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La intrahistoria de las gorras de campeón de la NCAA

La intrahistoria de las gorras de campeón de la NCAA

¿Sabías por qué es tradición que el campeón de la NCAA luzca una gorra conmemorativa en el podium? Gerard Solé te lo explica.

Suena la bocina final. Explota el pabellón de júbilo y todos los integrantes de uno de los banquillos saltan de forma descontrolada a la pista mientras el parquet se llena de largas serpentinas doradas. Abrazos, gritos, lágrimas y la mejor de las sonrisas para celebrar el final del camino. Tras varios meses de competición, han sobrevivido a cada uno de los obstáculos. Son campeones. Y hay que vestir como tales. Un ritual que ya se ha trasladado a casi todos los deportes… y que empezó de forma algo inesperada en 1989, en la Final Four de la NCAA que consagró a Glen Rice.

Casi 40.000 espectadores llenaron el majestuoso Kingdome de Seattle para presenciar en directo una Final Four tremendamente atractiva. La Illinois de Nick Anderson y Kenny Battle partía como gran favorita en un fin de semana imprevisible. Y es que los Fighting Illini debían vencer a uno de los mejores anotadores de la competición, un espigado joven llamado Glen Rice. En el otro lado del cuadro, la Duke de Christian Laettner y Danny Ferry se iba a enfrentar a una de las grandes sorpresas del March Madness, una Seton Hall que había eliminado a Indiana y UNLV antes de llegar a la cita final de Seattle, con PJ Carlesimo en el banquillo y dos grandes referencias: John Morton (que disputó gran parte de su carrera profesional en ACB) y el extraordinario talento australiano Andrew Gaze.

Los Pirates fueron muy superiores a los Blue Devils en la primera semifinal, rompiendo gran parte de los pronósticos pese a la exhibición de Danny Ferry (34 puntos). En la otra semifinal, una gran canasta tras rebote ofensivo de Sean Higgins en el último segundo completaba el gran upset de los Wolverines ante Illinois, la gran candidata al título. La final estaba servida: Seton Hall-Michigan.

Fue esa misma temporada cuando la famosa marca deportiva Nike lanzó su campaña de publicidad más conocida, con un lema que ha perdurado hasta nuestros días: “Just Do It”. Tres palabras que se asociarían de forma eterna a la compañía de Oregon, que entendió esta gran Final Four como la oportunidad perfecta para involucrarse definitivamente en el mundo del baloncesto colegial, aprovechando la gran relación de la marca con el técnico de los Pirates, PJ Carlesimo.

Nike contactó con los Pirates y les ofreció la posibilidad de, por primera vez, lucir unas gorras conmemorativas del título en caso de alzarse con la victoria en la lucha final. Sin embargo, el eslogan de las mismas debía ser distinto. Tenía que hablar en pasado y no en presente. Y así nació “Just Did It”.

Gorras blancas, con dicho mensaje y un #1. Corto y claro. Nadie mejor que ellos. Las gorras fueron creadas a máxima celeridad para poder estar en Seattle el mismo día de partido para que todos los integrantes de Seton Hall las pudieran lucir justo después de proclamarse campeones de una batalla que pasó a la historia de la NCAA, con prórroga y un final tan de infarto como polémico.

Una muy discutible falta de Gerald Greene sobre el base de los Wolverines Rumeal Robinson permitía a Michigan adelantarse en el marcador a falta de tres segundos para la bocina final. Atrás quedaba el imparable duelo anotador entre John Morton (35 puntos) y Glen Rice (31 puntos). Todo se iba a decidir en la última posesión. Seton Hall preparó un pase de campo a campo para Darryl Walker, cuyo intento sobre la bocina apenas dio en el tablero. Game over. Y también, teóricamente, para la nueva campaña de Nike.

Pero como toda gran historia, la conclusión tuvo un giro final inesperado. Olvidando su dolor y enfado por la polémica derrota, un miembro del cuerpo técnico de la universidad situada en Nueva Jersey creyó que el regalo de la marca deportiva debía ser para los verdaderos campeones. Y en un acto de generosidad que pasará a la historia, entregó las gorras al banquillo de Michigan para que pudieran exhibirlas durante toda la celebración, empezando así una vigente tradición que se ha trasladado incluso a otros deportes. Y es que lo más importante no es sentirse campeón. Hay que vestir como tal.

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