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La Ciudad Blanca, por Jose Ajero

La Ciudad Blanca, por Jose Ajero

Artículo de José Ajero desde la Final Four 2018 de la Euroliga en Belgrado (Serbia).

Ok, parece que es el momento de decirlo, ¿no? Portada de un periódico o de algún artículo de redes sociales rápido, de basket para el pueblo pero sin el pueblo. Pero qué va, es cuestión de romanos.

La Ciudad Blanca tiene más de 2.500 años. Es una de las más viejas de Europa. La llamaron Singudunum, de primeras. Luego ya mutó a BeoGrad. Más o menos, los tiempos no están escritos, pero antes de Cristo ya la llamaron así por su luz.

El sol cierra los ojos, hay cierta y constante claridad. Aquí, entiendo que por la Guerra Fría, esperas llevar ‘chupa’ en mayo en vez de la necesaria crema del sol. Es la vida. Es mejor hacerse a las ideas que de verdad contrastarlas.

Pensamos, sin ir más allá, que el Madrid de basket andaba en guerra. «Bueno, es que Felipe ya le ha dado no sé cuantitos toques a Luka»«Buah, con lo mal que se llevan Llull y Doncic, a ver cómo acaba la película»

No sé si nos va algo en la presunción de problemas. O sacamos más de acertar pensando mal que bien. Creo que es algo endémico, no español. Tratamos de pensar mal del mejor equipo del basket contemporáneo de nuestro basket y de algún otro. Buscamos la quiebra en el Madrid y encontramos un grupo que gana y cimenta su éxito en la victoria y en la unión.

Llegó el mejor Madrid en 18 meses a Belgrado. Con Sergio Llull como siempre y Luka Doncic como nunca. Su comunión a estas alturas de la montaña, casi en la cima de no tener Luka 18 años, es una cosa que se retrasó hasta ayer.

La rodilla nos ha negado la mejor idea de Llull y aún no será la mejor, seguro. Pero está cerca. Las sensaciones de que el Madrid podía ganar ayer estaban en el ambiente, desde luego. Pero la solvencia no la imaginábamos. Llull y Doncic ejecutaron no con los puntos, sino con las decisiones. Supieron qué hacer y cuándo. Las imágenes a pie de cancha de las penetraciones de Llull o el yoyó de Luka son aplastantes. 

Eso sí, la rebelión la puso en marcha Pablo Laso con Causeur y Carroll. No había acabado el segundo cuarto cuando la cosa empezaba. Sentados en el banco, y con la valla luminosa de separación, les marcaba con toda la calma de mundo lo elástico de sus movimientos. Constante ataque, constante coordinación. 

En su entrada se reventó la noche. El primer cuarto acabó con 30-20 para los rojos del ‘Chacho’. Y los dos escoltas blancos, rubios y cachas, se encargaron de agarrarlo. Un jugador sin balón es oro en el basket de ahora y si encima entienden sus posiciones constantes en cancha…

Con ellos empezó todo, como con Kevin Roldán y Piqué. Pero luego llegó el rebote, la clave blanca para alinear su estado de gracia. Cinco en 10 minutos, 40 en otros 30. Gustavo Ayón y Edy Tavares impusieron centímetros y con el impulso de Felipe se conquistó la pintura. 

A ver, entonces: la gloria para los bases, la brega para los de la pintura, la resurrección para los exteriores… Este equipo está hecho unos zorros. Teníamos razón. Había grietas y humedades o eso quisimos pensar. Porque claro, Pablo Laso no es entrenador para el Madrid, eso ya lo pensamos también.

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