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Love Dray… Hate Melo: El ojo de Jordan, por José Ajero

Love Dray… Hate Melo: El ojo de Jordan, por José Ajero

Carmelo Anthony y Draymond Green, grandes protagonistas de los últimos días en la NBA.

La atención de la semana se la ha llevado Draymond Green. Es como si todos quisiéramos alguna disfunción de los campeones. Vende la vida de los famosos e importantes, porque para desgraciaditos que sufren, ya estamos nosotros.

Por eso puede molar la cuesta abajo de Carmelo Anthony, porque lo tuvo todo. Hasta un récord positivo por muchos años en sus duelos con LeBron James. A Melo lo salva Green, porque en la noche en la que quedaba sin jugar tres partidos seguidos, Green era sancionado.

Yo no creo nada de lo que dicen o de lo que nos quieren contar, pero fui muy de Melo y mucho sigo siendo de Green. No son carreras similares, pero ambos hacen, o han hecho, disfrutar en una cancha.

Que a Draymond se le va la pinza es una constante en la Liga. Dice Bob Myers, su jefe dos escalones por arriba, que le han dado donde más le duele, le prohíben jugar: «Es un jugador de baloncesto y hemos hecho lo que más le molesta: no jugar». Tampoco entiendo por qué Warriors quiere fastidiar a su corazón… En fin… Si es por agradar a Durant, ojo, que esto es la NBA y en siete meses y medio dice que se va a Washington.

En fin, por eso defiendo a Green. Porque es un caballo loco en cancha, que vive el basket y que lo jugaría gratis. Y por eso me repatea ahora Carmelo. Desde que llegó a Nueva York, su objetivo ha sido irse más lejos de la cancha.

El influjo de sus compañeros de generación, LeBron James; el empoderamiento de las grandes figuras americanas en la sociedad, le hicieron creerse el centro del mundo. Solo se le olvidó ganar en lo que hacía. Estaba en la Gran Manzana, pero perder allí es una bola de preso. Ni reventaba la historia del juego como LeBron, ni vendía discos a destajo como Jay Z.

No le fue mal vendiendo sombreros… eso sí, dentro de lo medianamente lucrativo que puede ser el negocio, en términos de resonancia social. Y poco más. La señal más inmediata de que algo no iba con Melo fue la retirada del modelo de Jordan.

Fue uno de sus primeros embajadores. El negro puertorriqueño que las metía de colores. Se había criado en Baltimore, así que mezclaba el flow de la isla con la experiencia del guetto, uno que crecía gracias a la serie The Wire.

Pero Jordan, que no tuvo muy buen ojo en sus penúltimas adquisiciones –Jimmy Butler, Blake Griffin-, acertaba. Le sacaba del contrato tras siete modelos propios que no se acababan de llevar en las canchas y menos en las pistas.

Al poco, salía en los catálogos de Nike, en chándal de camuflaje. La idea que me trasmitía era de bien para el que no le reconozca… joder, cómo puede acabar esto así.

Ahora, me pregunto lo mismo: cómo acabar así, pero en un sitio donde todos le conocen, con capucha o sin ella.

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