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March Madness: Ryan Cline y Carsen Edwards, verdugos de Tennessee

March Madness: Ryan Cline y Carsen Edwards, verdugos de Tennessee

Exhibición del dúo, con 27 y 29 puntos, en el épico triunfo de Purdue por 99-94 en la primera jornada del Sweet Sixteen.

Purdue (#3) 99 – Tennessee (#2) 94

El dominio y control de los pequeños detalles. Así ganó Purdue este duelo épico, que bien puede alzarse como el mejor partido de lo que llevamos de torneo. Guiados por un dúo imparable de cañoneros, Carsen Edwards (29 puntos) y Ryan Cline (27 puntos), los Boilermakers castigaron cada uno de los errores de una Tennessee que acabó siendo esclava de sus propios fallos. 14/28 en tiros libres y pérdidas no forzadas en el momento más clave del partido. Demasiadas concesiones. Demasiadas oportunidades perdidas. Demasiada vida para una Purdue que logró lo que, para muchos, iba a ser un milagro. Fantasías que, con la magia del March Madness, se convierten en realidad. Sin su gran estrella Carsen Edwards aún activo, Purdue se encargó de maximizar a todo su colectivo en los primeros minutos. Y no sabemos si fue esa dureza mental de inicio o la presión de ejercer de favorito en todo un Sweet Sixteen lo que fue alejando a Tennessee de la canasta. Los Volunteers se iban desvaneciendo en tiros lejanos que apenas tocaban aro. Y Carsen Edwards aún tenía que entrar en juego. 14 puntos en apenas 10 minutos, incluyendo algunos triples casi imposibles, lanzaban a los Boilermakers a una máxima diferencia de 18. ¿Game over? No ante un equipo con la fe de esta Tennessee. Los de Rick Barnes recuperaron su mejor versión tras el descanso. La de una despiadada máquina que cierra su aro con seguridad y ataca como una auténtica manada de búfalos. Con el acierto exterior de Lamonte Turner y la energía de Admiral Schofield (21 puntos y 9 rebotes), los Volunteers conseguían aniquilar la ventaja rival en poco más de diez minutos. Partido empatado. Y lo mejor estaba por llegar. Los siguientes siete minutos fueron un duelo espectacular desde el triple entre Tennessee y un Ryan Cline que las clavaba de todas las formas y colores. Los 22 puntos en la segunda mitad del escolta mantuvieron con vida a una Purdue que se la jugó al cara o cruz final y este acabó en empate. Prórroga. Cinco minutos para recuperar a los Boilermakers más efectivos. A ese equipo que no pasa el balón sin sentido. Al que controla con paciencia cada movimiento. Al que provoca desesperación y castiga sin piedad. A la Purdue que ha sido reina de la Big Ten y quiere alargar su sueño. Jugando así, la Final Four ya no es una quimera.

Florida State (#4) 58 – Gonzaga (#1) 72

La venganza de Gonzaga no pudo ser más fría. Tras caer en esta misma ronda ante el mismo rival hace un año, los de Mark Few fueron capaces de eliminar a los Seminoles bajando a su mismo terreno. Defensa colectiva, agresividad ofensiva y energía inagotable en la pintura. Ingredientes esenciales para cocinar la receta de un campeón. Gonzaga pide paso. Y este sí parece ser su año. La primera mitad estuvo marcada por un duro duelo de contrastes. Florida State intentó elevar el nivel físico a ambos lados de la pista, pero Gonzaga sabía que el marcador se decidiría con el ritmo. Los Zags empezaron a ejecutar con mayor velocidad, intentando aprovechar cada posible opción de transición. Y claro, todo gran contraataque empieza por una gran defensa. Con Clarke, Tillie y Hachimura cerrando la pintura, los de Mark Few obligaban a su rival a gastar muchos segundos en el perímetro, cometiendo errores que Gonzaga castigaba sin piedad en el otro lado. El partido se jugaba en las habilidosas manos de Josh Perkins, que ponía la guinda a su magistral primer tiempo (10 de sus 14 puntos llegaron en estos minutos) con un tremendo 2+1 en contraataque tras quitarle el balón de las manos a Trent Forrest. 27-38 al descanso. Y la diferencia, aunque suficiente, incluso podía ser mayor. A esta Florida State no hay que darle vida. Impulsados por su gran coraje y con un desatado Trent Forrest como ejecutor (20 puntos y el único jugador de su equipo en dobles dígitos de anotación), los Seminoles volvieron al partido y llevaron a Gonzaga a un duelo final en el que cada canasta valía mucho más oro que la anterior. Y ahí, los de Mark Few volvieron a recuperar ese plus de vitalidad, especialmente en el rebote y la defensa, con excelsos minutos de los obreros Killian Tillie y Brandon Clarke (15 puntos y 12 rebotes). Del talento y la anotación ya se encargaban otros como Zach Norvell (14 puntos), cuyo triple a tres minutos del final acabó siendo el mazazo definitivo. Una cuesta demasiado empinada para una Florida State ya sin energía. Demasiados golpes recibidos para no caer en la lona. Gonzaga, vencedor de su primer gran combate en el camino a Minneapolis.

Texas Tech (#3) 63 – Michigan (#2) 44

Una ronda más, la extenuante defensa de Texas Tech volvió a ridiculizar a su rival. Tras secar a uno de los mayores torrentes ofensivos de la competición, Buffalo, los Red Raiders pasaron por encima de una Michigan que acabó incluso con porcentajes ridículos: 32% en tiros de campo y un sonrojante 1/19 en triples. Y es que a esto te acaba llevando la mejor defensa de todo este torneo. Tras 10 minutos de juego, el marcador reflejaba un pírrico 6-6. Texas Tech preparó un metódico y perfecto entramado defensivo para evitar, especialmente, el juego en situaciones de pick&roll. Cambios constantes tras bloqueos y muchas manos para evitar que Michigan se sintiera cómoda en la que acabó siendo la peor primera mitad de toda su historia en el March Madness, con tan sólo 16 puntos en 20 minutos. Y la crisis se iba agigantado a cada triple de un inspiradísimo Davide Moretti, que parecía vivir en una realidad paralela al desacierto del partido (5/7 en tiros) y ampliaba a más de 20 puntos la ventaja de los Red Raiders. Una cifra que, en un duelo tan bajo de anotación, iba ya a ser definitivo. Carpetazo y a pensar en Gonzaga y en sus casi 90 puntos por partido en esta temporada. El éxito, la F4 y Minneapolis están en esa defensa.

Oregon (#12) 49 – Virginia (#1) 53

En el March Madness, no existe rival pequeño. Con mucho sufrimiento selló Virginia su billete al Elite Eight, derrotando a una Oregon que se quedó a pequeños detalles de obrar la gran machada. Los de Tony Bennett fueron más clarividentes en un final a cara o cruz en el que Oregon acabó sentenciada por sus propios errores y la falta de fortuna. La igualdad no se rompió durante prácticamente los 40 minutos. Oregon aceptó la propuesta de su rival de partido a pocos puntos, confiando en la intimidación defensiva de Kenny Wooten y en la continua aparición ofensiva de sus diferentes puñales como Peyton Pritchard o Louis King (14 puntos). Virginia volvió a dar la sensación de no ser superior, acusando especialmente la falta de inspiración de piezas tan claves como DeAndre Hunter o Kyle Guy (8/28 en tiros entre ambos). Sin embargo, lo único que importaba era ganar. Y los Cavaliers son unos maestros en esto. En los últimos 3:30 de partido, tan sólo se vieron un triple de Jerome y una canasta de Hunter. No fue necesario más. ¿Lo será ante Purdue?

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