que a ti te costaban todo el esfuerzo y desgaste de tus discos lumbares. Sentiste la gloria y el rencor en niveles altísimos. Y la pandemia con el globalmente aclamado documental “The last dance” dolió aún más. El mejor defensor sin poder defenderse.
En una abstracción objetiva, pensar en la carrera de Pippen cuando estuvo sano y en sus mejores años (1990 a 1998) es fantasear con un diseño creado gracias a la reutilización de células vivas obtenidas de los mejores cuerpos y mentes defensivas pero también ofensivas, un humano diseñado en una supercomputadora a partir de bloques de construcción biológicos basados en un algoritmo de la perfección baloncestística.
Pippen jugó de base con 1,85 buena parte de su modesta carrera en instituto y universidad y el milagro veraniego del estirón le llevó a un 2,03 con muy buen control del bote y pase. Elasticidad, resistencia y velocidad de muy alto nivel (recordamos que la palabra atleticismo no existe en el diccionario de la RAE) pero si hubiera una versión ilustrada de dicho vademécum, “capacidad atlética” vendría maquetada al lado de la imagen de Pippen desnudo de cintura hacia arriba o con un vídeo de su envergadura estilizada y estirada para dificultar un lanzamiento o un pase rival.
Pippen sostuvo en sus brazos a Jordan aquel día del “flu game” y sostuvo a los Bulls en los años del beisbol cuando no tenían aire. Sostuvo a sus padre y hermano discapacitados, físicamente cuando era joven y financieramente cuando ganó dinero siempre insuficiente para él. Pippen sostuvo que le estuvieron faltando el respeto en múltiples ocasiones, incluso el día que se negó a entrar en cancha y pasársela a Toni Kukoc con 1,8 sg en aquel partido de los playoffs contra Knicks en 1994. Incluso aunque tratara de explicarse en cien biografías, no encontraría compasión. Para este abandono, no. Él que fue el epítome del jugador de equipo, del que se sacrifica por los demás.
Getty Images
Pippen fue una super estrella conminada por las circunstancias a ejercer de escudero perenne y su visión de la realidad de la fabulosa historia de los Bulls y la épica de Jordan es muy interesante cuando ha sido capaz de explicarse con cierta serenidad. Este alero multidisciplinar se considera así mismo el gran líder de la defensa de aquel equipo campeón, por conocimiento táctico, por posicionamiento lejos del balón y por gravedad de su voz, que era perfecta para hacerse oír en los partidos de playoff tanto en el Chicago Stadium como fuera de casa. Se queja amargamente de que Jordan fuera ayudado estadísticamente en los robos de balón, cayendo de su lado algunos que Pippen conseguía sacar del control del ataque. Solamente en dos de las 9 temporadas que jugaron juntos Scottie Pippen promedió más robos que el Air 23.
Se sintió estafado siempre, cuando no era Kukoc enamorando a Jerry Krause, el General Manager odiado, era el equipo estadístico alabando la grandeza de Michael Jeffrey Jordan. Y él, sin tanto crédito. Pero convenimos todos que ese fuego interno de Scottie y en el vestuario de los Bulls, esa competición eterna por entrar en el mejor equipo defensivo (Pippen 10 veces, Jordan 9 veces) fue el gran combustible de una época ganadora inolvidable.
- Artículo publicado originalmente en la revista Gigantes 1524 que puedes comprar aquí
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