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El futuro de la NBA, esencia del March Madness

El futuro de la NBA, esencia del March Madness

Los mejores jugadores del baloncesto universitario se enfrentan al mejor escaparate antes de la NBA.

March Madness. Para muchos de sus protagonistas, la oportunidad de su vida para darse a conocer o confirmar su estatus en el próximo draft de la NBA. El momento más clave de la carrera de estos jóvenes, cuando las luces del recinto se apagan y únicamente quedan ellos y los deslumbrantes focos del gran escenario. Tardes, noches, días y semanas en las que cualquier movimiento se analiza al más mínimo detalle en busca de nuevas ilusiones que permitan cambiar el rumbo de muchas de las grandes propietarias del pasado, presente y futuro de la mejor liga del mundo.

Y no existe una estrella más brillante, más cegadora y más soñada que Zion Williamson. Un auténtico ganador con un portento físico nunca visto anteriormente y el objeto de deseo de toda la Liga. Williamson ha eclipsado totalmente hasta a la propia NBA y se ha convertido en el único guion de un curso que finalizará con su indudable #1 del próximo draft. Comparado con el mismo LeBron James (por futuro impacto en la Liga) y por un menos conocido Larry Johnson (les recomiendo que busquen sus mejores momentos en YouTube), Williamson llega, quizás, en su mejor momento a este March Madness, tras destrozar a North Carolina y Florida State en semifinales y final de la ACC, confirmándose como la gran esperanza de ciudades y franquicias perdidas en el desánimo y desesperación.

Para fortuna de los muchos no agraciados con semejante premio en la próxima lotería, Zion no es la única gran perla de este March Madness. En la pequeña Murray State irrumpió un base de características muy modernas, Ja Morant. Un director de juego de gran visión, intuición y dotado con impresionantes capacidades atléticas que le han hecho protagonista de muchas de las acciones más espectaculares del curso, emulando al que puede ser su gran espejo como profesional: Russell Westbrook.

Morant y RJ Barrett se disputarán, con gran probabilidad, el número siguiente a la gran bestia. Y aunque la temporada del canadiense sigue inmersa en un auténtico mar de dudas sobre su constancia y regularidad, sus números (22.9 puntos y 7.5 rebotes) intentan hacerle sobrevivir ante un huracán que ha arrasado mediáticamente incluso a compañeros de equipo como él y Cameron Reddish. El que fue uno de los anotadores más descollantes en high school en los últimos años ha caído en el casi completo anonimato e irrelevancia ante el monopolio del ‘efecto Zion’ en una Duke que espera recuperar a su Big Three y levantar el título en Minneapolis.

Reddish, que empezó el curso en los puestos más altos de las predicciones (y puede acabar siendo uno de los grandes ‘robos’ del draft), ha dejado su lugar a nuevos protagonistas. Uno de ellos se ha ido agigantando a medida que se acercaba el mes de marzo y ahora ya está incluso en posición de discutirle al mismo Ja Morant la condición de mejor base de esta generación. Hablamos de Coby White, el descarado e inteligente timón de una North Carolina de mil revoluciones y una de las sensaciones más agradables de esta campaña, cuyo pelo (ya es marca registrada) y su juego han vuelto a llevar a esta histórica universidad a lo más alto del mundo mediático universitario.

Y, finalmente, la gran esperanza oriental: Rui Hachimura. Un ejemplo perfecto de constancia, trabajo y paciencia (Hachimura disputa su tercer año en la NCAA y prácticamente ni jugó en su primera campaña en Estados Unidos) en una universidad que se ha hecho un hueco entre las mejores, especialmente en las últimas temporadas: Gonzaga. Llamado en sus inicios ‘Lebron James japonés’, este poderoso y extraordinariamente inteligente alero debe confirmar virtudes y desmentir defectos en el momento más importante de la temporada, ejerciendo de líder de una Gonzaga que, tras caer en dos F4 (2015 y 2017, en esta última en la gran final), espera que esta nueva candidatura pueda ser ya la definitiva para sumar el primer título NCAA de su historia.

Sin embargo, aquí no acaba todo en un March Madness que, un nueva edición, contará con la presencia de un número más que elevado de prospects NBA. Y es que, aparte de los anteriormente mencionados, no deben perderle ojo a todoterrenos como DeAndre Hunter (Virginia), Keldon Johnson (Kentucky), Nassir Little (North Carolina), Nickeil Alexander-Walker (Virginia Tech) o Jarrett Culver (Texas Tech); muñecas privilegiadas como las de Cameron Johnson (North Carolina), Tyler Herro (Kentucky), Jordan Nwora (Louisville), Jaylen Nowell (Washington); o de los explosivos bases Markus Howard (Marquette) y Carsen Edwards (Purdue). Y claro, tanto el pívot de toda la vida como el más moderno estarán presentes con la representación de Bruno Fernando (Maryland), Brandon Clarke (Gonzaga) o un Naz Reid (LSU) en el que es imposible no ver muchas de las virtudes de un tal DeMarcus Cousins. Eso sí, uno no puede evitar alguna lágrima pensando en las dos ausencias más destacadas: Romeo Langford (Indiana, no clasificado), Darius Garland (Vanderbilt, ausente por lesión) y, especialmente, Bol Bol (Oregon), hijo del gran Manute y representante del cambio más absoluto en nuestro deporte. Un juego dominado por envergadura y altura y en el que, hasta a un 2’20 como Bol será capaz de ser amenaza a metros y metros de la canasta. Un futuro cada vez más cierto y más cercano al que, inevitablemente, nos aproximamos a la velocidad de la luz.

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