Concentración en Madrid preparando el Preolímpico de París’84. Fernando y yo nos enzarzamos en un entrenamiento y tuvieron que separarnos. Antonio Díaz Miguel nos expulsó a los dos. Tenía mucho carácter, yo tampoco me echaba atrás… y a veces saltaban chispas. Aquel verano histórico con la Selección (para los más jóvenes: ¡ganamos la medalla de plata olímpica jugando la final ante Jordan y compañía en el Forum de L.A.!) comenzó con un ambiente un tanto enrarecido. La temporada acabó con aquella retirada del Barcelona de la final liguera tras la tangana del primer partido. Los rescoldos aún estaban calientes.
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Hay que reconocer que los dos éramos, respectivamente, los referentes de nuestros equipos. Siempre se evaluaba lo que hacíamos. Eso hizo, indirectamente, que se creara cierta rivalidad entre nosotros. ¡Menos mal que no jugábamos en la misma posición porque hubiera sido más complicado! Pero lo bueno es que luego siempre hablamos y nos arreglamos. Logramos la clasificación olímpica con un gran juego. Recuerdo que celebramos el pasaporte a Los Ángeles cenando con Felipe González en ‘La Tour d’Argent’ de París. En la Selección se estrenó en el Europeo de Checoslovaquia’81.
¿Rookie? Su presencia y carácter hacían que nunca pareciese un novato. Se dejaba notar desde el principio. Éramos un grupo bastante joven, por lo que su integración fue muy sencilla. La primera vez que coincido con él en una cancha fue cuando estuvo en el Estudiantes. Era muy joven, estaba haciéndose como jugador. Pero a pesar de su bisoñez, su potencia física y personalidad le permitieron tomar peso importante en su equipo. En aquella Liga Nacional, previa a la ACB, muchos jugadores compaginaban estudios y deporte pensando en su futuro. Con la llegada de la ACB y la gran ayuda de los éxitos de la Selección, todo se profesionalizó. La Liga dio un cambio importante y las posibilidades económicas y de difusión aumentaron considerablemente. Fernando era una persona con mucha energía, muy activa. Tenía una forma de ser especial que ganaba mucho en las distancias cortas. Juventud radiante, ganas de vivir. Sin duda, es un protagonista imprescindible para comprender la evolución de nuestro baloncesto. Especialmente, porque hizo comprender a mucha gente que para lograr cualquier objetivo importante, la entrega debe ser total. Y ese sentimiento lo transmitió, demostrando una competitividad sin límites en todo momento.
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