Una Story de Instagram de Antoni Daimiel nos enseñaba la actitud de Cleveland, pero como ciudad. De uno de los edificios de ladrillo rojo tiraba para abajo una pancarta desde los pisos altos: Tenemos fe en Cleveland.
Las frases de apoyo a la ciudad, a uno de los muchos WCs que la América de los Estados Unidos tiene, son recurrentes. También son perfectamente aplicables a su mayor referente, Cleveland Cavaliers. Lo eran los Browns, seguro. Pero apareció LBJ y no hay ya más cosas alrededor que él y su ciudad.
A Cavaliers hay que respetarles en casa. Ha ganado 8 partidos seguidos. Meten casi 9 puntos más por cada 100 posesiones y reciben 8 menos. Números duros para unos visitantes sin caché como el Warriors. Ahí viene el dilema.
Las versiones de Warriors han ido avanzando. Del primero al segundo de los partidos, han pasado de ser normales a sobresalientes. Lo lideró Curry, que puso el partido patas arriba batiendo récord de acierto en triples. Y aún falta por volver Andre Iguodala.
De Oakland ha salido LeBron metiendo 40 por noche, con muchos rebotes y muchos pases de canasta. Demasiada mandanga para Warriors y demasiada también para pensar en la optimización mayor aún de su presencia.
Así que a Cleveland, a ‘The Land’, llegamos con dos versiones superlativas, con dos conceptos que han de mantenerse como clave de éxito. La experiencia dice que los que no son importantes suelen jugar mejor en casa. Y Draymond Green, además añade que JR Smith meterá los tiros. Y es fácil que alguno más de los locales, también. Y es que en Oakland lamieron el 30% y en su casa suelen meter casi el 40%
La cosa para el tercero queda a merced de la capacidad de reacción y acción de los campeones. Cada día mejor, pero aún lejos de nuestros deseos. Los Cavs van a estar bien. ¿Ellos?
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